Son como la miel: pegajosa, y si el mensaje está bien elaborado, hay muchas posibilidades de que, después de escucharlo, la melodía siga retumbando en la cabeza durante varias horas e, incluso, hasta recordar la letra después de unos cuantos meses. Probablemente, alguien recordará el estribillo: “Antonio N. Herrera distribuye calidad…”. En definitiva, ése el objetivo del jingle: una pieza o una canción que sean fáciles de recordar, persuasivas y que puedan crear un clima especial con las marcas. Pablo Pistone es un rosarino, que de cuna se crió en un ambiente musical y hace 35 años se dedica a hacer jingles publicitarios. En ésta oportunidad no va a vender nada, sino a conmemorar.
A Pistone siempre le gustó la música y canta desde su más tierna edad, aduce que se lo debe a su abuelo materno que era español y vivía con él. “En ese momento tenía cinco años y tenía 30 primos. Mi mamá tenía nueve hermanos, yo era el más chico de todos y los días de semana mi abuelo me enseñaba coplas españolas, y los sábados y domingos cuando estaba toda la familia, me hacía parar en una mesa para deleitarlos con mis canciones”.
Al comienzo de su carrera, a los 15 años, grabó un simple en Buenos Aires, con dos temas que se lo envió Manuel Alejandro, un compositor español que le hacía los temas al reconocido cantante, Raphael. Estuvo a la espera de que el disco saliera a la venta, pero finalmente no salió.
En su vuelta a Rosario, el músico Jorge Cánepa se contactó con él y grabaron su primer jingle publicitario, en 1977. “El conocido que grabé con él fue el de Antonio N. Herrera y más adelante el de una reconocida marca de fiambres que se hizo en cinco segundos, ese fue hecho en 1978 y se sigue pasando en todo el país menos en Rosario”.
Pistone iba ofreciendo sus jingles a las empresas y cuando salía, tenía un grabador en mano y tarareaba la melodía. El toque final se lo daba en el estudio con los músicos.
“A diferencia de la publicidad hablada por el locutor, el oyente la escucha pero se olvida; el jingle cantado es como un mensaje subliminal, porque te queda grabado en la cabeza. El jingle cantado vende un 30 por ciento más de lo que vende el locutor”, asegura.
“Y la gente que va a la cancha, compra el jingle y lo canta, es tan pegadizo que el hincha hace cánticos para su cuadro y eso vende mucho”, detalló.
Pistone explica que el jingle tiene que ser corto y preciso y su duración no tiene que pasar los12 segundos para que sea accesible a las empresas. “No es el caso de las grandes empresas que no tienen problemas en pagar un minuto o más. Tiene que ser tipo estribillo y que pegue”, afirma el músico publicitario que también se dedica a hacer videos y fotografías para casamientos y comerciales.
El jinglero es integrante del grupo folclórico Trama desde hace 23 años, y él es el vocalista. Tocan música latinoamericana, folclore tradicional, marineras peruanas, entre otras, para que la gente los escuche en teatros.
“En mi casa hay música todo el día. Mi mujer es cantante lírico y nos conocimos en un conservatorio de canto; mis tres hijos son músicos: mi hija mayor es soprano y concertista de piano, el del medio es músico de rock y el más chico está dando vueltas por todo el país cantando. Y cuando tenía 10 años, puso la voz para un jingle de una casa cuna de Buenos Aires”, relata con nostalgia Pablo.
“El gran sueño mío de chico era grabar discos. Uno de los músicos que trabaja conmigo, me dice que se me cumplió porque yo entrego los jingles publicitarios en discos”, cuenta Pistone.
Para Pablo el mejor regalo que le dio la vida fue que su hijo más chico esté triunfando por el país, cantando. “Es más grande ese regalo que si yo me hubiera ganado un billete en la lotería. No vendí todos los jingles en las empresas que visité, pero no me quedó ningún sabor amargo. Es muy lindo hacer esto y los jingles son como hijos para mí”, concluyó.
