El ingreso de funcionarios radicales a la gestión del Ministerio de Seguridad de la provincia acarreó algo de ruido político, provocado por un sector de la UCR que se sintió dejado de lado. Si se quisiera usar como metáfora una competencia automovilística, habría que decir que el incidente no fue otra cosa que la prueba de clasificación en la que los distintos corredores del gran premio por la Casa Gris 2015 definen desde qué lugar de la grilla largarán la carrera.
El área de Seguridad y sus políticas están en pleno proceso de transformación, aprovechando el oxígeno que significó la llegada de las fuerzas federales a Rosario. Como se adelantó la semana pasada, la reestructuración se da tanto en el plano operativo-organizativo de la Policía como en el staf de conducción política de la fuerza.
Todos menos uno
En lo operativo, el Ministerio de Seguridad definió que cada una de las 51 ciudades de la provincia tendrá su jefe de policía, estructura que llevará progresivamente a la extinción de las actuales unidades regionales y su reemplazo por cinco regionales. En los papeles esto implica el involucramiento definitivo de los gobiernos locales en la seguridad, la posibilidad de controlar de cerca la labor de la Policía y cooperar a la hora de intercambiar información y establecer prioridades.
En cuanto al staff de conducción, el Ministerio generó un coordinador político de seguridad en cada uno de los cinco nodos regionales, los cuales terminaron de asumir la semana que pasó.
Veamos el esquema y sus protagonistas. En la Secretaría de Control de fuerzas de seguridad el nombre de Ignacio del Vecchio lo propusieron los radicales del MAR; como coordinador del nodo Reconquista asumió un concejal vinculado con el espacio del ARI de la gobernadora de Tierra del Fuego Fabiana Ríos pero muy compenetrado con la gestión del intendente Jacinto Speranza, referente del MAR en el norte; en Rafaela fue un ex presidente comunal y ex diputado en acuerdo con el único senador del Frente Progresista de ese nodo; en Venado Tuerto un ex jefe comunal enrolado en el GEN; en Rosario un cuadro de la Coalición Cívica que revistaba como segundo en Control y Seguridad Ciudadana de la Municipalidad; y en Santa Fe Picca, un socialista de la ciudad de Esperanza. Y fue este último caso el que hizo ruido político.
Corral y el grupo Escarapela
El intendente de Santa Fe José Corral tiró la bronca porque no se lo consultó. En señal de protesta no asistió al acto de asunción de los nuevos funcionarios. El reclamo tiene lógica desde el punto de vista del peso de su ciudad y la complejidad que enfrenta en materia de seguridad.
Corral es muy bien valorado entre los socialistas más encumbrados de la Casa Gris. Elogian el nivel de diálogo y la posibilidad de coordinar entre provincia y ciudad, cuestiones que en tiempos que Hermes Binner era gobernador y Mario Barletta intendente no funcionaba en forma aceitada, sobre todo en los últimos dos años que coincidieron sus gestiones.
Por eso no pareciera que la designación de Picca tenga que ver con Corral, sino con el sector político que lo sustenta. El grupo Escarapela (su mayor referencia es Barletta) es el que ambiciona discutirle el liderazgo del Frente al socialismo. Y en esa pulseada, ahora que todos empiezan a posicionarse en la grilla para las elecciones de 2015, fueron los únicos que en esta oportunidad se quedaron sin un espacio en Seguridad. Con el agravante, podría inferirse, de que le designaron un funcionario que no es del palo en su propia casa.
Mario Barletta ya hizo pública su intención de volver a competir por la candidatura a gobernador del Frente Progresista en 2015. Sus últimos movimientos y posicionamientos van en ese sentido. Vale aclarar que entre tantas variables que falta definir, será clave el devenir del FAU a nivel nacional, que mucho puede influir en el armado electoral provincial.
Volviendo a Santa Fe, los primeros movimientos de Barletta y el grupo Escarapela llevaron al gobernador Antonio Bonfatti y al socialismo a darse una estrategia de contención para los socios minoritarios de la coalición y para los sectores de la UCR que construyen por fuera de ese núcleo de poder partidario con eje en las gestiones de la Municipalidad de Santa Fe y la Universidad del Litoral. Tener la lapicera de gobernador facilita bastante la tarea, aunque no es garantía de nada.
Como parte de esa estrategia de contención también puede encuadrarse la incorporación en segundas y terceras líneas de la Intendencia de Rosario de funcionarios del MAR y la CC-ARI (y el protagonismo que el Palacio de los Leones le habilita al concejal Carlos Comi).
Desde la Casa Gris hace mucho tiempo salieron señales hacia el senador Rubén Giustiniani. De hecho los socialistas que permanecen a su lado ocupan lugares en distintas áreas de gobierno. Golpeado tras el tercer lugar en la primaria de 2011, Giustiniani insiste en que presentará candidatos en todas las categorías. El tiempo dirá si tiene necesidad de semejante esfuerzo. No pareciera que entre los ganadores de aquel desafío haya ánimo de tirar por la ventana a quien viene de ser senador de la Nación por doce años.
En las buenas y en las malas
Sin embargo no es tanto la decisión de volver a disputar la candidatura a gobernador lo que abre distancias entre Barletta y el socialismo, sino cierto desentendimiento del sector que lidera de la gestión provincial, en especial a la hora de procesar los tragos amargos.
“Se los escucha hablar y criticar como si no tuvieran nada que ver, si no fueran parte”, suelen quejarse en las filas socialistas, y recuerdan que los ministros de Obras Públicas y de Producción son Julio Schneider y Carlos Fascendini, y que el grupo Escarapela ocupa innumerables puestos de gobierno en segundas y terceras líneas. Observaciones similares sueltan funcionarios y legisladores del MAR sobre sus correligionarios.
La pregunta a esta altura es si los recientes acuerdos alcanzados entre el grupo Escarapela y el MAR para la conducción partidaria pueden traducirse en un entendimiento en el que la postulación del diputado Mario Barletta –hoy por hoy la figura radical de mayor peso electoral en Santa Fe– sintetice a todo el radicalismo.
Dicho de otro modo: ¿la alternancia en el poder que reclama Barletta a favor de su partido puede convertirse en la bandera que unifique a los radicales? Trasladada la pregunta al otro sector radical, el MAR, la respuesta es la siguiente: “Cuando llegue el momento nos sentaremos a conversar; pero si es para instalar una disputa que ponga en riesgo la permanencia en el gobierno, que no cuenten con nosotros”.
También otras variantes radicales ponen sobre la mesa la alternancia en el gobierno, entre ellos el sector Cauce, del vicegobernador Jorge Henn, o los radicales de Rosario vinculados con la UNR, entre otros.
Esto es política
En el Frente Progresista todos saben que la alternancia es una herramienta útil a nivel discursivo, pero que en la práctica nadie se va a suicidar cediendo en un papel lo que podría ganar en las urnas. No lo hacen los socialistas, ni lo harían los radicales. No se hace en las ciudades donde el Frente gobierna a través de jefes comunales radicales. Menos cuando la ley electoral, a través del sistema de primarias, potencia y legitima candidatos a través del voto popular. Lo opuesto es la Concertación chilena, que suena muy virtuosa pero puede terminar como en Chile, con la derecha rabiosa en el poder y el progresismo en la tribuna.
Dicho de otro modo: la posibilidad de la alternancia en el Frente Progresista ya está habilitada. Sólo hace falta un precandidato radical que le gane una elección a Miguel Lifschitz.