No es novedad que las decisiones políticas mueven al mundo hasta en la peores situaciones. El clima de austeridad y desinterés por potenciar bienes culturales de calidad que el gobierno nacional pregona desde su asunción, con la triste retirada del Instituto Nacional del Teatro (INT), histórico apoyo de este encuentro desde la realización de la Fiesta Nacional del Teatro de 2004 que dio pie a la creación del mayor festival teatral del país al año siguiente, no logró que el Festival de Teatro de Rafaela (FTR24) detenga su valioso recorrido y de cara a lo que será en 2025 el gran festejo por sus gloriosos veinte años, puso en marcha este miércoles su 19ª edición que finaliza este domingo.
Arranca el Festival de Rafaela convertido, desde el teatro, en un polo de resistencia cultural
Con el sentido puesto en la selección de una veintena de obras, en cinco días y con varias locales, programadas estratégicamente, con una serie de valiosas actividades especiales y la gestión compartida entre el municipio local y el Ministerio de Cultura de la provincia de Santa Fe, pasadas las 18 de la jornada inaugural del miércoles últimpo, el frío no logró detener a cientos de rafaelinos y visitantes que se agolparon en la plaza principal de la ciudad, donde arranca el histórico bulevar Santa Fe, gran escenario a escala urbana del FTR, testigo de todos estos años de encuentros.
Sin embargo, esta vez, lo que se conoce como el Desfile Inaugural se trató de una propuesta singular; acaso una de las primeras que logró potenciar desde las formas y el lenguaje (las lógicas de lo escénico) la relación de lo performático con la escala urbana, de la mano de Juan Parodi, artista notable que saludablemente no le teme a la poesía, y que ha pasado por el FTR con muchos de sus trabajos gestados en Caba.
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Una vez más como parte de un Laboratorio de Creación Escénica como lo hizo el año pasado con Secretos y manifestaciones interviniendo el galpón y el entorno de La Estación, se trató de un montaje de recorridos y postas que se abismaron a lanzarse a la calle, una propuesta con la que subió notablemente la vara de las aperturas de ahora en adelante.
Lo fragmentado y lo fugaz puesto en tensión en el espacio público, donde la fugacidad siempre es un signo, encontró en Parodi al creador ideal para jugar entre lo recreado y lo real, entre la complicidad de la creación artística y quienes se suman a acompañar el recorrido y es tentado por la belleza y la poesía que como una epifanía irrumpió en lugares no convencionales.
Así, vidrieras, ingresos de edificios o viejos balcones que remontaban el relato a otro siglo, convivieron saludablemente en este juego de espejos donde lo bello e irrepetible de lo surrealista asumió un poder en el campo de lo «real» para ponerse a dialogar con esas marcas que suponen la convención de lo cotidiano.
Convocados por una singular versión de Conejo Blanco, el personaje que lleva de la mano a Alicia a recorrer el País de las Maravillas imaginado por Lewis Carroll, en algún momento, los caminantes que eran invitados a vivir cinco días en el «país de las maravillas del teatro», fueron Alicia y fueron infinidad de Conejos Blancos dispuestos al juego.
Arriba el telón
Como acontece cada año, el multitudinario acto inaugural en el Cine Teatro Belgrano, contó con la presencia de autoridades locales y provinciales, con breves discursos de parte de la ministra de Cultura de Santa Fe, Susana Rueda, y del intendente local, Leonardo Viotti, ambos debutantes en esos roles de cara al FTR, y desde sus lugares de gestión, el gran sostén del encuentro en términos económicos, sumado el apoyo de empresas privadas, algunas de ellas, con presencia desde los comienzos del festival.
Poco después, la compañía porteña Los Bla Bla, que el lunes último pasó por el Teatro Municipal La Comedia de Rosario con el mismo espectáculo y que se presenta desde hace un tiempo en la Sala Caras y Caretas de Buenos Aires, abrió la grilla de obras con Modelo vivo muerto, un desopilante compendio de escenas urdidas al calor de la estética del clown, con un juego escénico donde el humor es signo y lenguaje, en el contexto de una trama de suspenso de cara a un examen de fin de curso de una academia de arte, donde el modelo vivo es encontrado misteriosamente sin vida, lo que abre una serie de especulaciones de cara a una situación en la que todos son sospechosos.
De dramaturgia colectiva, la compañía creada en 2010 y en este caso bajo la dirección de Francisca Ure, cuenta con el trabajo en escena de Manu Fanego, Sebastián Furman, también músico notable y gran soporte musical del espectáculo; Pablo Fusco, Julián Lucero, Tincho Lups y Carola Oyarbide.
Con la comicidad como materia fundante, con una idea del gag abierta al aquí y ahora donde se potencian la gestualidad y algunos rasgos de un humor propio del circo, la propuesta es, al mismo tiempo, un espectáculo donde lo musical y coreográfico tienen su peso específico.
El cierre de la jornada, tras la presentación de Suavecita, de Martín Bontempo, estuvo en manos de Janequeo, un encanto doloroso, de Juan Isola, por el Grupo 12CM, también de Caba. Comedia trágica en la que conviven ciertos rasgos de la tradición teatral con una idea de despojo donde no se oculta el artificio, el relato abre el juego a la historia de un conquistador que viajó para evangelizar en las Indias Occidentales, aunque ese es sólo el disparador para abrir el juego en tono crítico a las contradicciones de la Iglesia y la conquista, a partir de un material con grandes actuaciones de un elenco integrado por Delfina Colombo, Emanuel D’Aloisio, Candela Font, Gogó Maldino, Facundo Livio Mejías y Eugenio Tourn.
La santa de los necesitados
Con Suavecita, de lo mejor que se vio por el momento en el FTR, el dramaturgo y director porteño Martín Bontempo, abre el juego a una dimensión poco transitada en lo que supone el unipersonal, en este caso más vinculado al concepto de una obra teatral para una sola actriz, la notable Camila Peralta, donde corre varios velos en relación con la sexualidad disidente, esa de la que no se habla, vinculada a enfermos terminales o adultos mayores.
«Suavecita funda un mito. Una fantasía marginal y pegajosa», escribe Bontempo acerca de esta trabajadora sexual dispuesta a todo con tal de sostener el bienestar de su hija y el propio, que accede a ofrecer sus servicios en un hospital de conurbano, donde, entre la timidez, el horror, la nostalgia, la incertidumbre, la tristeza y el desamparo, trasciende su «oficio» y de modo milagroso da un golpe de vida a los que miran a la muerte que se asoma por la ventana.
A medio camino entre otras santas paganas como Gilda o la mismísima Difunta Correa, en el contexto de lo que supone la dimensión popular de las que curan y a las que se le hacen promesas, Suavecita, la de las «manos mágicas», una marginal del amor, se revela como un personaje entrañable, sensible, humano, que hace de la soledad una virtud, a partir de un trabajo de Camila Peralta que la pone entre las actrices más dúctiles y talentosas de su generación.