A mediados de 2015, el juez de Sentencia 4º Julio Kesuani condenaba por primera vez a Matías Pera a tres años de prisión efectiva por el delito de robo agravado en ocasión de espectáculo deportivo. El hecho, más conocido como la “entangada de Diego “Panadero” Ochoa, había ocurrido en septiembre de 2010 en el paravalanchas del Coloso del Parque durante un partido entre Newell’s e Independiente. La pena fue considerada una exageración más mediática que jurídica para el abogado de Pera, Marcos Cella, quien apeló el fallo. Ayer, tres jueces de Cámara lo confirmaron aunque revocaron su “efectividad” y ordenaron que otro juez de primera instancia revea su condicionalidad. Cella adelantó que irá a la Corte.
“Vamos a interponer un recurso de inconstitucionalidad porque entendemos que no es justo que Pera cargue con un robo que no cometió. Asimismo entendemos que la pena de tres años es elevada. Sólo estamos de acuerdo con que se haya revocado la efectividad ya que nuestro cliente no tenía ningún antecedente. Es un fallo para los medios, injusto, en virtud de la coyuntura sobre la inseguridad”, dijo ayer Cella a El Ciudadano.
De hecho, la queja al fallo del juez Kesuani se basó en la “ausencia de elementos objetivos de prueba para fundar la condena”, en la “intensidad de la pena individualizada” y en la “necesidad de que en su caso sea de ejecución condicional”. Otro de los puntos planteados por Cella para pedir la nulidad de la pena fue que Kesuani, “en 15 renglones, arma un silogismo que no resiste un análisis a la luz de las reglas de la lógica, seleccionando arbitrariamente elementos de las declaraciones involucradas”.
Sin embargo, el juez de Cámara Guillermo Llaudet, con los votos a favor de sus pares Daniel Acosta y Georgina Depetris, confirmó el fallo. Llaudet resaltó los videos incorporados como prueba: “Allí claramente se advierte el ataque a Ochoa desplegado por Pera y Rodríguez”, dice el camarista en relación con Maximiliano “Quemadito” Rodríguez, asesinado de un disparo en la nuca en Corrientes y Pellegrini a principios de 2013. El camarista entiende que las imágenes muestran que, tras la agresión a Ochoa, la reacción de Pera no condice con sus dichos que asegura que concurre en auxilio de un amigo. Llaudet agrega que “todo el despliegue aparenta orquestado y sin dudas anticuado con un preciso conocimiento de la ubicación de las cámaras” y que una vez atacado Ochoa, entonces jefe de barra brava, “no todos los presentes en las inmediaciones se suman a la agresión”. Con todo, el juez responde al abogado que “pretender que dos secuencias fílmicas temporalmente simultáneas que exponen cómo alguien que es agredido y expulsado del lugar, a los pocos segundos es presentado en calzoncillos y camiseta como vestigios de sus pertenencias, no constituyen prueba relevante del despojo violento de sus pertenencias resulta un absurdo el reclamo defensista que no puede ser atendido”.