Hace cinco años el enorme complejo City Center abrió sus puertas en el corazón de Las Flores modificando la fisonomía y costumbres de un barrio que en la actualidad exhibe, según el relato de sus propios vecinos y por la imagen reflejada en los medios de comunicación de la ciudad tras el desmantelamiento de la afamada banda de Los Monos, una doble cara. Con un amplio contraste entre el movimiento diurno y nocturno, la zona comprendida entre bulevar Oroño, el arroyo Saladillo y la avenida Batlle y Ordóñez registró un importante cambio en materia de infraestructura, un lavado de cara que favoreció una mayor y mejor circulación de vehículos y servicios públicos. Sin embargo, si bien los comerciantes valoraron que este aumento de flujo impactó positivamente en las ventas también ven en esto un aspecto negativo: la tranquilidad que caracterizaba al barrio en el pasado fue reemplazada por el ruido constante y por la aparición de ciertos grupos que obligan a muchos vecinos a volver a casa cuando apenas baja el sol.
“Vemos un importante cambio, empezando por la limpieza. El tema de la seguridad está un poco más controlado, pero principalmente gracias a la Gendarmería porque ya nadie respeta a la Policía de acá (por la de Santa Fe). Cambió mucho también el tema del movimiento que hay en la zona. Todo el tiempo circulan autos”, analizó con frialdad Griselda, propietaria de un almacén.
“En el tema infraestructura noté muchos cambios porque estoy desde antes de que llegara (el casino). Se hizo toda la avenida e iluminación nueva y se incrementó la cantidad de líneas de colectivo y taxis. Además, tenemos mucha más presencia policial, aunque se nota principalmente en avenidas. Lo que se perdió mucho es la tranquilidad del barrio: la gente prácticamente no duerme”, evaluó por su parte José, titular de una verdulería.
En tanto, para Claudio, dueño de una rotisería, esta renovación de fachada se tradujo en una mayor circulación vehicular en el barrio, aunque ello no necesariamente representó un incremento en las ventas producto del complejo escenario del país en materia económica, según evalúa el comerciante.
“Hay un poco más de ventas porque hay más movimiento, pero no puedo afirmar que trabajo más gracias al casino. Tampoco ayuda demasiado la situación económica. No hay un mango”, afirma.
La llegada del hotel Pullman y el casino City Center tuvo un importante impacto sobre la avenida Batlle y Ordóñez: el tramo desde San Martín a bulevar Oroño fue pavimentado a nivel definitivo, con la construcción de un cantero central, así como la colectora a Circunvalación.
Asimismo, se avanzó en la renovación del paso a nivel en calle San Martín con la construcción de una rotonda, barreras automáticas, señalización y obras hidráulicas complementarias.
Las obras fueron licitadas por el municipio con fondos aportados por la empresa Casino Club SA, que apenas tres meses después de su instalación en la zona sur de la ciudad se convirtió en el principal contribuyente de la Municipalidad en concepto de Derecho de Registro e Inspección (Drei), triplicando el monto del que se encontraba en segundo orden.
“Acá tenemos dos escuelas cerca, una de ellas secundaria (en referencia a Nuestra Señora de Itatí y la Técnica N° 407). En el horario en que los chicos salen esto se transforma en un hormiguero de gente que se ve de cierto modo en peligro por la gran circulación de autos. Además, tenemos el movimiento propio del supermercado Libertad y de la estación de servicio. Hay gente las 24 horas del día”, insistió José.
Seguridad, una preocupación
De acuerdo con el relato de José, “en la avenida (por Batlle y Ordóñez) se ve un poco más la presencia policial”, aunque en el interior del barrio la realidad es otra. “Muchas zonas siguen siendo igual de inseguras”, indicó.
Asimismo, reclamó, como otra pata dentro del tema de la seguridad, la instalación de un centro público de salud para atender los casos más graves de accidentes de tránsito –otro de los efectos del incremento de flujo vehicular– que generalmente son trasladados al hospital de Emergencias Clemente Álvarez (en Pellegrini y Vera Mujica).
“Hay muchos accidentes y lo más cerca que tenemos es el Sáenz Peña. Si bien la ambulancia llega en dos minutos, los casos más complejos los trasladan al Heca, que nos queda en la otra punta de la ciudad”, detalló el comerciante.
En consonancia con esta posición, Griselda reconoció que la situación en horario nocturno es compleja y que recién notó un cambio en la zona con el patrullaje de las fuerzas federales ya que “la investidura del policía de Santa Fe no la respeta nadie”.
“Hasta ahora hemos tenido suerte. Yo tengo que cambiar el horario porque a la noche cambia el público. En horario diurno trabajamos con el barrio, pero a partir de las 18 la gente cambia. La mayoría de los vecinos se guarda y empieza a aparecer la que circula de noche, que está metida en el tema de la droga”, confió.
Del barrio al casino
Según revelaron los propios vecinos entrevistados, es mucha la gente de la zona que asiste regularmente al casino con “la falsa ilusión de que en algún momento va a cambiar su realidad económica”.
“Es muy lindo. Por un momento es como entrar a Hollywood, aunque nada tiene que ver con el barrio”, comentó entre risas Griselda.
Por su parte, Claudio contó que el flujo de personas que circula por las inmediaciones del casino, en su mayoría “adultos muy bien vestidos”, aumenta considerablemente después de las 17, aunque los fines de semana son los jóvenes los que van a probar suerte a la sala de juegos.
“Hay gente que se deja atrapar por el juego. Algunos me cuentan que llegaron a ganar hasta 8 mil pesos en una noche y que después terminaron hasta pidiendo plata prestada”, ejemplificó.
La parte oscura detrás de las ilusiones
La llegada del casino City Center a la zona sur de la ciudad puso en agenda el problema de la adicción al juego. Según explicó a El Ciudadano el vicepresidente de la Comisión de Prevención de Adicciones y Control del Narcotráfico de la Cámara de Diputados de la Nación, Fabián Peralta, en los últimos veinte años se registraron importantes cambios en lo que refiere a las salas de juego. El principal aspecto señalado es que estos complejos comenzaron a instalarse en casi todas las ciudades más importantes, cuando anteriormente lo hacían solamente en lugares turísticos, ascendiendo en número a más de 400 en todo el país.
“Otro componente es la incorporación de las máquinas tragamonedas, que desde el tema de la adicción tiene mucha influencia por el escaso tiempo que transcurre entre la apuesta y su resultado”, reveló.
En este escenario, el aporte del Estado “es casi nulo” ya que no cuenta con “una fiscalización concreta desde el punto de vista sanitario de lo que son los programas de juego responsable y la atención que se debe brindar a los adictos”, que representan el 3 por ciento de la población y que, por otro lado, son los que poseen mayor índice de suicidio.
El legislador resaltó que el casino de la ciudad incumple disposiciones como el registro de autoexclusión, en el que el propio adicto puede incluirse, obligando a la seguridad de las salas de juego a que le nieguen el ingreso.
Ante ello, consideró indispensable aprobar el proyecto de creación del Observatorio sobre Ludopatía, con estado parlamentario, para que la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) “realice una evolución de cada uno de los comportamientos adictivos” de modo de poder tener datos concretos a la hora de elaborar políticas.
“El juego cambió mucho en cuanto a salas, poca fiscalización del Estado y cantidades que se apuestan”, afirmó al tiempo que rechazó las campañas de casinos que realizan donaciones por apuesta realizada: “Que se diga que gracias al juego se garantice una copa de leche distorsiona totalmente el mensaje”, aseveró.