Bruno Bazan (*)
Cosecha Roja
Camille Locht explica los avances científicos en Francia para encontrar la vacuna para el Covid-19. Su aspecto es similar al de cualquier científico del mundo: lentes, barba y seguridad al hablar. Jean Paul, otro científico francés, le responde con tono protocolar: “¿No deberíamos hacer un estudio en África, donde no tienen ni mascarillas ni tratamientos ni reanimación? –dice–. Se hace ya en estudios sobre el sida, en los que usan prostitutas para probar ciertas cosas porque saben que están muy expuestas y no tienen protección”.
Ambos coinciden en que experimentar con la población africana es una opción conveniente.
No sería la primera vez. En Estados Unidos, en 1972, el Hospital de Tuskegee hizo un experimento para ver el desarrollo de la sífilis. Contagiaron a más de 600 hombres afrodescendientes y observaron durante décadas el desarrollo natural de la enfermedad sin administrarles el tratamiento que ya estaba disponible.
“África fue el patio trasero de Francia como América latina lo fue de Estados Unidos. Por eso ven al continente como un espacio de experimentación donde el valor de la vida es relativo”, dice por Whatsapp el doctor Abuy Nfubea, escritor y periodista de Guinea Ecuatorial.
Para el sentido común occidental África representa pobreza, hambre y “atraso civilizatorio”. ¿Cuántas veces se dijo en nuestras propias casas: “Comé, hay niños en África que no tienen para comer?”. ¿Cuántos documentales sobre África se hicieron?
Occidente desarrolló una estética selvática para representar una pantomima de todo un continente, porque así las personas que habitan el mismo parecen volverse lejanas, menos susceptibles de real empatía.
El escándalo de la sífilis, junto con otros hitos de la experimentación en seres humanos, provocaron la creación de la bioética como disciplina, y de organismos de control internacionales. Sin embargo aún hoy la mayor parte de las investigaciones en seres humanos se hacen en países de África y América latina. Como contrapartida, las patentes productos de esas investigaciones se registran en Europa y Estados Unidos.
Gran parte del sistema de producción africano vive el día a día. El ébola, VIH/Sida, las pateras, malaria y paludismo se llevaron la vida de millones de africanos durante las últimas décadas.
Nada de esto representó un movimiento tan descomunal de la vida diaria del mundo entero ni de los mercados internacionales como lo representa el Covid-19. “En África –dice el doctor Abuy– vivimos en permanente cuarentena”.
*Esta nota se escribió en el marco de la Beca Cosecha Roja