Un atlas global de los desplazamientos estacionales de los grandes herbívoros –desde renos noruegos a guanacos patagónicos, pasando por elefantes botsuanos y antílopes chinos– con foco en su preservación es la tarea a la que está abocada la Iniciativa sobre Migración de Ungulados (animales con pezuñas) (GIUM) que está integrada por investigadores de 25 países, incluyendo científicos del Conicet y de ONGs de la Argentina.
El principal aporte de los especialistas locales involucrados –pertenecientes a diferentes institutos del Conicet, a Wildlife Conservation Society (WCS) y a Fundación Rewilding Argentina (FAR)– corresponden a la migración del guanaco; y en particular un estudio realizado por esta última ONG ya forma parte de una primera versión del atlas.
«Con nuestra participación es que logramos poner a Sudamérica en la mesa de discusión global, porque estamos acostumbrados a ver que los grandes esfuerzos de conservación vienen de Europa o Norteamérica y nuestra región siempre quedaba relegada», dijo el investigador del Conicet e integrante de la GIUM, Ramiro Ovejero Aguilar.
«El objetivo es que este atlas llegue a los altos niveles de decisión en cada uno de los países para que cuando vayan a desarrollar grandes obras de infraestructura, se superpongan los planos con nuestros mapas de modo que se vea claramente dónde estos proyectos entran en conflicto con esas migraciones para moverlos de lugar o mitigar su impacto», dijo el director científico de FAR y también miembro de GIUM, Emiliano Donadio.
En su comunicado de cierre, la GIUM advierte que «las migraciones de animales y los ecosistemas de los que dependen se están perdiendo a un ritmo sin precedentes en todo el mundo».
Es que las consecuencias de la actividad humana, en particular la construcción de barreras lineales –como rutas, vías férreas, alambrados o cercas–, pero también la destrucción de sus hábitats naturales y el cambio climático representan una amenaza para la continuidad de estos comportamientos cruciales para la sobrevivencia de las especies que los practican.
De hecho, un estudio publicado en 2009 en la revista científica Endangered Species Research mostró que de 24 especies investigadas que realizan o solían realizar migraciones masivas, al menos 6 dejaron de hacerlo –la gacela saltarina, el ñu negro y el órix blanco entre ellos– y que, excepto tres especies, todas las demás disminuyeron sus caudales migratorios.
«En Argentina tenemos ejemplos de ese cambio de condición entre los guanacos, que siempre fue una especie migratoria pero que hoy, de las 20 poblaciones conocidas en la Patagonia, solo tres migran», dijo Ovejero.
Si bien se encuentra en casi todos los tipos de animales, en el caso de los grandes herbívoros el comportamiento migratorio suele dar lugar a imponentes espectáculos naturales con cientos o hasta miles de ejemplares surcando ríos, praderas o montañas.
Estos impactantes eventos también suceden en la Argentina, país que ya está presente en una primera versión del atlas con el trazado de las rutas migratorias del guanaco en la estepa patagónica santacruceña
«Una población se considera migratoria cuando preserva estos movimientos recurrentes, estacionales y bidireccionales, es decir, de ida y vuelta en torno a áreas que se mantienen en el tiempo», dijo Donadio.
El especialista explicó que, en el caso de los mamíferos ungulados, esas migraciones anuales pueden involucrar «desde 15 o 20 kilómetros a cientos», siendo «la más larga migración de ungulados (registrada), la de unos ciervos mulo en EEUU, con 770 kilómetros» en el desplazamiento de ida y vuelta.
«Las migraciones más conocidas son aquellas en que los animales abandonan las zonas de veranada en invierno y se van a zonas de invernada más favorables. Al siguiente verano, vuelven a las zonas que habían dejado porque ahí van a encontrar todo el alimento capaz de proveerles reservas suficientes para pasar el próximo invierno», agregó.
Ovejero explicó que estas migraciones son claves para la preservación de las poblaciones, tanto en términos alimenticios como reproductivos.
«Los animales necesitan desplazarse para conseguir alimento, reproducirse y realizar sociabilidad propia de este tipo de especies. Cuando eso se corta, se reduce muchísimo el núcleo poblacional y además hay un detrimento también a nivel genético por la endogamia», agregó.
«El movimiento de los animales lo que hace es conectar diferentes ecosistemas al transportar material orgánico –como por ejemplo semillas– de uno a otro», dijo Donadio.
«También la migración es importante porque al abandonar un lugar para empezar a utilizar otro, le dan respiro a la vegetación para que se recree. De hecho, uno de los problemas más graves que generó la ganadería, es que los animales se mantienen mucho tiempo en el mismo lugar y terminan degradando los espacios», agregó
Pero, además, al desplazarse «proveen de presas a carnívoros que están en la cima de las redes tróficas y son muy importantes para mantener la funcionalidad de los ecosistemas», al tiempo que proporcionan importantes recursos de subsistencia a las comunidades, como lana, carne y cuero.
La necesidad de que el guanaco sea declarado especie protegida
«El grupo de los ungulados está conformado por alrededor de 260 especies a nivel mundial y, de ese total, contamos con datos concretos para poder decir fehacientemente que migran, para sólo 50», dijo Ovejero
Empezar a saldar esa deuda es uno de los principales objetivos de GIUM cuyo atlas global en elaboración se alimenta con los datos arrojados por dispositivos GPS y VHF colocados en diferentes ejemplares de ungulados para monitorear sus movimientos a lo largo del tiempo.
Ambos investigadores plantearon, además, la necesidad de que el guanaco sea incluido dentro de las especies protegidas en la Argentina en virtud de la Convención de la ONU sobre las Especies Migratorias y en el marco de la cual se desarrolla la GIUM.
«Cuando uno interrumpe un movimiento natural como las migraciones, como cuando se interrumpe un río, empiezan los conflictos que en este caso se presentan principalmente con la ganadería y agricultura, cuando los ungulados nativos a los que se les cortó la conectividad entre sus áreas de desplazamiento, empiezan a competir con la oveja (por las pasturas) o se comen la cosecha», dijo Ovejero.
«Lo que nosotros buscamos es compatibilizar eso, dejar de pensar dicotómicamente a la dimensión humana por un lado y la dimensión biodiversidad por otro, para empezar a hablar de coexistencia, porque el mundo es uno solo», concluyó.