Los trastornos alimentarios son cada vez más frecuentes y los encabezan las pacientes mujeres, aunque los varones, muy de a poco, también van ocupando terreno, con lo cual el problema se extiende. Desafortunadamente no existen estadísticas nacionales ni provinciales que revelen los casos existentes, lo cual dificulta todo tipo de investigación científica y social en pos de una mejor educación en la alimentación y en las relaciones sociales. La competencia entre madres e hijas por la delgadez y un cuerpo joven, o el rechazo que suelen provocar padres a sus hijos obesos son los mayores factores que derivan, indefectiblemente, en trastornos alimenticios como bulimia (el comer compulsivamente y provocarse el vómito para anular lo ingestado) o anorexia nerviosa (la búsqueda constante de bajar de peso).
El médico pediatra Víctor Swartz, especialista en adolescentes, dialogó con El Ciudadano sobre la problemática que afecta cada vez a más jóvenes, aunque no haya registros oficiales que lo demuestren. “Es terrible ver a tantos jóvenes, muchos preadolescentes que por distintos factores padecen de trastornos alimenticios y terminan agrediendo su cuerpo de esta manera. Sobre todo en las mujeres, que buscan una imagen que responda a un prototipo inverosímil de belleza”, dijo.
A su vez, el profesional manifestó que Argentina es el país latinoamericano con mayor índice de trastornos alimentarios: “Es uno de los países donde más discriminación existe, es obesofóbico”, sostuvo. Y disparó: “Hay fobia al obeso y por eso se lo discrimina como en ningún otro país del mundo. Esta es una población con baja autoestima y por eso recibe y padece la presión social que provoca este trastorno alimenticio”.
En tanto, consultado sobre las razones que pueden desencadenar en un cuadro de trastorno de este tipo, Swartz explicó: “En general, hay alguna disarmonía en el núcleo familiar, sobre todo en la relación de madre e hija. La mayoría de los casos –agregó– se deben a conflictos familiares que desembocan en los jóvenes por medio del trastorno alimenticio. Son muy pocos los casos de bulimia o anorexia nerviosa cuyo paciente pertenece a un núcleo familiar unido”.
El médico marcó que para dar el diagnóstico de anorexia se habla de “amenorrea primaria” o “amenorrea secundaria”. La primera es cuando una menor aún no ha tenido su menarca y, por el descenso de peso, tiene dificultades en tenerla. En tanto, la secundaria es en el caso en que la paciente lleve bajando de peso por su trastorno alimenticio y se lleguen a contar tres meses sin su período menstrual.
Paralelamente el especialista advirtió que el primer caso es mucho más difícil de tratar, o bien el que mayores consecuencias puede acarrear en el futuro, “dado que hay preadolescentes de 12 ó 13 años que aún no han iniciado su ciclo menstrual y ante el trastorno en la alimentación este ciclo se atrasa aún más”.
Estas modificaciones en la alimentación con el fin de tener un cuerpo mucho más delgado y “aceptable” a nivel social, tuvo siempre a las mujeres como primeras pacientes, pero Swartz advirtió que cada vez son más los varones que padecen de anorexia nerviosa. Inclusive, en el caso de éstos, los tratamientos deben ser mucho más intensivos por la severidad que presentan los casos. “Es probable que se tarde mucho más tiempo en diagnosticar a un paciente varón por anorexia nerviosa. La mayoría de los casos comienzan con trastornos que responden a cuestiones psicológicas”, mencionó. En tanto, graficó el avance masculino en estas modalidades: “Hace diez años la proporción era de 15 pacientes mujeres y un varón, mientras que hoy atiendo a 15 pacientes mujeres y entre 6 y 7 varones”.
“Hay chicas que compiten con su madre, o su madre con ellas e inclusive usan la misma ropa. Mientras que por otro lado tenemos a padres obesos que generan rechazo en sus hijos, por eso ellos optan por buscar la delgadez; o son los hijos obesos y sus padres los discriminan. Es un ciclo muy enfermizo y si bien cada caso debe ser tratado con un equipo interdisciplinario de médicos, el gran problema es que los factores de riesgo se presentan en el seno del mismo hogar”, advirtió el especialista.
Consultado por la falta de estadísticas tanto nacionales como provinciales, Swartz se mostró en total desacuerdo con la omisión, y lamentó que ni siquiera los mismos hospitales o centros de salud privados tienen un control de los casos que llegan. “No sé si aumentaron o me los derivan por mis dos décadas de experiencia, pero sí noto que en los hospitales públicos hay cada vez más casos de anorexia que son denunciados y tratados, y muchos menos de obesidad, porque a los gordos pareciera que no se les afecta la salud, es sólo una cuestión estética. En tanto, en los centros de salud privados veo un aumento de ambos casos”, concluyó.