Una mamá y su hija van a un supermercado. Después de casi dos meses de cuarentena, el gobierno acaba de autorizar que las niñas y los niños puedan acompañar a los adultos a hacer los mandados. La mamá sigue todas las medidas sanitarias: guarda las distancias con el resto de los clientes y espera su turno con el tapabocas puesto. Pero cuando pretende entrar al local, una empleada se lo impide porque su hija, de un año y medio, no tiene el rostro cubierto. La exigencia está por fuera de los límites de la legalidad: las normativas vigentes exigen el uso de cubrebocas caseros pero a partir de los dos años. Antes, es riesgoso. La mamá esgrime esos argumentos, pero pierde la batalla y le piden que se retire del supermercado. El relato se repite en otras mamás a las que les pasa lo mismo. La pregunta que surge es: ¿Puede un comercio generar sus propias reglas en contra de los que el Estado determina en materia de seguridad sanitaria para evitar la propagación del coronavirus?
A principios de esta semana, unos días después de que el presidente Alberto Fernández anunciara que la ciudad de Rosario había avanzado hacia la fase cuatro del aislamiento social, preventivo y obligatorio, Virginia, de 35 años, modificó la rutina que había tenido durante los últimos dos meses: en vez de ir al supermercado sola y dejar a su hija de un año y medio al cuidado de otra persona, decidió llevarla con ella.
«Fuimos al supermercado Dar de Rioja entre España y Presidente Roca. Llego, entro tranquila y cuando estoy por agarrar la primer cosa, una empleada me dice: «Flaqui, no podés entrar con la nena sin barbijo»». Virginia estaba sorprendida. Había chequeado las reglamentaciones y tenía en claro que esa medida sanitaria no era exigible para niñes menores de dos años, y eso fue lo que le dijo a la empleada del supermercado. «Me respondió que no importaba, que nadie podía entrar sin barbijo, y me pidió que me vaya. Me dijo: «es por la salud de tu hija»».
«Ahí estallé», recordó Virginia, que pidió hablar con un encargado que no estaba presente en el local. Terminó por volver a su casa y aplicar las prácticas que pensaba que ya podía dejar atrás. Su hija quedó a cargo de un familiar y ella fue a una sucursal de La Gallega, sola. Antes de entrar, consultó con el personal de seguridad: me dijeron que si iba con la nena y no tenía barbijo, tampoco me iban a dejar pasar ahí.
Valeria tiene 28 años y, sola, se hace cargo de Salvador, de un año. Por eso, cuando desde el municipio ratificaron la posibilidad de hacer compras en compañía de hijes, se puso contenta: un problema menos. Pero en tres supermercados distintos le trabaron el ingreso con los mismos argumentos que le habían dado a Virginia. Ella y Salvador, terminaron por hacer las compras en locales más chiquitos, que atienden desde la calle.
Niñes y tapabocas
El sitio web oficial www.argentina.gob.ar despeja dudas acerca de quiénes deben utilizar tapabocas y quienes no. «En el mundo hay muchas personas que tienen coronavirus. La información para cuidarnos del virus y que las personas no se enfermen, cambia todo el tiempo. El gobierno argentino recomienda que todas las personas usemos barbijos caseros. En algunas provincias y la Ciudad de Buenos Aires su uso es obligatorio. Si vas a lugares públicos (supermercados, farmacias, bancos, transporte público, etc.) debes usar un barbijo que te cubra nariz y boca», dice la información oficial, que aclara: «Niños menores de 2 años, personas con problemas para respirar y personas que no puedan sacarse el barbijo sin ayuda, no deben usarlos».
La página oficial de la Municipalidad de Rosario –www.rosario.gob.ar– aporta la misma información: desde el 12 de mayo, los tapabocas son obligatorios para circular por la calle, además de para ingresar a comercios, algo que ya estaba en vigencia desde hacía unas semanas. La aclaración es la misma: «no usar en niños menores de 2 años».
«El motivo médico por el cual no se recomienda en chicos menores de dos años porque existe riesgo de asfixia. Se les puede meter la tela en la nariz, y por eso tampoco se recomienda en personas que no puedan retirarse el barbijo por sus propios medios», explicó a <El Ciudadano> el médico pediatra Ricardo Imhoff. «Pero hay algo que es más importante: el chico no se lo va a dejar puesto. Un adulto tiene la voluntad de decidir que lo usa, porque entiende que con esa acción está haciendo un bien. Pero un nene no lo entiende, se lo va a sacar, va a llorar, se va a tocar la cara porque siente un disconfort grande y va a ser contraproducente», consideró.
A Virginia le dijeron que, el motivo principal por el que le exigían que su hija usara el tapabocas era que, al verla, los demás clientes no sintieran temor al contagio, porque los clientes están muy temerosos al contagio. Pero las normativas dicen otra cosa y, la pregunta que cabe hacerse, es si los comercios pueden ir en contra de lo que establecen las normativas.