Claudia Domínguez luchó durante años contra un mal que pocos entendían y que se había apoderado de su hija. La pequeña tenía 13 años cuando seducida por los animé japoneses comenzó a jugar los llamados juegos de rol, hasta que empezó a ser víctima de un acoso virtual que transformó su vida. Su madre viajó, desenmascaró a la acosadora y logró pelear por algo que es hoy casi una realidad, que la ley contemple este tipo de delitos. Hace 15 días la Cámara de Diputados de la Nación aprobó y devolvió al Senado un proyecto de ley que penaliza las acciones deliberadas de una persona adulta para ganarse la confianza de un menor a través de internet con el fin de obtener concesiones sexuales, más conocido como grooming, y dio media sanción a otro que apunta a prevenir el acoso escolar. En ese marco, Domínguez, que es de Buenos Aires, pasó por Rosario para participar de actividades, incluida una charla con alumnos en el Instituto Zona Oeste junto a su director Arístides Álvarez, quien también participó de los debates en el Congreso. La mujer contó a El Ciudadano su lucha, que traspasó fronteras, hasta llegar a quien acosó a su hija. “Con un click le quitaron la inocencia a mi hija”, sintetizó.
—¿Qué es el grooming?
—Es toda estrategia realizada por un mayor de edad a través de un medio de comunicación electrónico –internet, mail, redes sociales, chats, celulares, entre otros– con el fin de ganar la confianza de un menor y obtener concesiones de índole sexual.
—¿Cómo se dio cuenta lo que le estaba pasando a su hija?
—En el 2007 ella tenía 13 años y empezó a navegar en internet. Visitaba salas y personas que consumían mangas, que son juegos de rol donde los jugadores interpretan personajes imaginarios a lo largo de una historia o trama en la que interpretan sus diálogos y describen sus acciones, no hay un guión a seguir. Son formatos de series de animación, conocidas como animé o de imagen real de películas, videojuegos y novelas. Mi hija perdió su estabilidad emocional, dejó de hacer deportes, inglés, guitarra, le empezó a ir mal en el colegio, se aisló y pasaba la mayor parte del tiempo conectada a la red. Pasaron cinco meses. Sentí que la red me había quitado a mi hija. No era la persona que yo había criado. Empezamos a ver oscuridad en su mirada.
—¿Cómo pudo saber qué es lo que su hija hacía en internet?
—Mi hija fue atrapada en la manga japonesa de los juegos de rol. Se llaman animé y dentro de esas prácticas van naturalizando a los chicos mediante la traducción de su idioma. Lo que sería para nosotros “hacer el amor”, en la traducción ellos lo toman como “violación”. El Hentai es un juego que tiene sexo explícito 100 por ciento. Y así van naturalizando a los chicos que es “normal” tener sexo con violencia. Las historias son muy fuertes y todos van marcando una manipulación psicológica. Por ejemplo Japón comercializa estos juegos pero allí están prohibidos y penalizados.
—¿Cómo fue el proceso para recuperar a su hija?
—Me cree una identidad virtual falsa, aprendí a jugar y me metí en el juego. Lo gané y cerré un portal del juego de red. Me llevó casi tres años. Ahí descubrí lo que son las bandas dentro de internet. Aunque parezca todo virtual, también pasa en la vida real: delitos, ciberbullying, grooming. Lo que más me llamó la atención era cómo estaba naturalizado el tema del delito como el abuso. Duele que tomen a una generación de chicos como que son “muy sexuales”. Hay que volver a lo de antes, no es natural ser muy sexual a esa edad y no tienen que perder la inocencia. Con un click le quitaron la inocencia a mi hija. Costó recuperarla, pero descubrimos quién era. Estuve afuera del país 5 meses.
—¿Cómo llegó a dar con la persona que acosó a su hija?
—No vivía en Argentina. La identidad virtual era falsa y era una mujer la cual tenía no sólo a mi hija dentro de sus datos, sino a otros 25 menores más. Cuando empecé a investigar detecté que era de México. Ahí me crucé con María Isabel Cristensen, una Trabajadora Social de México que está en red, para acciones urgentes de este tipo. Recorrimos todo México hasta que la encontramos y me inserté dentro de su familia. Conocí a sus amigos, su vida, su entorno, y le dije finalmente quién era yo. La mujer tenía 32 años. Era una persona con una elección de género y no se lo había dicho a su familia. Utilizaba la red para desahogar esa presión de la sociedad y su familia.
—¿Cómo fue la vuelta al país?
—Le conté a mi hija que era una persona normal, que no podía ejercer poder sobre ella. De a poco nos fuimos recuperando. Estuve casi un año y medio en el campo, fuera de la tecnología.
—¿Qué aprendieron a lo largo de esta lucha?
—Nos enseñó derechos, los míos, los de mi hija, a ser psicólogos, abogados, trabajadores sociales. Nos leímos el Código Penal y entendimos que tiene que evolucionar. Y armamos todo tipo de estrategias: desde ir a golpear puertas y hablar con los legisladores, hasta encadenarnos. Hoy tener una ley de grooming es un derecho. El Estado tiene la obligación de tomar parte ante cualquier tipo de abuso de integridad sexual de un menor.
—¿Cómo se puede prevenir?
—Hay que sentarnos en la máquina con nuestros hijos y aprender a compartir. Facebook es público y si mi hijo es menor de edad, soy la madre, tengo derecho a mirarlo. No estoy en contra de internet, soy una mamá cien por ciento navegante. Que los padres no tengan miedo al chantaje, se puede salir. El daño psicológico existe y a veces deja huellas más fuertes que el daño físico.
—¿Qué mensaje les puede brindar a los padres?
—La educación es el camino. internet reemplazó muchas cosas en nuestras vidas pero hasta hoy no reemplazó la mirada en el otro cuando hablamos. Nosotros les decimos a los chicos: tu cuerpo es tuyo y nadie puede hacerte nada, vos elegís qué querés hacer. Hay que dejarles ese mensaje. De lo único que no se puede volver es de la muerte. Mi hija va a cumplir 20 años y ya empezó a viajar sola en colectivo. Tengo marcas en el cuerpo de los enfrentamientos con mi hija. Es doloroso, pero transmitimos el mensaje para que los padres estén alertas.
¿Qué son los juegos de rol?
A fines de los 60 se desarrolló en Estados Unidos un nuevo concepto de juego, donde no había reglas estrictas. Se basaba en la interpretación, en el diálogo, la imaginación y en el sentido de empresa y aventura, y se lo llamó juego de rol. Los jugadores interpretan personajes imaginarios a lo largo de una historia o trama en la que interpretan sus diálogos y describen sus acciones. No hay un guión a seguir ya que el desarrollo de la historia queda por completo sujeto a las decisiones de los jugadores. Dentro de la red encontramos diferentes juegos de rol basados en Manga Japonesa llegando a públicos diferentes y edades diversas. Motivan múltiples adaptaciones a distintos formatos series de animación, conocidas como animé o de imagen real películas, videos juegos y novelas. Es habitual que los aficionados a la manga en lugar de usar clasificaciones por género, clasifiquen las historietas en función del segmento de población al que se dirigen: Kodomo Manga, dirigido a los niños, Shonen Manga para los adolescentes y Shojo Manga para las chicas adolescentes. Hoy hay miles de juegos de rol diferentes en todo el mundo, redactados en más de una docena de lenguas.
Números oficiales
El 51 por ciento de los niños de 4 a 18 años se conecta diariamente a internet, según la Sociedad Argentina de Pediatría.
En los grandes centros urbanos de la Argentina el 64,4 por ciento de los adolescentes de entre 13 y 17 años navegan sin la compañía de un adulto, y el 27,1 por ciento de ellos dice usar las redes sociales para conocer nuevos amigos, según Unicef.
El 31 por ciento de los padres desconoce el apodo que utilizan sus hijos en internet y el 52 por ciento tampoco sabe los nombres que usan sus amistades, según la Sociedad Argentina de Pediatría.
En el mundo hay alrededor de 750.000 pedófilos conectados permanentemente a las redes (ONU).
El 30 por ciento de los adolescentes dicen haber sido víctimas de acoso sexual en el chat y sólo el 7 por ciento de ellos se lo cuenta a sus padres por temor a que le limiten el acceso a internet, dato de Unicef.