En el Centro Cultural La Toma trabajadoras sexuales y activistas feministas recordaron este lunes a Sandra Cabrera a 15 años de su femicidio. La dirigente de Ammar, el gremio que representa a las trabajadoras sexuales, fue asesinada en enero de 2004 en la zona de la Terminal después de haber denunciado a la Policía por explotación sexual y corrupción. El homenaje incluyó la proyección del documental de Lucrecia Mastrángelo “Sexo, dignidad y muerte” y estuvo la actual secretaria general Ammar y referente feminista, Georgina Orellano. En diálogo con El Ciudadano, Orellano contó que el femicidio de Cabrera fue un mensaje que generó miedo entre las trabajadoras sexuales y debilitó la organización gremial, que con los años cerró en Rosario. Actualmente, filial local empieza a organizarse para volver a recorrer las calles de la ciudad de la mano de una fundadora y compañera de Cabrera, Miriam Auyeros.
El femicidio de Sandra Cabrera marcó un antes y un después en la organización sindical de las trabajadoras sexuales de Rosario. La entonces titular de la filial de Ammar de la ciudad había denunciado a la Policía por corrupción y explotación sexual y su asesinato fue tomado como un mensaje claro en contra de la organización gremial, sembrando el miedo entre las prostitutas.
Sus compañeras mantuvieron el sindicato unos años más hasta que tuvieron que cerrarlo. A fin de 2018 la posibilidad de relanzar la organización empezó a tomar forma. A partir de un proyecto de Ammar Nacional de resarcimiento económico a trabajadoras sexuales víctimas de la violencia policial, Auyeros, se puso al frente.
“Es una tarea pendiente que tenía y quiero recuperar Ammar Rosario. Ha cambiado mucho todo y para bien. Hay más unidad, antes eran solo mujeres ahora hay varones trabajadores sexuales y hay unión con las compañeras trans. Estoy descubriendo un Ammar nuevo y vengo con la experiencia que a las chicas les gusto escucharla. Lo más importante es volver al territorio para que las chicas que están trabajando sepan sus derechos”, contó Auyeros.
Ammar nació con un pie dentro de la CTA y en los últimos años se metió de lleno en el feminismo argentino. Con la identidad de “puta feminista” cientos de mujeres, lesbianas, travestis, trans y varones de todo el país se sumaron tanto para dar apoyo o ser representados por la organización sindical.
El discurso renovado de Ammar y la figura de Orellano prendieron en un feminismo joven que llegó al movimiento a partir del primer Ni Una Menos de 2015. El cambio al gremio apareció de la mano de la conducción de una comisión directiva en la que todas las integrantes tienen menos de 35 años.
Buscan el reconocimiento de los derechos de las trabajadoras sexuales, como el acceso a jubilación y obra social. También pelean contra los prejuicios que pesan sobre la prostitución y discuten con un sector del feminismo que sostiene que el trabajo sexual no es trabajo y debe ser abolido.
En crisis
Orellano contó en las recorridas que hace Ammar todas las semanas en zonas de trabajo sexual notaron un incremento de mujeres que volvieron a ejercer el trabajo sexual.
En su mayoría son mayores de 45 años que habían dejado la prostitución para buscar otra salida laboral en la economía popular. Muchas tenían puestos en ferias o habían puesto un negocio propio. Para la dirigente la vuelta al trabajo sexual es una de las consecuencias de la crisis económica.
“Nos cuentan que no pueden pagar las tarifas o los alquileres de puestos en ferias y tienen que dejar y salir a ejercer otra vez el trabajo sexual, siendo víctimas de la Policía que las maltrata y les da información errónea”, explicó Orellano y agregó: “Aparece el conflicto en el territorio con compañeras que resisten que ex trabajadoras vuelvan porque son muchas, los conflictos con vecinas y vecinos que denuncian a la Policía porque no quieren que hagan calle”.
“Y con Macri hay vía libre a la policía para que comience nuevamente la persecución y el hostigamiento. Así, Ammar termina cumpliendo el rol del Estado”, cerró la referente gremial.