Alberto López Girondo / Tiempo argentino
Donald Trump no puede con su genio y se metió en otra guerra, esta vez con el gobierno alemán, por tomar el control de una compañía que desarrolla una vacuna contra el coronavirus en Tubinga, en el estado federado de Baden-Wurtemberg. Pero el presidente de EEUU es apenas el mariscal de campo de una batalla entre Dietmar Hopp, el dueño del club de fútbol Hoffenheim, y la Fundación Bill y Melinda Gates. En el fondo, es un duelo entre magnates para ver quién se queda con la parte del león en la explotación de un remedio para el mal que atemoriza a la mayoría de la población mundial y hace trastabillar a los mercados financieros.
La noticia salió a la luz en un medio germano, el Welt am Sonntag, un dominical que se publica en Berlín, y todo hace presumir que se trató de una filtración de las autoridades del gobierno de Angela Merkel. Según ese medio, Trump está intentando alguna forma de compra de los derechos exclusivos para Estados Unidos de la vacuna que investiga el laboratorio CureVac.
El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Heiko Maas, fue apenas uno de los miembros del gabinete de Merkel en salir a cuestionar el intento de la Casa Blanca. “Los científicos alemanes son líderes en el desarrollo de medicamentos y vacunas en cooperaciones a nivel global. No podemos permitir que otros se quieran asegurar de manera exclusiva los resultados de sus investigaciones», dijo.
El embajador estadounidense en Berlín, Richard Grenell, desmintió al diario. «Esta historia es exagerada … continuaremos hablando con cualquier compañía que afirme poder ayudar. Y cualquier solución encontrada sería compartida con el mundo «, se explayó.
Pero el trasfondo y un seguimiento de la información disponible –más la evidencia de que cualquier remedio para el Covid-19 será un negocio multimillonario para quien lo encuentre antes- muestra que hay algo más que buenas intenciones y un leve nacionalismo germánico.
Por lo pronto, CureVac es una compañía biofarmacéutica creada en el año 2000 por Ingmar Hoerr, un biólogo doctorado en la Universidad de Tubinga y con un master en administración de empresas en la Universidad del Danubio, en Austria. La tesis doctoral de Hoerr se basó en el descubrimiento de que se puede usar el ARN (ácido ribonucleico) para inducir linfocitos y anticuerpos, lo que permitiría el desarrollo de una línea novedosa vacunas e inmunoterapias.
Se unió a principios de siglo con Florian von der Mülbe, docente en Tubingia y también licenciado en administración de empresas, con experiencia previa en laboratorios Roche. Cuando los socios necesitaron capital financiero, no dudaron en recurrir a sponsors de todo el mundo.
Es así que en su pagina web reconocen en esta lista a laboratorios Lilly, Boheringer Ingleheim y Casebia, pero también a las escuelas de Medicina de las universidades estadounidenses de Harvard y Yale. Pero el sponsor más importante en ese lado del Atlántico es la Fundación Bill y Melina Gates, ligada obviamente al fundador de Microsoft. CureVac pudo así saltar a Boston, donde tiene una sede análoga a la central, de Franckfurt.
Sin embargo, el 80% de CureVac está en manos de Dietmar Hopp, un inversor con una fortuna cercana a los 5300 millones de dólares que hace algunas semanas saltó a la fama en el mundo futbolero cuando en un partido entre el Hoffenheim, de Sinsheim, también en Baden-Wurtemberg –el club donde había jugado en su juventud– y el Bayern Münich.
Cuando iban por el minuto 30 del segundo tiempo, las barras bravas del Bayern comenzaron a los gritos desde la tribuna y sacaron pancartas insultantes contra Hopp, al que consideran el enemigo público número 1 del fútbol alemán por liderar el grupo de dirigentes que se ponen a la regla 50+1 de la Bundesliga. Esa norma estipula que los socios comunes de cada entidad deben mantener el derecho a la mitad más una de las acciones con derecho a voto ante la llegada de un inversionista que quiera comprar un club. (ver acá)
El partido fue suspendido en el minuto 77, cuando iban 6 a 0 a favor del Bayern. Al reanudarse el encuentro, los jugadores se limitaron a pasarse la pelota sin avanzar. Le recordaron a Hopp, ese 29 de febrero, que su padre había sido oficial nazi y como tal encabezó la quema de una sinagoga en Hoffenheim en la Noche de los Cristales Rotos, entre el 9 y 10 de noviembre de 1938. «Lo que hizo mi padre es condenable, aunque nadie muriera. Mi padre era maestro de primaria y, cuando le encargaron destruir la sinagoga, ya tenía tres hijos. De no haber obedecido, le habrían echado del trabajo y su familia habría afrontado una época sin esperanza», se excusó entonces. El magnate nació en 1941.
El 3 de marzo, CureVac anunció una reunión del CEO de la firma, Daniel Menichella, con el presidente Trump, acerca del desarrollo de la vacuna contra el coronavirus. Menichella, egresado de Harvard en Economía, también es administrador de empresas y desde muchacho incursionó en la industria farmacéutica, primero en Syngenia, luego en Talecris, Merck, AG y Novartis.
Al salir del encuentro declaró: «Creemos que podemos desarrollar la vacuna para COVID-19 muy, muy rápidamente, y tenemos los medios para fabricarla, aunque nos gustaría recibir ayuda adicional para una planta de fabricación más grande». Menichella había sido nombrado al frente de CureVac en 2018. El 11 de marzo, sorpresivamente, fue despedido sin mayores preámbulos y volvió a ocupar ese sillón en el directorio el fundador, Ingmar Hoerr.
“Me gustaría agradecer mucho a Dan por las excelentes contribuciones que ha hecho para CureVac en los últimos año -dijo Hoerr, con mucha amabilidad ciertamente, al anunciar el cambio de mando- Dan ha estado desarrollando nuestro negocio y promoviendo candidatos importantes para productos, incluido nuestro programa de rabia de fase 1 CV 7202, nuestra fase 1 del ensayo de terapia de inmunooncología CV 8102 y el reciente inicio de nuestro programa de vacuna contra el coronavirus. También fue en gran parte responsable de los acuerdos de cooperación con Eli Lilly, CRISPR Therapeutics y la compañía danesa de biotecnología Genmab”.
La explicación hay que encontrarla en la publicación del Welt am Sonntag y las posteriores declaraciones de las autoridades germanas. Incluso el ataque de los barras del Bayern habría que leerlos en clave de coronavirus. “Trump ofrece una fortuna para quedarse con los derechos de la vacuna”, deslizaron fuentes anónimas del gobierno al dominical. Se habla de 1000 millones de dólares ofrecidos en esa reunión del 3 de marzo a la que también asistió el vicepresidente Mike Pence, quien está a cargo ddel equipo de tareas contra la propagación del virus en su país.
Hay dos cuestiones que irritaron al gobierno alemán. Una es que perdían el control de la elaboración y comercialización de un producto hecho por científicos alemanes. “Alemania no está en venta”, se ofuscó Peter Almaier, ministro de Economía germano. Y sugirió que para bloquear cualquier operación desde la filial estadounidense de CureVac, podrían recurrir al artículo 6 del Código de Fronteras Schengen de la UE que contempla controles estrictos en casos de amenaza a la seguridad interna y el orden público.
Por otro lado, la investigación de la empresa sobre el coronavirus es un trabajo conjunto con el Instituto Paul-Ehrlich, especializado en vacunas y dependiente del ministerio de Salud alemán.O sea, dinero de los contribuyentes germanos.
Hopp también entendió el mensaje de la popular. «Me siento obligado no solo a proteger a las personas de las infecciones y ofrecer a los pacientes una mejor terapia y una cura, sino también a crear una infraestructura y empleos sostenibles e innovadores en Alemania», dijo este lunes.
Otro tema que sobrevuela esta cuestión es que precisamente la Fundación Bill y Melinda Gates financió, en octubre pasado, un simulacro de pandemia realizado el Johns Hopkins Center para la Seguridad de la Salud, de Baltimore, con coronavirus.
A esta altura, crecen las sospechas sobre el origen del virus, lo que da pie para las teorías conspirativas más audaces. El rol de los Gates en esta operación con la empresa alemana también es un aporte a las afiebradas mentes de los malpensados.