El papa Francisco, argentino hijo de emigrantes italianos y que se declara defensor de pobres y desfavorecidos, condenó ayer con firmeza en la isla siciliana de Lampedusa, en el sur de Italia, la “globalización de la indiferencia” ante el drama de la inmigración ilegal.
“La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia”, advirtió el Papa en su primer viaje oficial como pontífice.
“Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraternal”, clamó durante la misa que ofició en el pequeño estadio de la isla, puerta de entrada a Europa de miles de indocumentados que sueñan con una vida mejor.
En su visita, el Papa lanzó una corona de flores al mar en homenaje a los 20 mil inmigrantes muertos que se calcula perdieron la vida en el mar intentando llegar a Europa en las últimos veinte años, y se reunió con inmigrantes alojados en la isla, ubicada a 113 kilómetros de las costas de África.
“La cultura del bienestar (…) nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en una burbuja de jabón: bella, pero vacía”, dijo.
Francisco pidió perdón a los “inmigrantes que han muerto en el mar, en barcos que en vez de ser un camino de esperanza se transformaron en camino de muerte”.
“Con esta liturgia, que es una liturgia de penitencia, pedimos perdón por la indiferencia de hermanos y hermanas, pedimos perdón por habernos acomodado, por habernos encerrado en nuestro bienestar que anestesia el corazón”, dijo en su invocación.
Igualmente, pidió perdón para “aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas”.