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Contrajo hepatitis C en la guerra de Malvinas y contó su historia

Unos 1.500 rosarinos pasaron ayer por la plaza Montenegro para hacerse análisis con el fin de detectar si tienen hepatitis B y C, y también vacunarse. La historia de un muchacho que contrajo el virus en la guerra de Malvinas.

“Es un éxito, es un éxito”, gritaba Edith Michelotti, coordinadora del grupo Hepatitis Rosario a cada periodista que se acercaba a pedirle una declaración. Es que, como cada 28 de julio, la plaza Montenegro fue transitada por unos 1.500 ciudadanos que esperaron bajo el sol hacerse su detección de hepatitis B y C y vacunarse. La jornada tuvo lugar hasta las 16, pero las detecciones, unas 500 en total, culminaron poco antes de las 14. Gacebos, escritorios, banners, artistas en zancos y 300 médicos y estudiantes que se dividieron en dos turnos fueron los que completaron la escena de la campaña de salud que sigue sumando adeptos y tiene a esta mujer inquieta de casi 76 años al frente.

La larga hilera de los que esperaban el pinchazo que les indicaría si tiene alguna de estas dos enfermedades silentes, al igual que la de vacunación, fue una fiel muestra de la poca información que se brinda sobre este mal.

Mujeres de distintos estratos sociales, trabajadores en uniforme, otros con la bolsa de los mandados, profesionales, jubilados, jóvenes, ancianos, hasta un director de orquesta y un churrero (que se detuvo con su carrito a medio llenar, aprovechando que el calor frenaba la venta) fueron parte de los interesados y no dejaron pregunta por hacer a los colaboradores de la ONG.

Muchos dijeron tener “hepatitis de chicos”, pero no recordaban cuál, por eso la detección y el camino a una posible cura.

Claudio Ronchi, integrante de la Federación Argentina de Lucha Contra las Hepatitis Virales (Falhepvir), a la que pertenece Hepatitis Rosario, llegó a la ciudad para acompañar a Michelotti y su equipo y compartió con El Ciudadano su historia: contrajo hepatitis C en la guerra de Malvinas. Como bioquímico asistió al laboratorio montado en Puerto Argentino y tras el bombardeo del 12 de junio de 1982 salió al rescate de sus compañeros, y allí su vida cambió.

“En medio de tanta desesperación por ayudar a nuestros soldados nos metimos en la humareda y encontramos en un cráter a un soldado inglés herido, sumergido. Ni lo dudé. Lo cargamos y llevamos a nuestra carpa para curarlo, estaba todo sucio, lleno de esquirlas y ensangrentado. Tenía cinco impactos de balas, la hemorragia era importante y no contábamos con los recursos necesarios para protegernos, teníamos que curar con lo que había y apretar con vendas y nuestras propias manos para que no se termine de desangrar”, describió.

“Lo pudimos salvar y con los días pudo irse de Puerto Argentino, vía Uruguay, hacia Inglaterra”, agregó.

Ronchi conoció la identidad del soldado inglés porque éste, al entrar en el hospital montado en medio de la guerra, le entregó una carpeta que reveló su función en las islas: estudiar uniformes y tácticas utilizadas por los soldados argentinos. “Me la regaló, aún la conservo. Cada vez que la veo se me mezclan un montón de emociones”, compartió.

Años más tarde el bioquímico comenzó a tener serios problemas óseos que derivaron en un tumor en la cabeza de fémur, por lo cual debió ser intervenido en el costado izquierdo de su cadera y tener una prótesis. Fue allí cuando los estudios de rigor indicaron que padecía hepatitis C en un proceso cirrótico de fibrosis tres.

“Mi salud estaba muy comprometida, pero yo no tenía síntomas. Es más, siendo bioquímico nunca se me había ocurrido hacerme una detección de hepatitis. Me había hecho análisis de sida y otras enfermedades que se contagian por vía sanguínea o sexual, pero nunca hepatitis”, confesó, y fue así como volvieron los recuerdos de Malvinas: “Por entonces la fundación del Banco Galicia, donde trabajaba, envió a analizar mis muestras a Estados Unidos y allí se comprobó que el virus de la hepatitis pertenecía a una cepa europea. No había dudas: me contagié con la sangre del inglés”.

Paralelamente, la cura tuvo un aletargado proceso, ya que en 2005, a tres meses de iniciado el tratamiento con interferón (solía durar de 12 a 15 meses), la Fundación del Banco Galicia decidió suspenderlo por la falta de fondos. Sin embargo, Ronchi obtuvo su cura en Estados Unidos, tras divorciarse y viajar en busca de una solución médica.

De todas formas, a pesar de haberse curado, Ronchi siente en sus manos una gran responsabilidad: sabe que el soldado que salvó está enfermo y puede transmitir ese virus sin saberlo, pero no se lo ha podido decir. “Intenté comunicarme con él por medio de la embajada y por otras vías de comunicación, pero no me lo han permitido. De hecho, viajé siete veces a Malvinas con la esperanza de volverlo a ver, pero no tuve esa suerte”, lamentó.

Como Ronchi, hoy en el país hay 6 de cada 10 infectados que no saben tener el virus de hepatitis B o C, según informes de la Organización Mundial de la Salud.

Por eso la importancia de una detección a tiempo dado que hepatitis C ahora tiene cura en el 98 por ciento de los casos y la B cuenta con vacuna y tratamiento de por vida (son tres dosis, gratuitas y se aplican en cualquier efector de salud).

Resultados

Quienes se realizaron el análisis en la plaza Montenegro deberán retirar sus resultados entre miércoles y jueves próximo, de 10 a 15, en el Cemar. De todas formas, desde la ONG local advirtieron que en los primeros días de septiembre habrá otra campaña de vacunación y detección, pero aún no confirmaron el lugar.

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