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Con ellos, ni a la esquina

Los más adinerados, aquellos que tienen una vida carente de necesidades porque han hecho las cosas para que sea la sociedad la que se las cubra; ellos son la parte de la sociedad menos comprometida con el presente y el futuro de la humanidad.

Por Daniel Fernández Lamothe

Es que ellos siempre pensaron lo mismo y actuaron de manera consecuente y, en oportunidades, exageradamente consecuente. Por los siglos de los siglos han pasado por ser los jefes de la manada, los amos con látigo, los empresarios con gerente de personal, los misiles contra terroristas inventados y más acá en el tiempo, hoy digamos, los que tienen la llave de paso y el carnet de conductor del dinero. Actualizan los modos, los modernizan, los ensayan, los corrigen, los afilan y los ponen en práctica; pero el pensamiento básico, estructural, innegociable no cambia en absolutamente nada. En el larguísimo camino de incrementar y atesorar capital (hete aquí su pensamiento, su ideología) han sido y son tan firmes, tenaces, ambiciosos, insensibles y salvajes que ese camino se transformó en un trayecto ensombrecido por el drama social y la represión. Lejos de repetir la famosa frase de Alterio, acerca de lo bello que es estar vivo, la realidad se torna insoportable para los miles de millones de seres humanos que han sido empobrecidos a favor de un poderoso enriquecimiento de los manejadores del sistema, los más ricos del mundo.

Este comentario deriva de una mirada sin mucha profundidad y está incluido para describir algo obvio: los ricos quieren ser más ricos y poderosos y para ello dejan un número muy alto de personas lejos de una vida digna y cerca de las enfermedades y el hambre y, como si esto fuera poco, su ambiciosa y pecadora voracidad está destruyendo el planeta y no les importa para nada ser los causantes de tal situación. Al contrario.

¿Y en la Argentina qué pasa al respecto? Lo mismo, exactamente. Tal vez como los tenemos cerca se nos presentan con  mayor detalle. Y así vemos a los titulares de las grandes firmas operar con el mismo  móvil. Evaden impuestos, sacan su plata del país y la regresan cuando les conviene (un blanqueo dispuesto por algún gobierno). Esas ganancias también las usan para corromper a funcionarios que, así, facilitan sus negociados. Ah, cierto; también ganan plata por medio de sus empresas. Claro que gracias al esfuerzo diario de sus trabajadores, que nunca son reconocidos por su verdadero protagonismo y, en cambio, los ubican en el lugar del hilo más delgado de ligazón con la empresa.

O sea, los más adinerados, aquellos que tienen una vida carente de necesidades porque han hecho las cosas para que sea la sociedad la que se las cubra; ellos son la parte de la sociedad menos comprometida con el presente y el futuro de la humanidad.

Los argentinos no escapamos a ese turbio destino. Nuestros poderosos manejan el país casi a su antojo. La historia lo demuestra fehacientemente. Por ejemplo, tuvimos gobiernos formales que actuaron como lacayos de la imposición extranjera. Acordaron las entregas de las riquezas nacionales sometiendo a los argentinos a una postración repugnante en cualquiera de las situaciones que se presentaron. ¿Le podemos decir a Rivadavia que es un reverendo traidor a la Patria? ¿A Mitre? ¿a los “libertadores” del 55, a los “reorganizadores” del 76, a los del salariazo y la revolución productiva, al que le gustaba dar buenas noticias y, finalmente por ahora a Macri? ¿Son traidores a la Patria o no? Podemos eventualmente mirar la historia, si hace falta. Doscientos años de entrega de inventar deudas para obligar al país a aceptar mansamente las gravosas condiciones que penetraban en la soberanía Nacional, limitaban sólidamente la justicia social y anulaban todo atisbo de independencia económica.

Esto es indiscutiblemente así. Son los que mandaban a no economizar sangre de gaucho, los que vivaban al cáncer y asesinaban a 300 personas bombardeando plaza de  Mayo, los de los fusilamientos del 56, los que organizaron las patotas que derivaron en la AAA, los que desarrollaron un plan sistemático para secuestrar, torturar y hacer desaparecer a decenas de miles de argentinos mientras les robaban sus hijos. Entre ellos estaban algunos riojanos que explotando la imagen de los viejos caudillos, deshicieron la potencialidad económica del Estado, en aras de un ilusorio primer mundo que ni siquiera  surgió como un plan nacional. También son los ricos locales los que mandaron a apretar el gatillo contra gente desesperada que salió a la calle para proveerse de comida. Fueron 39 argentinos los muertos por esas balas entregadas por los apellidos del poder económico para parar la protesta. Para cerrar esta nefasta lista, está Cambiemos, un engendro neoliberal aliado al radicalismo, sin cuyo aporte no hubiera prosperado. Mediante presiones de variado color controlaron amplios sectores de la Justicia, lo que les permitió hacer lo que se les antojó con los dineros patrios; el resultado está a la vista: los argentinos endeudados por varias generaciones y por muchos dólares cada uno. No faltó la represión oficial que se llevó varias vidas jóvenes. Como broche de oro de esta gestión hay que mencionar el resurgimiento de una derecha beligerante y fascista.

Hubo dos gobiernos en la Argentina, consecuencia del trabajo de un solo movimiento político, que a los ricos y a sus admiradores les genera un profundo odio. Son los que el pueblo llevó al poder con el voto, nada más y nada menos. Son los que gobernaron del 46 al 55 y del 2003 al 2015. Independientemente de la valoración política que se haga de este sector, habría que ver qué hechos inhumanos como los descriptos someramente en el párrafo anterior, ha realizado el peronismo para generar ese odio visceral que bloquea el pensamiento del más inteligente. Muchos de ellos  son seguidores de las figuras que levantan los poderosos solo porque los saben antiperonistas y no importa si endeudan al país y se roban el dinero que les prestaron a  los argentinos, solo les interesa que sean profundamente antiperonistas para identificarse con ellos.

Esa es la grieta, ellos la crearon con su violencia antidemocrática, su altanería, su egoísmo, su ignorancia consciente, su valentía en masa, su odio porque sí, su falta de voluntad para oír otras voces, etc, etc.

Quizás haya llegado el histórico momento en que dejemos de darle vueltas a la noria, reconozcamos públicamente, desde el presidente, sus colaboradores, los peronistas sanos de conciencia, los que odian la desigualdad, los honestos, los combativos, el progresismo, reconozcamos que no podemos ir a ningún lado todos los argentinos juntos, ya que hay algunos, y muy convincentes, que no les importa un comino nuestra vida, que lo único que quieren es seguir juntado plata/poder y en lo único que fijan su atención en crear nuevas formas de sostenerse en esa situación a cualquier costo, aunque el costo sea sangre, como hemos visto. No hay acuerdo posible con esta gente. Está probado. Los argentinos no debemos ir junto a ellos a ningún lado. Es preciso tomar conciencia de que junto con ellos las expectativas de soberanía, igualdad social e independencia de los poderes del mundo se diluirán en una campaña de propaganda antipopular que nos llevará a repetir lo ya repetido muchas veces.

 

 

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