La alegría es sólo brasileña, casi siempre. Una vez más la Copa Libertadores se quedó en Brasil. La final disputada en Guayaquil fue para Flamengo, que derrotó 1-0 a Atlético Paranaense para quedarse con el trofeo por tercera vez en su historia.
En una final entre equipos brasileños y arbitrada por el argentino Patricio Loustau, el único gol lo hizo “Gabigol” Barbosa a los 49 minutos del primer tiempo cuando su rival ya jugaba con diez por la expulsión de Pedro Henrique a los 42 minutos.
Flamengo había ganado las ediciones de 1981 (sobre Cobreloa, de Chile, en la final) y la de 2019 (a River Plate), pero además anotó un récord a través de Gabigol, el primero en anotar goles en tres finales del certamen.
Flamengo, haciéndole honor a su poderío, salió a buscar el partido, a llevarse puesto a su rival y a tomar del cuello a un Paranaense que, por orden de su DT Felipao Scolari, realizaba marcas personales a los futbolistas más talentosos de su rival.
Scolari dispuso persecuciones individuales y durante gran parte del primer tiempo podían observarse las parejas formadas a lo largo del campo de juego del estadio de Barcelona de Guayaquil.
Las primeras llegadas fueron a favor de los cariocas, en los pies de Everton Ribeiro, Giorgian de Arrascaeta y la temible dupla ofensiva formada por Gabigol y Pedro. Pero el rival respondió.
Así los arqueros Bento, de Paranaense, y Santos, de Flamengo, tuvieron trabajo y debieron intervenir en los primeros 30 minutos para proteger el cero en sus vallas. Los dirigidos por Scolari aprovecharon los errores cometidos por el experimentado Filipe Luiz, que a los 20 minutos pidió el cambio al lesionarse por segunda final consecutiva de la Libertadores.
Es que a Filipe Luiz le tocó marcar a Vitor Roque, de 17 años y una de las nuevas estrellas del futbol brasileño, dueño de una gambeta endiablada y un desparpajo envidiable.
El partido se rompería a los 42m y no por un gol: ese momento haría que el guion de Scolari se viera borrados de un plumazo en una acción en la que Loustau tuvo participación decisiva.
El zaguero Pedro Henrique fue fuerte y con la pierna alta en una jugada contra un rival y se ganó la expulsión.
Cuando Atlético Paranaense sentía el hombre de menos, el talentoso Everton Ribeiro armó una muy precisa pared con Rodinei, llegó al borde del área y centró para que Gabigol la empujara al gol en el segundo palo.
En el segundo tiempo Scolari abandonó las marcas individuales, decidió aguantar el encuentro y realizó cambios para buscar golpear de contragolpe, ya que Flamengo siguió yendo en busca del segundo gol con una gran tarde de Everton Ribeiro y en menor medida de De Arrascaeta.
A lo largo de los segundos 45 minutos, Flamengo fue pero le faltó precisión y la ultima estocada para poder cerrar el partido, aunque Everton Ribeiro y el uruguayo De Arrascaeta ponían claridad y los toques mágicos para poner en riesgo el arco defendido por Bento.
Esa falta de definición le daba vida al Paranaense de Scolari, que para el cierre apostó por los más jóvenes y rápidos del plantel para que poder llegar al empate. Y aunque los uruguayos David Terans y Agustin Canobbio hicieron trabajar a Santos, Flamengo logró conservar la victoria y se llevó merecidamente la Copa.