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Continúa el ciclo «Montaje Mínimos»

La fatalidad de las palabras. Este viernes, en el Parque de España, se presenta la obra "Todos mis miedos", la propuesta del actor, director y autor Nahuel Cano, acerca de la intimidad de un escritor atormentado.

Todos los miedos que son sólo uno: el miedo al paso del tiempo que se vuelve lapidario y no da tiempo a nada. También, el miedo como un mal, el miedo que es humano y retarda el deseo y, por lo mismo, retarda la acción. Esos mundos parecen convivir en Todos mis miedos, el estupendo texto escrito por Nahuel Cano y Esteban Bieda que, bajo la dirección de Cano y con las singularísimas actuaciones de María Abadi, Anabella Bacigalupo, Diego Echegoyen y Leonardo Murúa (en reemplazo de Pablo Seijo), se presentará esta noche, a las 21, en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río, con entradas generales a 50 pesos), en el marco del ciclo Montajes mínimos, que mañana ofrecerá una charla con el maestro Raúl Serrano (ver aparte), y una función en La Comedia (Mitre y Ricardone, a las 21) de Iván y los perros.

Heredera de cierta impronta posdramática imperante en el teatro porteño (música en vivo, relato distanciado al micrófono), pero con una clarísima decisión de poner el sentido en la actuación y en la palabra por encima de todo aquello que pretenda transgredir la tradición teatral, es decir depositando la confianza en los actores, Todos mis miedos muestra en primerísimo primer plano momentos de la vida de Bruno, un escritor de 45 años que atraviesa una crisis. Un divorcio complicado (aún no resuelto), el romance con una alumna (eterno conflicto, casi inevitable) y la escritura de su nueva novela, una especie de ejercicio trágico que encierra el universo dicotómico de todo escritor avezado, lo condenan a una repetición infernal. “Para él, la realidad se presenta como una pesadilla donde todo se confunde. Lo real, la ficción y la escena se desdoblan y se pliegan, cuestionando constantemente cómo dar cuenta de una crisis, cómo narrar, qué es representar”, adelanta el parte de prensa de este elogiado espectáculo que integró la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires del año pasado y participó, entre otros ámbitos, de la última edición del Festival de Teatro de Rafaela.

“El origen del proyecto nace de una idea muy personal, que tiene que ver con estar atravesando la crisis de los 30, y en el medio llega a mis manos un material del escritor uruguayo Mario Levrero, La novela luminosa, que tiene como dato interesante que, más allá de contener la novela, el libro tiene también El diario de la beca (a modo de un extenso prólogo), que es realmente desolador. En ese diario había algo de los procedimientos que me parecía muy atractivo: y el interrogante surgió de pensar que si un escritor escribe un diario interviene, inevitablemente, un campo claramente ficcional; se trata de ese vínculo entre realidad y ficción, sueño y fantasía, y de cómo las palabras parecían estar siempre buscando ese momento de ocio para que se pueda escribir”, adelantó Cano en una extensa charla, quien agregó: “Tenía la intuición de que se trataría de un espectáculo acerca de cierta fatalidad de las palabras, al mismo tiempo que no tenemos más remedio que usarlas para hablar porque el lenguaje es lo único que nos permite producir un encuentro con el otro. Y es una paradoja muy bella: porque, al mismo tiempo que tenemos que hablar, la fatalidad de las palabras quizás nos aleje de ese encuentro tan deseado. Todo ese mundo me excedía, porque yo podía entender el mundo de la escena, de la actuación, pero había algo allí, en ese material, que tenía que ver con el lenguaje que era más elevado. Así lo convoqué a Esteban Bieda, que además de novelista es doctor en filosofía, e hicimos un recorrido de escritura juntos a partir de una estructura que fuimos probando en escena y que terminó funcionando bien después de algunas reescrituras de ese texto que derivó en el montaje”.

Todos mis miedos es un “devenir emocional” en donde los personajes circulan sin saber bien qué hacer con lo que les pasa. Están perdidos en sus emociones, en un espacio crudo, en donde se ve todo: los libros, con el peso de la ficción y la contundencia de lo real, se transforman en la trampa de los cuerpos. En el espectáculo, el espacio escénico se revela como una especie de instalación que involucra al público y que evoca al mundo de la literatura, es decir el aciago y profuso mundo de Bruno y todos sus fantasmas, personaje que, al mismo tiempo que busca poner distancia de su pasado amoroso, alumbra un presente de redescubrimiento del deseo que, sin embargo, parece no alcanzar para poder terminar la novela que está escribiendo, entre la tentación y el desencanto.

“Como yo soy actor, me interesaba producir un mundo en escena en el que aparezca la actuación en primer plano, que aparezcan ideas desafiantes para los actores; me interesaba escribir o dirigir una obra en la que a mí me hubiese gustado actuar, como en este caso, que no haya cortes, que hay superposición de planos y, por lo mismo, la cantidad de frentes desde los cuales se puede ver el espectáculo; es como una especie de «fantasía erótica» de la actuación, con el intento de proponer mucha verdad escénica, muy pregnante, con todo muy a flor de piel”, sostuvo finalmente Cano.

Charla con Serrano

El sábado a las 19, en el Túnel 4 del CCPE, el director y docente local Oscar Medina moderará una charla abierta y gratuita con el maestro Raúl Serrano. Referente del realismo como poética, hablará sobre su trayectoria. Raúl Serrano fue fundador de la Federación Argentina de Teatros Independientes y de la Federación Tucumana de Teatros, y creó, en diversas épocas, los grupos Teatrote en Tucumán, y El Cardón, Grupo de Estudios Teatrales y Grupo Acto en Buenos Aires.

 Dos obras unidas por un particular interés por la palabra

 

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