El expresidente Carlos Menem llevó adelante un plan neoliberal de reformas estructurales con apertura económica, desindustrialización, desregulación comercial, liberalización financiera y fragmentación de sectores asalariados que impactó en la estructura económica y social, a la vez que un fuerte incremento de los niveles de desocupación y pobreza.
Además del déficit comercial y fiscal, durante su gobierno aumentó el nivel de endeudamiento y se produjo una creciente concentración y centralización del ingreso.
A contramano de la «Revolución Productiva» y «Salariazo» que pregonó durante la campaña electoral de 1989, Menem -tras su asunción- dio un «giro de 180 grados» en relación a las tradicionales políticas del peronismo.
Las medidas profundizaron un proceso de desindustrialización de los sectores asalariados iniciado por el régimen militar; mientras la apertura comercial y financiera promovió un ingreso masivo de inversiones extranjeras y un proceso de importación que, junto al incremento de las tasas de interés, terminó generando un proceso de creciente desindustrialización.
Al mismo tiempo, con el pretexto de reducir costos y aumentar la productividad, las políticas de flexibilización laboral terminaron pauperizando a vastos contingentes sociales.
El proceso de privatización de las empresas públicas, iniciado en 1990 con Aerolíneas Argentinas y Entel, terminó promoviendo un crecimiento exponencial de los índices de desocupación, subocupación y pobreza.
Al mismo tiempo que las políticas de flexibilización perjudicaron a los trabajadores, y beneficiaban a las empresas, se implementaron medidas como la reducción de los aportes patronales y el establecimiento de aumentos salariales según productividad.
Entre 1991 y 1995 los efectos recesivos de las reformas fueron suavizados por el incremento del consumo y la estabilización que generó la Convertibilidad, el plan que Domingo Cavallo puso en marcha en abril de 1991 desde el Ministerio de Economía, que tuvo como principal eje el «uno a uno», la paridad entre el peso y el dólar.
A partir de 1995, con la denominada Crisis del Tequila -que lleva ese nombre porque se generó en México-, los indicadores económicos y sociales comenzaron a desplomarse a niveles récord.
Así, en mayo de 1995 la desocupación creció hasta 18,5% y se incrementó fuertemente el déficit fiscal y comercial.
Durante los primeros tiempos, el gobierno Menem no logró controlar la inflación -incluso soportó dos picos hiperinflacionarios- en medio de las gestiones que llevaron al frente del Ministerio de Economía Miguel Ángel Roig (con solo cinco días al frente del cargo debido a su súbito fallecimiento) y Néstor Rapanelli (ambos a partir de un acuerdo con el Grupo Bunge & Born.
Pero luego tomó la conducción del Palacio de Hacienda Antonio Ermán González, hasta que en 1991 asumió Cavallo y puso en marcha el Plan de Convertibilidad.
Para incentivar el ingreso de inversiones externas, el Gobierno se vio obligado a profundizar las políticas de privatización de empresas públicas, apertura comercial y financiera, desregulación y endeudamiento externo.
La Convertibilidad logró controlar la inflación pero a costa de la sobrevaluación cambiaria, que incentivó el ingreso masivo de inversiones e importaciones y fomentó expectativas favorables, además de un fuerte incremento del crédito para consumo que permitió reactivar la economía.
Los índices inflacionarios cayeron a niveles históricamente bajos, lo que redundó en beneficios sociales para los sectores más desprotegidos, mientras que el Producto Bruto Interno (PBI) creció a tasas de 8% promedio durante el período 1991-1995.
Por otra parte, el auge de consumo y la reducción de las tasas de interés permitió que sectores medios y medios-bajos tuvieran acceso al crédito para adquirir productos importados o viajar al exterior.
Aunque la estabilización monetaria y el auge del consumo lograron estabilizar la economía, sólo podían sostenerse a partir del ingreso de divisas del exterior; y, con las crisis del Tequila en 1994, la de Rusia en 1998 y la de Brasil en 1999, entró en crisis.
Para mantener la Convertibilidad, finalizadas las privatizaciones, el gobierno de Menem apeló al endeudamiento externo.
El consumo, la fuga de capitales, el pago de deuda y la remisión de ganancias de las empresas privatizadas a sus casas matrices generaron un déficit comercial y fiscal que fue insostenible en el tiempo.<!– 1613345283999 –>