Duró un minuto. A las 14.34, dos custodios bajaron del camión de caudales y caminaron rumbo al banco Bersa de zona sur. No llegaron. En el trayecto los interceptaron tres albañiles que esperaban el colectivo en la esquina. Sesenta segundos después, dos de los que vestían overol huían con un millón de pesos. El tercero no vivió. Quedó tendido en la vereda, lleno de agujeros, junto a más de 50 vainas servidas. Fue a mediados de 2013. Una semana después, una pista del celular del hombre abatido llevó a la Policía a una clínica de rehabilitación, donde se llevaron a Tato y el Enano, entonces de 24 y 45 años. Desde entonces siguen detenidos. En marzo pasado, fueron condenados a ocho años de prisión y ayer, la Cámara de Apelaciones confirmó la pena. “Vamos a ir a la Corte Suprema”, adelantó uno de los defensores, que tildó de escandaloso el fallo de alzada: “Quieren justificar el encierro de dos personas durante cuatro años sin una sola prueba. El fallo es de una nulidad absoluta porque carece de fundamentación”, cuestionó el abogado José Nanni.
Fue un golpe millonario y sangriento. Ocurrió el 19 de junio de 2013 en San Martín al 4400, frente al Nuevo Banco de Entre Ríos (Bersa). En la esquina, tres hombres vestidos de albañiles, con cascos, herramientas y mochilas parecían aguardar la llegada del colectivo, pero sólo se movieron cuando apareció el camión de caudales, a las 14.34, según registraron las cámaras de vigilancia del banco. Un portavalores y un custodio que calzaba una ametralladora caminaron hasta la puerta, cuando uno de los ladrones le arrebató las dos sacas, con medio millón de pesos cada una. Entre los otros dos y el custodio iniciaron un desenfrenado tiroteo que dejó medio centenar de vainas, en su mayoría calibre 9 milímetros, y un trágico final: Walter Darío Ríos, de 39 años, murió cuando intentaba huir, con varios disparos, uno por la espalda. Además del arma, entre sus prendas le secuestraron un celular.
Mensajes
El celular tenía tres mensajes de los que se sirvieron los jueces para condenar. Dos del día previo al golpe que decían: “Amigo, agarrá la herramienta que está en la mochila dentro del auto, el auto está donde acordamos”; y “Vamos del enano”. El último fue enviado a menos de una hora del asalto: “Amigo, encará para el lugar”.
En marzo, el juez Julio Kesuani sentenció a Miguel Andrés Gauna, de 28 años y conocido como Tato y a Jorge Ramón Valenzuela, de 49 y apodado Enano, a ocho años de prisión por robo calificado por el uso de arma de fuego y los declaró reincidentes. Ambos fueron detenidos seis días después del golpe en el centro de rehabilitación Volver a la Vida, de Pellegrini y Sarmiento, una granja de puertas abiertas donde estaban desde antes del golpe. La resolución fue confirmada ayer por los jueces de alzada Gustavo Salvador, Carina Lurati y Carlos Carbone en una breve resolución. Para la defensa, el fallo no argumenta ninguno de los puntos apelados.
Según el abogado de Gauna, ni en el fallo de primera instancia ni en el de Cámara se pudo probar la presencia de los imputados en el lugar de los hechos. Nanni dijo que la sentencia de ayer convalida el fallo anterior “sin dar fundamentos” y no explica “ni una sola circunstancia” que pruebe que robaron el blindado.
“No se realizó reconocimiento en rueda de personas y la pericia sobre la filmación de la cámara de seguridad del banco no obtuvo conclusión incriminatoria hacia mi defendido”, argumentó el letrado, que además dijo que en el allanamiento no encontraron armas ni ropa ni celular ni mucho menos dinero. “¿Te parece que dos tipos se van a robar un millón de pesos, que hace cuatro años era mucho más dinero que hoy, y van a volver a la clínica donde estaban internados por orden de un juez?”, se preguntó.
También arremetió contra las peritaje telefónicas al advertir que hay una “parcialización de la prueba, porque el mismo celular que la Fiscalía utiliza para achacarle responsabilidad a Gauna al haber recibido los mensajes de texto, luego desconoce el celular en cuanto a la ubicación”. Según detalla en su apelación, la geolocalización de ese celular se activa a las 14.19 (del día del golpe) en los barrios Ludueña y Empalme Graneros de zona norte, siendo que hasta las 14.09 figuraba en avenida Pellegrini: “O sea que a las 14.34 llega el camión de Prosegur a San Martín al 4400 y a las 14.19 el celular de mi cliente se encontraba en zona norte”.
Un planteo similar hizo la defensora oficial Marcela De Luca respecto a Valenzuela, quien también reprochó que llegan a su defendido por un “informante”, siendo que antes las sospechas habían recaído en otras personas sobre las que no consiguieron constataciones. El juez Salvador confirmó y sus pares Lurati y Carbone consintieron.