Las gestiones para la reunificación de la CGT después de las elecciones fueron hasta ahora silenciosas, pero firmes. Además de coincidir en la necesidad de reforzar la central obrera ante la falta de respuestas concretas de parte del gobierno, los dirigentes avanzaron incluso en la evaluación de una futura conducción. En los últimos días surgió un nombre: Juan Carlos Schmid, jefe del gremio de Dragado y Balizamiento y hombre de Hugo Moyano, aunque con buenos vínculos con los sectores que integran la CGT oficialista.
Schmid había sonado el año pasado en la etapa previa a la ruptura que dio origen a las dos centrales,como eventual candidato de consenso para mantener una unidad que se demostró imposible. En las últimas semanas su nombre volvió a ser mencionado a raíz de las conversaciones que mantuvo con ¡ dirigentes de la versión oficialista como Gerardo Martínez (albañiles, Uocra), Andrés Rodríguez (estatales de UPCN) y Oscar Lescano (Luz y Fuerza).
Entre esos sindicalistas la posibilidad del portuario como jefe de una nueva CGT cuenta con un guiño favorable. La tesis es que la continuidad de Antonio Caló es inviable, y que tampoco aceptarían integrarse a una central cuya cabeza fuese nuevamente Moyano. Al metalúrgico le achacan una gestión pendular que no pudo hacer pie frente a Cristina Kirchner, ni para recoger los frutos de su alianza estratégica ni para presionar con éxito al gobierno.
En el plano gremial, Caló debió conformarse con los decretos resueltos a solas por la mandataria que eximieron del pago de Ganancias los últimos dos aguinaldos, pero que no modificaron las escalas del tributo ni ajustaron el mínimo no imponible a valores cercanos a las paritarias. Tampoco la CGT obtuvo respuestas en las demandas por asignaciones familiares, y en cuanto a las obras sociales hasta ahora consiguió más promesas que fondos.
No le fue mejor en la política: la inclusión en la lista del Frente para la Victoria del único candidato de extracción sindical con chances de ingresar al Congreso nacional, Oscar Romero, tuvo más que ver con el vínculo de su gremio (mecánicos de Smata) con el gobierno que con una gestión del propio Caló.
Y en cuanto a Moyano, para los “Gordos” de los grandes gremios de servicios (Lescano, Armando Cavalieri, de Comercio y Carlos West Ocampo, de Sanidad) la relación no tiene vuelta atrás, luego de años de destrato mutuo y desconfianza constante. Tampoco podrían aceptar una CGT liderada por el camionero sus ex aliados, encabezados por el taxista Omar Viviani, ni los “independientes” Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), que apuestan a mantener su alianza con el gobierno hasta 2015, más allá del resultado electoral de octubre.
La posibilidad de Schmid o de otros candidatos a la cabeza de una nueva CGT no será ventilada hasta pasado el comicio legislativo, pero ya comenzó a circular en los encuentros reservados entre sindicalistas. El propio portuario quedó a cargo, a pedido de Moyano, de negociar con Omar Maturano (maquinistas, La Fraternidad) y Roberto Fernández (colectiveros, UTA) su segura participación en una próxima medida de fuerza sindical contra el impuesto a las Ganancias.
En declaraciones a Ámbito Financiero, Schmid reconoció que su nombre sonó de manera recurrente como posible prenda de unidad de la CGT, incluso en los últimos meses. “No es un secreto que mantengo diálogo con muchos dirigentes, como los «independientes» y Lescano. Pero es muy prematuro hablar de eso. Además, se sabe que no es habitual que la cabeza de la central esté en un gremio chico”, se atajó. Esa sentencia tuvo su excepción cuando el cervecero Saúl Ubaldini fue electo al frente de la CGT y desarrolló una de las gestiones más valoradas por los sindicalistas desde el retorno de la democracia.
Aunque el portuario permanece identificado con la línea de Moyano y es un tenaz opositor a la aplicación de Ganancias, el gobierno no lo visualiza como un enemigo. Incluso fue uno de los dirigentes más entusiastas con el impulso que representó para la industria naval un decreto firmado por Néstor Kirchner en 2004 que reinstaló la bandera nacional en el tráfico fluvial.