A mediados de 2016, un hombre de 32 años fue secuestrado por policías del Comando Radioeléctrico de Casilda, torturado en inmediaciones del frigorífico Rafaela y abandonado con lesiones a la intemperie, en pleno invierno, a la vera de la ruta 26. Este martes, cuatro de los uniformados que participaron de la feroz golpiza fueron condenados a tres años de prisión condicional e inhabilitación para ejercer cargos públicos por el doble de ese tiempo. Así lo dispuso el juez Carlos Pareto tras encontrarlos culpables de los delitos de privación ilegítima de la libertad y vejaciones, agravados por el uso de violencia. Los policías fueron defendidos por el abogado Sergio Casas.
Luego de dos años de trámites, el juicio oral contra los cuatro policías santafesinos comenzó el 3 de octubre pasado y terminó este martes con condenas menores a las que había solicitado el Ministerio Público de la Acusación (MPA). La fiscal de la Unidad de Violencia Institucional, Karina Bartocci, acusó por tormentos físicos a los agentes Leonardo Javier Frangi, de 40 años; Diego Sebastián Facino, de 37; Emiliano Sebastián Barticevic y Emir Jonatan Cabral, ambos de 35, y pidió que todos sean condenados a cuatro años de cárcel efectiva y ocho de inhabilitación. Las penas fueron menores y ninguno de los uniformados pasará por prisión.
Durante el juicio se conoció el estremecedor relato de Sebastián G., alias Viejita, quien fue obligado por la fuerza a subir a un móvil policial sin que ningún efectivo diera aviso de la detención a la Fiscalía de turno. El secuestro, según el relato de la víctima y la acusación fiscal, ocurrió la noche del 29 de junio de 2016 y se prolongó con tormentos físicos durante la madrugada del 30, en la ciudad de Casilda.
Bartocci dijo que en esa fecha, Viejita se encontraba en inmediaciones de Lavalle y Mendoza de esa localidad, y fue obligado por los policías, en su carácter de funcionarios públicos y encontrándose en el ejercicio de sus funciones en el Comando Radioeléctrico, a subir a un móvil ejerciendo violencia sin dar aviso correspondiente a la Fiscalía.
La fiscal dijo que luego de la detención ilegal, los uniformados trasladaron a la víctima a inmediaciones del frigorífico Rafaela, donde le propinaron golpes que le causaron lesiones, para volver a trasladarlo a un campo ubicado a mano derecha al costado de la ruta 26 (camino a la localidad de Fuentes), a unos 7 kilómetros de la ciudad de Casilda, donde lo siguieron golpeando para dejarlo abandonado y lesionado en el lugar.
Por su parte, el casildense torturado recordó en un programa radial la noche que lo levantaron, luego de salir de la casa de su madre de barrio Granaderos a Caballo: “Fui a comprarle cigarrillos a la vuelta. Hice casi dos cuadras y de repente apareció un patrullero con las luces totalmente apagadas y cuatro policías. Me empujaron y me metieron dentro. Dos policías adelante, dos atrás y yo en el medio. Y arrancaron”.
Sebastián continuó con su relato: “Fuimos en el vehículo hasta un camino cercano al frigorífico, ahí me bajaron y me empezaron a golpear hasta romperme la boca. Mientras tanto me decían de todo. En total eran ocho policías porque se sumó otro patrullero con cuatro más. Después de algunos minutos me cargaron otra vez en el móvil y pensé que la pesadilla había terminado, que me iban a llevar al Comando, pero no fue así”.
En entrevista con un medio casildense, Viejita contó que los policías “agarraron por la ruta 26. Hicieron más o menos diez kilómetros y ahí me volvieron a bajar. Me dieron con todo: golpes de puño, patadas y con la cachiporra. A lo único que atiné siempre fue a taparme la cara. Me molieron a palos. Incluso tiraron unos ocho tiros al aire”.
En la misma entrevista aseguró que en ningún momento le dijeron el motivo de la golpiza. “Reconozco que tengo antecedentes e incluso estuve preso años atrás, pero si ahora tienen pruebas de algo, que me las muestren y me lleven detenido. Pero no que me den semejante golpiza”.
Luego de los golpes recibidos en el camino a Fuentes, los policías lo abandonaron a la intemperie. “Me dolía todo el cuerpo. Casi no podía moverme. Como pude me puse de pie y empecé a caminar por el costado de la ruta. Pero cada vez que veía luces de frente me tiraba al pasto porque tenía miedo de que fueran ellos que volvieran para matarme”.
Como pudo llegó hasta la entrada de Casilda. “Me levantó un muchacho en un auto. Le pedí que me lleve hasta mi casa y me dejó a dos cuadras porque le dije mal la dirección, que por la golpiza no me acordaba bien cual era. Cuando estaba llegando salió mi mamá y empezó a retarme porque había pasado tanto tiempo sin volver, pero cuando me acerqué bien a la puerta y me vio, casi se desmaya. No podía creer como estaba todo lleno de sangre. Me senté en una silla y me desvanecí”, recordó.
Hecha la denuncia, el caso quedó en manos primero de la fiscal Marianela Luna; luego, la Unidad de Violencia Institucional presentó la acusación que este martes terminó con condenas en los tribunales de Rosario.