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Conversión del PRO en derecha radical: una redefinición identitaria

En su rol de principal fuerza opositora, Juntos por el Cambio, y principalmente el macrismo, se funde con las corrientes políticas que encuentran en la “xenofobia”, la “seguridad”, el “nativismo”, el “anti-cientificismo” las principales orientaciones de su representación política

María Noel Ferri* y Esteban Iglesias**

Las derechas radicales se constituyeron en una realidad consistente en Europa desde comienzos del siglo XXI. Su relevancia política ha puesto sobre la agenda política nuevos temas, sobresaliendo el problema del “nativismo” en su inflexión “islamofóbica”, la xenofobia, el descrédito de la clase política y la corrupción.

Estos temas aparecen en América Latina y en Argentina, obviamente con características particulares. La islamofobia es reemplazada por los rasgos de odio que se observan en determinadas acciones políticas: el ataque a movimientos sociales o militantes sindicales, la intervención de padres en establecimientos educativos contra la implementación de la Educación Sexual Integral, y el punitivismo vinculado al problema de la seguridad.

Sociedades marcadas por grandes desigualdades se constituyen en terreno fértil para las políticas radicales. Sin embargo hasta ahora sus expresiones políticas eran marginales. La conversión de un sector de PRO a la derecha radical produce un cambio significativo en el escenario político.

A continuación se desarrolla esta formidable transformación, la que se observa en una particular coyuntura política, el período que va desde el proceso electoral de 2019 hasta la movilización anti-gubernamental del 12 de octubre de 2020.

De la primera vuelta electoral al “12 O”

El 27 de octubre de 2019 la coalición Cambiemos perdió las elecciones en la primera vuelta. Sin embargo, uno de los rasgos sobresalientes de la contienda electoral fue la remontada del entonces oficialismo. Entonces, ¿cuáles fueron las claves para que sucediera esto?

Luego de recibir una terrible paliza política en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias del mes de agosto, Mauricio Macri emprendió una remontada “histórica”, una “gesta” que, si daba los resultados esperados, le posibilitaría competir en la segunda vuelta.

Así el plan “30 encuentros en 30 ciudades”, elaborado por su Jefe de Gabinete Marcos Peña, consistía en recorrer todo el país para la movilización política de la coalición oficialista. Una lectura posible es que esta estrategia tuvo resultados positivos, si se contempla que la diferencia entre agosto y octubre se redujo a la mitad.

Más allá de esto, Mauricio Macri observó que, a pesar de haber renegado de este tipo de acción política, propia de sus adversarios partidarios, redundaba en resultados positivos. En efecto, el primer giro identitario de PRO, en ese momento incluido en Juntos por el Cambio, se puede fechar en este proceso electoral, el del 27 de octubre de 2019.

Así, el año terminó con algunos consensos en cuanto al análisis del campo de las representaciones políticas en la Argentina.

Uno de ellos fue la idea de que la política se ordena a partir de minorías intensas identificadas con proyectos políticos disímiles.

De esta forma, la antes mencionada estrategia del 30×30 que volcó las discusiones a la esfera pública; emparenta a las dos fuerzas de mayor protagonismo político en la utilización de la movilización política como estrategia; y sumó un recurso más característico de las fuerzas de las derechas en el plano latinoamericano y mundial: el surgimiento de Macri como una figura más radicalizada en su liderazgo.

La institucionalidad en disputa

Luego de la victoria, el gobierno de Alberto Fernández no logró tener una primavera gubernamental. La pandemia que ponía en jaque al mundo hizo sentir sus primeras señales en Argentina a comienzos de marzo.

Esto obligó a pensar en medidas de estricto aislamiento desde un comienzo. Una de las formas de legitimación, entre otras, que buscó el gobierno fue el respaldo político de todo el arco opositor.

El “todos” de la campaña electoral pareció convertirse en un presagio. Esta actitud fue reconocida por los medios de comunicación y la opinión pública como “gestos de institucionalidad”, “formas correctas de hacer las cosas” y hasta una aventurada “salida de la grieta”.

La imagen de los roles ejecutivos y la espera tras bambalinas de algunas figuras, construyeron un imaginario de estabilidad sin preferencias minoritarias y una incógnita acerca del destino final de la pendular representación política.

El aletargamiento de la pandemia  y la estrategia sanitaria con su consecuente recrudecimiento de la situación socioeconómica brindó oportunidades para las oposiciones políticas. En vistas de los acontecimientos,  la formación que mejor pudo y supo aprovecharla fue PRO.

Luego de una aparente cordialidad entre fuerzas políticas y medios de comunicación, por la decisión del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en todo el país, las movilizaciones comenzaron a ganar protagonismo político. Y la institucionalidad como argumento de estabilidad política se puso en disputa.

En efecto, los problemas de seguridad, la reforma judicial, la quiebra de la empresa Vicentin, el proyecto sobre el aporte obligatorio a las grandes fortunas fueron los puntales sobre los cuales se fue estructurando la movilización opositora.

En Argentina estas acciones colectivas recibieron el nombre de “protestas anti-cuarentena”; luego un conjunto de intelectuales, científicos, y famosos, le pusieron el nombre de “infectadura”, dando a entender la conjunción entre gobierno dictatorial y epidemia.

Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, las protestas por el derecho a la “libertad” en su acepción de tránsito y de comerciar encontraron en el “17 A” –por la protesta del 17 de agosto– y el “12 O” –por el 12 de octubre– su carnadura política en los apoyos más radicales y punitivistas de PRO.

El apoyo a estos eventos de protesta no fue orgánico en términos partidarios sino individuales, donde asistían dirigentes de esta fuerza política, particularmente, su actual presidenta Patricia Bullrich.

Entorno favorable para la redefinición del campo opositor

El éxito de estas protestas terminó dando protagonismo a un ala política que antes no lo tenía. Incluso Macri, haciendo su primera aparición política luego de la derrota electoral, radicalizó su postura con una carta publicada días antes del 17 A.

El 12 de octubre se produjo una nueva convocatoria a la movilización. Otra fecha asociada al calendario de feriados nacionales volvió a ser la elegida para la protesta.

El modo de tomar el espacio público contó con repertorios similares a los anteriores, embebidos de símbolos “nacionalistas” y desteñidos de cualquier identificación partidaria. La protesta no pareció ser conducida pero no por ello menos representada.

En el mismo día e invocando dos estrategias discursivas claras: las garantías constitucionales y el reconocimiento de errores propios para evitar un mal mayor, apareció Macri como vocero principal al final de la jornada.

Estos elementos dan cuenta de un giro identitario de PRO, que impacta en su orientación y en sus formas de movilización política. La idea de “república posible” intenta ser la síntesis que condensa discurso y acción. La base de este cambio radica en que PRO se ha incorporado, en tanto formación política, a tendencias mundiales que remiten a la preeminencia de las derechas radicales, al menos desde 2008 en adelante.

El principal precedente de este cambio fue la coyuntura que tuvo lugar entre la elección del 11 de agosto y el 27 de octubre de 2019 y que encuentra en el 17 A y el 12 O su validación.

En su rol de principal fuerza opositora, Juntos por el Cambio, y principalmente PRO, se funde con las corrientes políticas que encuentran en la “xenofobia”, la “seguridad”, el “nativismo”, el “anti-cientificismo” las principales orientaciones de su representación política.

En este sentido, las lógicas de la cultura política parecerían no adquirir nuevas características a partir de este estado de excepción, más bien se constituyó como un entorno favorable para la redefinición del campo opositor.

Y en él la redefinición de las identificaciones. Lo cierto es que el campo de la derecha empieza a ser un terreno atractivo para propios y ajenos. ¿La radicalización a la derecha como forma de representación política habrá llegado para quedarse en Juntos por el Cambio?

*Lic. en Ciencia Política. Integrante del proyecto de investigación: «Las fuerzas políticas de derecha en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay durante el siglo XXI» de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR)

**Doctor en Ciencia Política. Profesor titular de Sociología Política e investigador de Conicet. Dirige el Centro de Estudios Comparados y la revista Temas y Debates de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR)

 

 

 

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