Y se develó el misterio. A última hora de este viernes, cuando las redacciones de páginas en papel ya habían cerrado, a los principales canales de cable de noticias les tocó, como una ratificación de su importancia, tirar la bomba: acá están, estos son. Y colaboradores directos del presidente Alberto Fernández confirmaron, en el último instante de una semana de zozobra, después de las primarias, los nombres del nuevo gabinete, los ministros que arriban o quedan con la tarea del «relanzamiento» del gobierno nacional. Que son los llamados a alumbrar el renacimiento de la gestión, a revertir o empardar en noviembre la derrota electoral de este septiembre, y a dar otra impronta de acción, la de un Ejecutivo que ejecuta. Y, a la par, en sí mismos son un enunciado del nuevo equilibrio de la gestión de gobierno, ya que (se sabe) todo jefe del Estado y toda jefa del Estado elige y designa, pero también se debe a quienes hicieron posible que sea tal.
Una de las sorpresas del nuevo elenco no son los arribos sino las permanencias: todo el gabinete económico, el núcleo duro de Alberto, permanece donde está. Precisamente la política económica (y sus consecuencias sociales, con sus paliativos) era uno de los ejes del cuestionamiento kirchnerista. Pero los titulares de Economía, Martín Guzmán; de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y de Trabajo, Claudio Moroni, permanecen en sus poltronas. Son, sin medias tintas, «albertistas». Pero el primer mandatario también sacrificó fichas: una de ellas, es Sabina Frederic. La ministra de Seguiridad, de pésima relación con su equivalente de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, deja su casillero libre para que lo ocupe nada más y nada menos que Aníbal Fernández, el cuadro todoterreno que batió récords de permanencia en un gabinete nacional, y que ahora se ocupaba de mostrar cómo se revoluciona la principal mina de carbón del país. Afincado en Río Turbio, era hasta ahora titular de Yacimientos Carboníferos Fiscales. Difícil pensar que el médico del Ejército le dispense a él el mismo trato que a ella, que es antropóloga: a primera vista, parecen más del mismo palo.
Ya se sabía que la picante acidez de Aníbal podía volver al epicentro del poder político y así lo mostró su ingreso, horas antes de su confirmación, a la Casa Rosada para estar a solas con Alberto. Pero también hubo sorpresas. Una es el regreso de Daniel Filmus. El ex ministro de Educación, que atrajo al kirchnerismo a quién sabe cuántos sólo con su creación del canal Encuentro, será el nuevo ministro de Ciencia y Tecnología, reemplazando al kirchneista Roberto Salvarezza. Parece difícil interpretar que el recambio implique un giro político: en todo caso, la diferencia son más horas de exposición, y más experiencia de gestión. Pero en situación de pandemia, de espera o bloqueo de nuevas olas de contagios de coronavirus, de prevención de variantes, de elaboración de una vacuna nacional, el sitial se asimila más con la tarea de bomberos y médicos que con la de creadores e inventores.
Otro cambio de alto impacto, pero no por quien entra como por quien sale, es el de Cancillería. Ahí se va otro todoterreno, como los es Felipe Solá. El ex gobernador de provincia de Buenos Aires, que había aplicado para el cargo que detentaba desde antes de la gestión, cuando el presidente todavía era candidato será reemplazado por otro albertista de paladar negro, el hasta ahora jefe de ministros Santiago Cafiero. El miembro del Grupo Callao, usina de pensamiento de Alberto Fernández, tiene abolengo: es nieto de Antonio Cafiero, ministro de Juan Domingo Perón, e hijo de Juan Pablo Cafiero, uno de los diputados nacionales que, al ver el rumbo que tomaba en su inicio el gobierno de Carlos Menem, se abroquelaron en el legendario Grupo de los 8, acaso la moral del peronismo histórico en los 90, cuando toda la llamada «ortodoxia» dejaba de serlo para acompañar el más acabado manual neoliberal conocido hasta entonces. Con ese escudo de presentación, el politólogo se queda en el gabinete y ahora piloteará las relaciones exteriores del país.
Otro ingreso de alto impacto es el de Julián Domínguez. El ex ministro de Agricultura vuelve a serlo, reemplazando a Luis Basterra en un recambio complejo: un abogado en lugar de un ingeniero agrónomo. Y con una marca: a Domínguez le adjudican la operación que termina con el descrédito y caída electoral de Aníbal Fernández como candidato a gobernador bonaerense, que terminó precipitando la derrota del mismo postulante presidencial de 2015, Daniel Scioli. Ahora ambos volverán a convivir en el gabinete nacional.
Un estreno en el nuevo gabinete es el de Jaime Perzyck: con su apellido de mayoría de consonantes llega a Educación, cartera que no le es ajena: fue viceministro de Filmus, ahora será su colega en la primera línea de gobierno.
Y otro estreno es el de Juan Ross, poco conocido pese a haber revistado en la Secretaría de Medios en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Abogado oriundo de Gualeguaychú, Entre Ríos, será el nuevo vocero presidencia en reemplazo de Juan Pablo Biondi, cuya ya cascoteada valuación perforó el cero con la carta pública de la vicepresidenta.
Y una gran sorpresa es el regreso al gabinete nacional de Juan Manzur. El actual mandatario de Tucumán revistará por vez primera como jefe de ministros, y protagonizará el estreno de un «goberna» en el elenco de Alberto Fernández. Lo paradójico es que deja su provincia en manos del vicegobernador, Osvalo Jaldo, con quien mantiene una guerra sorda y permanente. ¿El cargo será un despeje político-mental para ambos? Por lo pronto cada uno tuvo y mantiene respaldos propios en el gobierno nacional, y en el caso del cirujano y sanitarista, ex ministro de Salud, le valieron el reingreso al gabinete, nada menos que desde su jefatura.
Los nombramientos confirmados también dejan en pie, al menos por ahora, a los ministros no nombrados, tras dos jornadas y media de tensión que fue escalando, llegó a su pico, y comenzó a remedar. Las nuevas figuras prestarán juramento este lunes, y no habia garantías de que las que permanecen atravesaran indemnes el fin de semana, aunque todo parecía indicar que lo harían.
Se resuelve así uno de los coletazos, no todos, de los resultados de las primarias, favorables a la oposición de Juntos por el Cambio sólo por la restricción de votos al oficialismo, ya que no creció, sino simplemente mantuvo su caudal.
Así concluyó la jornada del viernes, que ya había comenzado febril, pero con menos sudestada para la gestión Fernández-Fernández, que todavía no llegó a cumplir su primera mitad. Y que en el último día de la semana pareció empezar a distenderse puertas adentro. Ahora el desafío es que eso se convierta en políticas públicas puertas afuera.
La caída
La joirnada de este viernes había tenido un punto de inflexión con la entonces primera (y hasta media tarde única) dimisión confirmada. El secretario de Comunicación y Medios, Juan Pablo Biondi, hombre de total confianza del presidente Alberto Fernández, y de extrema desconfianza de la vicepresidenta Cristina Fernández, renunció y se convirtió en la primera baja confirmada de la primera línea del gobierno nacional. “Siempre junto a @alferdez rumbo a La Vida que queremos” posteó Biondi, junto con una foto con el presidente y el facsímil de su nota de dimisión, por la que apuntó directamente a la jefa del Senado, quien antes, en su extensa carta del ocaso del jueves lo había responsabilizado con nombre y apellido como la usina de operaciones contra el jefe del Estado desde la prensa concentrada casi desde su asunción, es decir, mucho más que ser uno de los “funcionarios que no funcionan”, su reto lanzado antes de la campaña, en un acto de gestión. Con el fusible cambiado, se aguardaba la confirmación de los nombres del nuevo gabinete: hasta allí todo eran trascendidos con una danza de nombres interminable. Sólo una cosa parecía más confirmada que desmentida, y era la permanencia del jefe de Interior, Wado de Pedro, quien se queda en el elenco presidenial pese a que fue quien encabezó la generalizada puesta de renuncias sobre la mesa de los funcionarios más ligados al kirchnerismo.
El reclamado “relanzamiento” de la segunda mitad de la gestión de Alberto Fernández adelantada semanas no por la resolución de la pandemia de coronavirus sino por la estruendosa derrota del oficialismo en las Paso era cuestión de horas, pero los nombres estaban guardados bajo siete llaves, aunque desde todas las partes se dejó trascender que contaban con el acuerdo del presidente y la vice, y el comentario del propio jefe del Ejecutivo de que todo tendría una impronta “más peronista”.
Sin datos firmes, la imagen previa de la jornada de este viernes había sido la de un gobierno en plena y febril actividad, incluso por parte de los titulares de las carteras que tendrían las horas contadas, aunque no se sabía siquiera si ellos mismos o ellas lo sabían.
Sin más ratificaciones ni estimaciones sobre recambios, la agenda del gabinete, que estuvo suspendida durante buena parte del miércoles y todo el jueves, cerró la semana con actividades a toda velocidad. Uno de los ministros que dejó a disposición su renuncia y muy cercano al Instituto Patria, el titular de la cartera de Ambiente, Juan Cabandié, fue uno de quienes retomaron la actividad a ritmo febril. Y su nombre también quedó respaldado al no ser mencionado.
El propio presidente Fernández arrancó la jornada así. Pasado el mediodía arribó a Casa Rosada acompañado por el secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello, y el de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, tras haber participado desde la Quinta de Olivos, en forma virtual, del Foro de las Principales Economías sobre Energía y Clima (MEF, por sus siglas en inglés), una reunión convocada por el primer mandatario de los Estados Unidos, Joe Biden, para dar un debate específico acerca de las acciones necesarias para abordar la crisis global del cambio climático.
En tanto, el todavía jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, llegó también poco después del mediodía a Casa de Gobierno, se retiró a las 14.15 y regresó a las 16.
La primera funcionaria en ingresar, a media mañana, fue la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca; mientras que alrededor de las 13 lo hizo la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, y una hora después el secretario Biondi, en sus últimos minutos como parte del elenco presidencial.
Cerca de las 16 entró también a Casa Rosada el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, cuya presencia alentó las versiones de que un gabinete “más peronista” estaría protagonizado en parte por gobernadores. Otro de los nombres era el de Manzur. Y otro, el del sanjuanino Sergio Uñac.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, ungido desde su Frente Renovador como un “mediador” entre Alberto y Cristina, estuvo en el Congreso para la resolución de las citaciones por el proyecto de Presupuesto, presentado el miércoles por la noche por el ministro de Economía, Martín Guzmán; y luego se dirigió precisamente hacia el Palacio de Hacienda, según indicaron fuentes cercanas al legislador.
La vicepresidenta Cristina Fernández, en tanto, mantuvo desde la mañana reuniones en su despacho del Senado con el diputado Eduardo Valdés y luego con el ministro De Pedro.
La actitud de todos los protagonistas de la gestión dio a entender que la tensión hacia el interior de la coalición gobernante estaba en vías de resolución, aunque sólo unos pocos sabían cómo. El reclamo del sector que responde a la vicepresidenta no sólo venía reclamando un cambio de rostros, sino de políticas, especialmente en la economía y especialmente apuntando a la clase trabajadora, a la clase media y a los sectores más vulnerables de la población, entre ellos las y los jubilados y pensionados.
A pesar de la ostentosa exposición de diferencias en cuanto a ejes políticos, tanto Alberto como Cristina se habían encargado de asegurar que la unidad no estaba ni había estado en riesgo. El presidente desde un hilo de tuits: “La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido. Lo haré llamando siempre al encuentro entre los argentinos”, escribió. “Mientras lo haga –añadió– seguiré garantizando la unidad del FdT a partir del respeto que nos debemos. Es tiempo de que nuestra única obsesión sea promover la prosperidad de los hombres y mujeres de nuestra Patria”. En tanto, en su cortante carta pública, la vicepresidenta recordó a su compañero de fórmula y gestión en 2008, el radical Julio Cobos, que reculó en la pelea con las patronales agropecuarias por las retenciones móviles con su famoso voto “no positivo” que desempató el tratamiento de esa medida con forma del proyecto de ley. Ella no haría ni sería lo mismo, avisó.
Cristina también aclaró que “nunca” pidió la renuncia del ministro de Economía, Martín Guzmán, quien debe llevar adelante la negociación con el FMI, al tiempo que sólo ensayó blanco en Biondi, apuntado en más de una investigación periodística como el origen de la filtración de la foto del cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yáñez, en un festejo sin distanciamiento social, lo que socavó la imagen del gobierno.
Este viernes, además de Cabandié, quien viajó a la Patagonia para coordinar acciones de articulación del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF) con intendentes de los municipios que conforman la Comarca Andina, también cumplió con su agenda oficial el ministro de Cultura, Trstán Bauer, otro dirigente muy identificado con Cristina, pero que no presentó su renuncia.
En tanto, tres ministros “albertistas” y que están en la mira del kirchnerismo, Nicolas Trotta (Educación), Claudio Moroni (Trabajo) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), también cumplieron actividades a pleno en la jornada. Trotta y Moroni participaron al mediodía de la apertura del plenario del Consejo Nacional de Educación, Trabajo y Producción (Conetyp), en el Instituto Nacional de Educación Tecnológica. Y Kulfas se reunió durante el mediodía con las empresas Arbros, Grimberg, Atalplastic y Visual Ilusion, que presentaron proyectos de inversión productiva, según se informó, mientras que por la tarde concretó otros encuentros con la Confederación General Empresaria (CGERA) y la Confederación General Económica (CGE).
En tanto, el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, se reunió con el director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, Agustín Salvia, y por la tarde iba a mantener una audiencia con su par Martín Guzmán.
El ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, recorrió temprano por la mañana obras en el partido bonaerense de Florencio Varela junto al intendente Andrés Watson y al mediodía se reunió con el gobernador Quintela.
Por su parte, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, participó de la 35° Reunión Anual del Programa Nacional de Control de la Fiebre Hemorrágica Argentina en Contexto de Pandemia, en el Instituto Maiztegui de Pergamino, mientras que su par de Seguridad, Sabina Frederic, recorrió el despliegue de la Prefectura en la zona norte del conurbano bonaerense.
En tanto, el ministro de Transporte, Alexis Guerrera, visitó las obras de renovación de vías del tramo Marcos Paz-Las Heras de la línea Sarmiento y su par de Agricultura, Luis Basterra, evaluó junto al Senasa las restricciones fitosanitarias para productos de exportación.
Se tomó el Biondi: un alfil del jefe del Estado, afuera
“A propósito de la categoría de funcionarios que no funcionan, el vocero presidencial escaparía a esa clasificación. Un raro caso: un vocero presidencial al que nadie le conoce la voz. ¿O tiene alguna otra función que desconocemos? ¿La de hacer operaciones en off por ejemplo? Verdadero misterio”, había disparado Cristina Fernández en su carta al presidente. “No voy a seguir tolerando las operaciones de prensa que desde el propio entorno presidencial a través de su vocero se hacen sobre mí y sobre nuestro espacio político”, lapidó después.
Juan Pablo Biondi respondió con su renuncia, que el oficialismo fue tomada como alivio, pese alegar inocencia: “Me ofendieron y lamento las malas interpretaciones de Cristina, al considerarla una líder indiscutible del espacio politico que representa ella junto con usted. Siempre he ido una pieza de armonía, concordia y tolerancia en mi vínculo con los medios de comunicación”.
Una vez conocida la renuncia, el diputado nacional Rodolfo Tailhade, cuyo nombre había sonado antes de Martín Soria como potencia ministro de Justicia, sentenció: “Le pegaron al chancho y apareció el dueño”. Y acompañó la frase con una captura de pantalla de una noticia del sitio web del diario Clarín.