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Coronavirus, vacunas, y nueva desigualdad mundial: una historia de corsarios y calaveras

La implementación de los “pasaportes verdes” augura nuevas desigualdades entre países ricos y pobres. En el tercer milenio, los corsarios se visten de traje y participan en foros internacionales; y los barcos ya no portan una calavera, sino las banderas de los diez países más ricos del planeta

Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

En estos días estuve haciendo un repaso de lo escrito a lo largo del 2020 y, mientras iba recorriendo las páginas virtuales, no dejó de sorprenderme la variedad de temas involucrados en la pandemia de coronavirus. Las historias entretejidas en estas “Crónicas de cuarentena” parecen un abanico plagado de fantasmagóricas figuras que, a pesar de los intentos en contrario, cubren con su sombra la vida de cada ser humano del planeta. Enseguida me invadió un dejo de tristeza al comprobar con cuanta ingenuidad, a principios de abril del año pasado, hacíamos votos para retomar sin demoras nuestra vida habitual… una añoranza que cada día se muestra más lejana. SÍ, porque en los inicios del otoño de 2021, noticias nada alentadoras indican que aún falta mucho para finalizar el camino iniciado un año atrás.

Luego de las minivacaciones de Pascua, donde casi nadie se privó de disfrutar del último coletazo de días cálidos, la cifra de contagios sufrió un abrupto incremento y se llegaron a confirmar 22.039 casos en una sola jornada. El presidente Alberto Fernández, preocupado por el aumento exponencial de enfermos y el displicente comportamiento social, en las últimas horas de esta tarde anunció un esquema de circulación y restricciones que, con suerte, nos permitirá atravesar el invierno sin demasiado daño. Aunque, a decir verdad, ya queda poco por probar… las autoridades, que deben caminar sobre las arenas movedizas de un sistema de salud ultra mercantilizado y una economía demasiado frágil, no se cansan de apelar a la responsabilidad social como último recurso para evitar saturar los efectores sanitarios sin tener que detener el circuito económico… una expectativa que a veces suena casi incumplible.

Mientras tanto, en la provincia de Santa Fe, el gobierno se resiste a aplicar mayores restricciones y, si bien de acuerdo a las últimas declaraciones del ministro de la Gestión Pública, Marcos Corach, se pretende mantener la “presencialidad en las escuelas, el sistema productivo, el comercio y los servicios”, ya salió la ministra de Salud, Sonia Martorano, a admitir: “Estamos más complicados que antes”, en relación al alto nivel de ocupación de camas críticas en la provincia. En diálogo con LT8, la funcionaria explicó: “Esta segunda ola nos hace prever un panorama más complicado que el anterior, por eso es necesario evitar las reuniones sociales y realizar las cuestiones básicas como para que la economía se siga sosteniendo. Es una carrera de largo aliento, llevamos un año y seguramente estaremos todo el 2021 y puede ser más. Será un año de estar con el barbijo, con el distanciamiento, de convivir con el virus. En un principio apelamos a que todo el mundo tome conciencia y aprenda a moverse en esta nueva situación. Si esto no alcanza, se tomarán nuevas medidas”, alertó.

En estas circunstancias, cada vez resulta más palpable que la única manera de superar la crisis sanitaria es a través de la producción y correcta distribución de vacunas. Y dado que se trata de una situación global no está de más preguntarse qué está ocurriendo en este sentido en el resto del mundo. De acuerdo al portal de la BBC, lo que está pasando es que a medida que avanzan los programas de vacunación, se pone en evidencia una nueva inequidad, algo impensado hace apenas un año atrás: el globo terrestre podría pintarse de distintos colores, de acuerdo al grado de inmunización de cada país. En este “nuevo orden” planetario, los países que no completen la vacunación de la población y no controlen la aparición de nuevas variantes pueden ser clasificados como zonas de riesgo “amarillas” o “rojas” y terminar aislados del resto del mundo.

Así sería a partir de la implementación de los “pasaportes verdes”, un mecanismo de control ya utilizado en Israel (el país con la mayor tasa de vacunación hasta la fecha) y propuesto por la Unión Europea y Estados Unidos. El “Digital Green Pass” se utilizaría para certificar si la persona ya fue vacunada o cuenta con anticuerpos, y permitiría la libre circulación por los países del mundo. Esta medida, en principio justificada por la necesidad de echar a andar la economía luego de los terribles meses de recesión provocados por la pandemia, en la práctica autorizaría nuevos modos de segregación entre países ricos y pobres, y ya fue catalogada como “apartheid sanitario” por parte de aquellos que han recibido menor cantidad de dosis. “Los países pobres, que carecen de recursos para adquirir vacunas, sufrirán el aislamiento, lo que aumentará la desigualdad social entre los hemisferios norte y sur”, dijo el profesor Peter Baker, subdirector del departamento de Salud Global y Desarrollo del Imperial University College de Londres. «Y, si decidimos adoptar políticas basadas en la inmunidad adquirida por los países a través de la vacunación, veremos limitaciones en los derechos, los viajes y la economía de muchos territorios”, agregó.

Vale decir que, a pesar de todos los pesares, una nueva forma de desigualdad y exclusión se está instalando en el mundo. En el tercer milenio, la expoliación y el abordaje pirata ocurren en el mar digital; los baúles que guardan tesoros esconden en su interior pequeñas dosis de vacunas refrigeradas a 25° bajo cero; los corsarios se visten de traje y participan en foros internacionales; y los barcos ya no portan una calavera, sino las banderas de los diez países más ricos del planeta, que han logrado apropiarse del 75% de toda la producción mundial de vacunas. Es difícil aceptar que la historia no nos ha enseñado nada, que al cúmulo de sufrimientos provocados por guerras, hambrunas, exilios, migraciones, y un largo etcétera de calamidades, hoy se sume un virus que agudiza lamentos y profundiza grietas. La porción más poderosa del planeta parece estar habitando “el país de Nomeacuerdo”, da tres pasitos y se pierde… mientras la brújula del amor, girando loca sobre su eje, sigue sin encontrar el norte igualitario que habilite la aparición de una nueva humanidad, la que piense en términos fraternos y desempolve la esperanza de un mundo donde sea posible mirarse a los ojos sin vergüenza, donde el dolor no nos ahogue, donde cada día, la vida de cada persona, valga la pena.

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