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Convenio 190, un legado feminista para las nuevas generaciones

Por Viviana Roldán / Psicóloga; trabajadora no docente de UNR

 

Domingo a la tarde, plancha el pantalón azul y la camisa blanca. En la calma de la tarde su corazón empieza a latir con fuerza, retumba en las paredes. El nudo en la garganta, la respiración entrecortada, la opresión en el pecho. Busca las pastillas que le recetaron y toma un «cuartito». Aprendió que es mejor adelantarse a la explosión de angustia.  Le pasa hace un año. Las escenas se amontonan y le toman el cuerpo. La discusión en la escalera, aquella mañana que pensó que terminaría rodando y se agarró fuerte del pasamanos. La sorpresa del mensaje desubicado en el chat grupal. Su mesa de trabajo revuelta. El día que llegaba con las bolsas de las compras y lo vio allí, parado en la puerta de edificio. Mañana lunes evaluará por cuál  puerta ingresar, para no cruzarlo. Como para no empezar tan mal la semana. 

En su discurso ante la Asamblea Legislativa en marzo pasado, el presidente Alberto Fernández anunciaba el envío del proyecto de ley para ratificar el Convenio 190 de la OIT sobre Eliminación de la Violencia y el Acoso en el Mundo del trabajo. El Senado de la Nación, el 25 de junio pasado votó la adhesión. Seguirá el trámite legislativo hasta su plena implementación que incluirá, según la Recomendación 206 de la OIT, reuniones paritarias para definir las acciones de prevención y abordaje correspondientes.

La ordenanza alcanza tanto a trabajadoras como a trabajadores, pero explícitamente protege a las mujeres ya que son las más expuestas a la violencia y al acoso en virtud de las desigualdades de género inscriptas en el sistema patriarcal.

La OIT definió la violencia y el acoso como “un conjunto de comportamientos y acciones inaceptables que tengan por objeto provocar, ocasionen o sean susceptibles de ocasionar daños físicos, psicológicos, sexuales o económicos”. Estos comportamientos constituyen una violación a los DDHH y una amenaza para la igualdad de oportunidades;  pueden manifestarse una sola y única vez o de manera repetida.

Ampara a TODAS las personas que trabajan, cualquiera sea su situación contractual. Pasantes, voluntarios; del sector público o privado, de la economía formal o informal, de zonas urbanas o rurales.

Los movimientos de mujeres y el feminismo  produjeron un cambio de paradigma: lo privado es político. El Convenio 190 recoge esta premisa emblemática reconociendo  el impacto de la violencia doméstica en el ámbito laboral. El empleador deberá tenerlo en cuenta en los casos en que una víctima falte a su trabajo y requiera licencia. Considera el derecho al alejamiento del trabajo sin sufrir represalias cuando corra grave peligro la vida, salud y seguridad de la persona. Por tanto deberán adecuarse y crearse las nuevas normas para evitar revictimizaciones.

La violencia en el ámbito laboral adquiere nuevas formas de la mano de los avances tecnológicos. El Convenio amplía la extensión del lugar de trabajo más allá del espacio físico de la institución e incluye las comunicaciones profesionales y de carácter informativo que tengan lugar mediante tecnologías. Contempla mensajes de whatsapp y situaciones que sucedan en otros espacios, ya sea entre pares o con superiores jerárquicos, en viajes, congresos, eventos sociales y de formación vinculados al trabajo.

Las situaciones de violencia y acoso laboral suelen ocurrir sin testigos. El Convenio dispone que a partir de su implementación sea suficiente con que la víctima aporte indicios del hecho en su denuncia para que sea el denunciado quien deba probar lo contrario. Esta novedad tiene un plus  terapéutico: habilita a transformar el silencio en palabras y libera a la víctima del miedo a denunciar.

Si nombrar es dar existencia, el Convenio 190 enuncia de manera clara y con fuerza jurídica las configuraciones que toma la violencia en el ámbito laboral: abuso físico o verbal,  intimidación y hostigamiento, acoso sexual, amenazas, acecho y menoscabo. En lo cotidiano,  la prepotencia machista y la subestimación sexista adquieren formas cambiantes que producen efectos desequilibrantes para el psiquismo como la  ansiedad, depresión, baja autoestima, desborde y labilidad emocional. Enfermedades psicosomáticas y reacciones silentes.

Es en  el trabajo clínico donde verificamos los efectos reparadores de la escucha y el sostén emocional. Pero sin el acompañamiento institucional, sin reglas claras y sin compromiso no será posible cumplir el objetivo de una vida libre de violencia. Son fundamentales las redes de apoyo  y solidaridad entre pares.

La ordenanza C 190 es una herramienta contra el miedo y contra la perpetuación del aparato de poder que silencia y oprime. Es fruto de la lucha colectiva, de la marea verde violeta que crece año tras año, del NiUnaMenos, el NoEsNo, el YoTeCreoHermana que en una especie de derrame real produce cambios efectivos. 

Así es como la  Ley Micaela, la Ley Brisa, Ley de Identidad de Género, Matrimonio Civil conforman, junto al Convenio 190, parte del legado feminista a las generaciones futuras.

 

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