Por: Rodrigó Arévalo
Banderas celestes y blancas, camisetas de la selección por todas partes. El sonido de las trompetas despertó bien temprano a los rosarinos, quienes a medida que se acercaba la hora del partido fueron abandonando las calles para llenar los bares.
“Hay gente desde las 7 de la mañana”, repetía el recepcionista de un bar de Avenida Pellegrini. Exactamente así fue, todos buscaban un espacio en este lugar que poco a poco se transformaba en una sucursal del Soccer City a kilómetros de distancia.
Llegó la hora y el encuentro comenzó. El toqueteo de la selección argentina empezó a avivar cada vez más a la gente, que alentaba como si estuviese en la cancha. Es que a eso se asemejaba porque, aunque parezca mentira, en Rosario también sonaban las tan polémicas vuvuzelas.
La selección deleitaba a la gente con su fútbol y un estallido ensordecedor hizo temblar el bar cuando el coreano Park Chu-Young metió la pelota en su propio arco tras el centro de Maxi Rodríguez, quien cada vez que aparecía en pantalla arrancaba aplausos de la gente; lo mismo pasó con Ángel Di María y Lionel Messi, también rosarinos.
El segundo gol de Argentina, marcado por Gonzalo Higuaín, levantó aún más el griterío y la confianza de la gente, que ya preveía el final. “Ahora los goleamos”, decía Gustavo, un estudiante que se acercó hasta el bar para ver el partido con sus amigos. Pero su rostro cambió completamente cuando Lee Chung-Yong aprovechó un error de Martín Demichelis y marcó el descuento para los coreanos.
El final del primer tiempo dejó preocupada a la gente, que, a pesar de estar conforme con la victoria, hizo un espacio para las críticas. “No hay que dejarles espacios, los coreanos son rapidísimos”, dijo Germán mientras dialogaba con sus amigos.
El segundo tiempo comenzó y los rostros de preocupación eran la postal del bar. Corea del Sur llegaba y la selección pasaba su peor momento en el partido. El mano a mano que Yeom Ki-Hun desperdició hizo pensar que los asiáticos podían empatar, pero al rato llegó la tranquilidad.
Higuaín metió el 3 a 1 y la algarabía retornó ésta vez para quedarse hasta el final. Al grito de “vamos, vamos Argentina”, la gente volvió a alentar como en el primer tiempo. El cuarto gol, también anotado por el Pipita, logró que los mismos hinchas que cuestionaban el funcionamiento durante el entretiempo exclamen frases como: “Vamos que salimos campeones”.
El final indicado por el árbitro belga levantó a la gente y la hizo cantar casi hasta perder la voz. “Este equipo ilusiona”, comentaron varios por lo bajo. Los rosarinos, al igual que todos los argentinos, vieron el potencial de esta selección en casi todo su esplendor ante el que se pensaba el rival más complicado del grupo. El canto final de la gente en el bar fue la muestra de la confianza que generó la goleada ante Corea: “Que de la mano de Maradona, todos la vuelta vamos a dar”.