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El sábado

Con referentes de la literatura, el dibujo y el arte, la Feria del Libro homenajeó a Fontanarrosa

A poco de cumplirse 15 años de su muerte, el escritor fue recordado en el auditorio Angélica Gorodischer del Centro Cultural que lleva su nombre. El evento contó con la moderación de Florencia Balestra y Horacio Vargas, y con los testimonios de Juan Sasturain y Ana María Shua


Por Mateo Fabre, Télam

Con referentes de la literatura, el dibujo y el arte, la Feria del Libro de Rosario homenajeó el sábado por la noche a Roberto Fontanarrosa a poco de cumplirse 15 años de su muerte a través de un recorrido emotivo que arrancó en su infancia y llegó a su consagración como un “artista total”, portador de “un oído muy atento al habla coloquial” y con el talento suficiente para ser al mismo tiempo “un gran humorista, un extraordinario dibujante y un gran narrador”, según algunas de las definiciones que circularon a lo largo del tributo.

Ante un público de edades variadas que se congregó en el auditorio Angélica Gorodischer y bajo la moderación de la dibujante y diseñadora Florencia Balestra y el biógrafo oficial de Fontanarrosa, Horacio Vargas, el homenaje al autor de El mundo ha vivido equivocado se articuló a través de los testimonios del director de la Biblioteca Nacional (BN), Juan Sasturain, y la escritora Ana María Shua.

Al comienzo del tributo, Vargas definió la personalidad de “El negro” en su infancia “con su aversión a la escuela, su extrema timidez y su arrasadora creatividad desarrollada en las tardes de juego, durante la siesta en su casa del edificio en Catamarca 1421”, mientras se proyectaban en el fondo del escenario sus fotos de niño, extraídas del archivo familiar.

“Para mí fue un padrino, gracias a él pude trabajar con mucha gente como Hermenegildo Sabat o María Elena Walsh. Yo andaba volando en un mundo muy masculino 30 años atrás, y él me abrió puertas”, aseguró por su parte Balestra.

A la hora de describir el trabajo del creador de grandes personajes de la historieta como Boogie, el aceitoso o Inodoro Pereyra y su ladero canino Mendieta, Balestra señaló que Fontanarrosa “sabía tratar las costumbres populares, tenía un oído muy atento al habla coloquial, era una mosca para captar todo lo que ocurría a su alrededor”.

“Fue un tipo compulsivo del dibujo con una habilidad increíble a pesar de que decía que no era buen dibujante, un exquisito, una mirada aguda, brillante y mordaz sobre los estereotipos argentinos”, lo definió.

A lo largo de su vida, Fontanarrosa publicó tres novelas y quince libros de cuentos como El mayor de mis defectos, Uno nunca sabe, La mesa de los galanes y Los trenes matan a los autos, algunos de los cuales fueron dramatizados, convertidos en obras teatrales y llevados al cine o a la televisión. La admiración, el reconocimiento y el valor por la amistad que cultivó a lo largo de su vida lo hicieron depositario, luego de su muerte el 19 de julio de 2007, de gran cantidad de homenajes que pasaron desde un documental sobre su propia vida, esculturas de su figura y de sus personajes más emblemáticos hasta la creación de un centro cultural que lleva su nombre en la ciudad de Rosario.

Para el escritor y director de la Biblioteca Nacional (BN), Juan Sasturain, “los temas de Fontanarrosa pueden ser muy puntuales y en casos como en el de Inodoro Pereyra –ejemplificó– absolutamente locales, casi herméticos para otro tipo de lectores”. Y agregó: “Él nunca pensó en hacer humor internacional para venderlo en todo el mundo. Nunca pensó cuando escribía a quién le iba a vender lo que hacía. Hizo las cosas más inmediatas, más cercanas a aquello que percibe y le gusta”.

“Fue un gran humorista, un extraordinario dibujante y un gran narrador. En cualquiera de esos órdenes si hubiera hecho nada más que dibujar, si hubiera hecho nada más que humor o si hubiera hecho nada más que escribir relatos, estaría siempre entre los mejores, por eso decimos que Fontanarrosa era un artista genuino y total, de los grandes artistas que hemos tenido los argentinos en el siglo XX y comienzos del siglo XXI”, definió Sasturain.

A su turno, Ana María Shua -que según refirió conoció a Fontanarrosa “de la mejor manera que se puede conocer a un escritor, leyéndolo”- resaltó que “si una virtud extraordinaria tuvo fue la de captar el lenguaje coloquial: lo que hacía era escuchar maravillosamente”. Releyendo algunos de los más de 300 cuentos que publicó, Shua advirtió que en muchos de ellos, Fontanarrosa realizaba la operación narrativa “de describir a un grupo de dos amigos charlando en un café, cuando uno le cuenta a otro una situación con otra persona”.

“Me quedé pensando en lo que (Juan José) Saer intenta hacer en «Glosa». Escribe una novela muy larga y un poco aburrida y Fontanarrosa logra el mismo efecto cortito y al pie y es una cosa maravillosa”.

Sobre el final del encuentro realizado en la carpa exterior del Centro Cultural Fontanarrosa, en donde los últimos 9 días se celebró la Feria del Libro, Shua dijo: “Todos queremos a Fontanarrosa pero eso no es todo, lo más importante es que él nos quiere a los argentinos, nos conoce y sin embargo nos quiere”. Y cerró: “Sabe de nuestros pecados, los comparte, nos perdona; y si Fontanarrosa nos quiere, algo de bueno debemos tener los argentinos”.

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