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Con la marca de la ilegalidad y el destrato, miles de venezolanos regresan a su país por la pandemia

Vivían de actividades informales en Colombia, Perú y Ecuador, y no reciben ningún auxilio de los gobiernos de esos países. El gobierno de Maduro aísla a los migrantes en una universidad y los mantiene aislados 15 días como medida preventiva

Especial para El Ciudadano

Un enemigo invisible paraliza la vida económica del planeta. El fútbol televisado, la NBA o los Juegos Olímpicos deben desistir por un tiempo de seguir facturando millones. Grandes empresas detienen su producción. Fábricas de numerosos países dejan de producir autos o electrodomésticos, para elaborar respiradores o barbijos. Emprendedores jóvenes pelean para tener el mejor diseño de mascarillas impreso en 3D. Los laboratorios compiten a ver quién llega primero a probar una vacuna contra el virus, que funcione en humanos. Gobiernos de derecha en todos los continentes dejan de lado los pruritos sobre el costo fiscal de un Estado presente, e intervienen asistiendo con medidas de emergencia. Los países repiten en distintos idiomas la consigna “Quedate en casa”.

Podría ser el resumen de una nueva serie de Netflix, con un par de temporadas taquilleras. Pero es la realidad, lo que nos pasa a nivel global hace poco más de cien días. Para algunos, los que quedaron más cerca de un lugar cómodo para sentarse cuando sonó el silbato de este “juego de la silla” que hoy juega la humanidad toda, escaparon a sus quintas de fines de semana para pasar más cómodos la cuarentena. Y teletrabajan. O esperan sin más problema que la angustia que puede tenerse por el hecho de que la comunicación con sus afectos sea por chats de Zoom o las redes. Así pasó en París, adonde se estima que el cuarto más rico de su población migró al campo poco antes de iniciarse el aislamiento. O en Nueva York y otras grandes ciudades, que repiten el fenómeno de la brecha de ingresos y posibilidades.

Cientos de millones de personas en cada país, no tuvieron esa posibilidad. Porque, de hecho, no la tienen hace tiempo. No tuvieron casa o comodidad en la que quedarse, o son espacios reducidos que habitan habitualmente y que tal vez no saben cómo seguir pagando. Muchos inquilinos, en Argentina y otros países, no saben cómo podrán hacerse cargo del alquiler los próximos meses, porque han perdido la posibilidad de generar un sustento económico. Están también los que son expulsados de las pensiones en las que viven. Como los miles de venezolanos que cruzan por estas horas la frontera entre su país y Colombia, haciendo en el sentido inverso una historia de migración, de destino errante. Que los llevó a buscar un nuevo destino ante la difícil situación venezolana, a la cual eligen volver, pese a todo. Escapando de la pandemia y de la crisis económica.

En su su cuenta de Twitter, la periodista brasilera Fania Rodrigues (@FaniaRodrigues) está registrando estas historias, desde el límite entre Venezuela y Colombia, con abundante material. En diálogo con El Ciudadano, la cronista relató: “Es un problema más económico que de salud. Se trata de venezolanos que en algún momento migraron a Perú, Colombia y Ecuador, en busca de una vida mejor. Que ahora están volviendo a su país, tras la aparición del coronavirus. Son muy humildes y vivían todos del día a día, de lo que podían generar con trabajos informales, actividades vinculadas al turismo o la venta callejera. Estaban en su mayoría en pensiones, de las que están siendo expulsados por no poder pagar la renta mensual, debido a la parálisis económica en la que se sumieron las grandes ciudades de Colombia con la cuarentena sanitaria, sobre todo para el sector comercial, hotelero y gastronómico. Estaban ya muy al límite. Y se trata de inmigrantes que no tienen acceso a mecanismos de ayuda oficial. Se juntan en plazas al ser desplazados de los lugares que habitaban. Y la policía los obliga a moverse de ahí, porque no están permitidas las aglomeraciones. Sin papeles de ciudadanía legal, tampoco pueden pedir ayuda al Estado. Y así es que se ha conformado un ‘puente sanitario’ que va desde Cali a la frontera con Venezuela, en Táchira. Viajan, algunos, en colectivos que envió el gobierno venezolano especialmente. La mayoría van a pie”.

Fania es fotógrafa y registra con imágenes y videos las historias. Como la de Tony Vázquez, de 21 años, que volvió de Perú adonde no había podido conseguir ingreso estable. “Trabajé en una fábrica de cartón y en un restaurante, ahora no tenía nada”. Caminó hasta la frontera peruana con Ecuador. Y como estaba cerrado el paso a Colombia por el coronavirus, tuvo que pagar a intermediarios para pasar por un cruce ilegal por la selva. O la de Yara Vicente, que volvió de Bogotá con sus tres hijos. En la capital colombiana se las rebuscaba como vendedora ambulante.

El líder opositor en Venezuela, Juan Guaidó, es reconocido como presidente interino por el gobierno colombiano de Iván Duque. Por los cual, problemas diplomáticos mediante, la embajada venezolana en Colombia, administrada por Guaidó, está cerrada. Matías Pacheco, argentino que vive hace algunos años en el municipio de Apure, en el límite entre Venezuela y Colombia para, también habló con El Ciudadano: “El 17 de marzo se inició en Venezuela lo que se dio en llamar ‘Cuarentena social y colectiva’. Por acá muchos empezaron a pasar por pasos irregulares, que en el lugar se conocen como trochas. Hay 250 kilómetros de frontera en esa región. El 5 de abril, se logró organizar de manera más ordenada el paso por Migraciones. Al llegar, se toma la temperatura y se aísla los migrantes, en a los albergues que dispuso el Estado venezolano en una universidad local. Deben quedarse 15 días aislados allí los que retornan en una especie de campamentos, con el control de la Policía Bolivariana que custodia que no se vayan del lugar, hasta que finalice su período de cuarentena, ante la posibilidad de que sean portadores asintomáticos”.

Al cierre de esta nota, habían ingresado oficialmente por este paso fronterizo en Venezuela más de 2 mil personas. Previo a que se formalice la situación, habían sido muchos más. En Guatemala, este sábado, el presidente de ese país, Alejandro Chamatey, denunciaba en conferencia y con barbijo, que de los migrantes deportados en las últimas horas por los Estados Unidos, 12 habían dado positivo de coronavirus. La migración de los más vulnerables hacia la tierra en que nacieron y el destrato de los gobiernos en los países en los que buscaban un destino hasta ayer nomás, otra cara de la pandemia que está marcando un mojón importante en la historia moderna.

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