“Estábamos cosechando y tuvimos que parar porque encontramos eso. Casi nos lo llevamos por delante”, relató el contratista rural Santiago Ucci. Lo que hallaron fueron los restos de un cohete espacial de fabricación argentina destinado a poner en órbita nanosatélites. Ese lanzamiento en particular había resultado fallido: en lugar de la estratósfera, el propulsor terminó en el medio del trigo.
El cohete que terminó en la estancia La Mora, en la ciudad bonaerense de Lobería, cerca de Tandil, es un Aventura I, desarrollado y fabricado por la empresa argentina Tlon Space SA, que ofrece a terceros la puesta en órbita de satélites pequeños. El propulsor tiene 35 centímetros de diámetro y unos 10 metros de largo, y cuenta con dos etapas. Puede transportar, según sus fabricantes, una carga nominal de 25 kilos.
El equipo que encontraron había sido lanzado en noviembre de 2021 desde un campo cercano a La Mora. Rafael Puente, encargado de la estancia, le contó al sitio Bichos de Campo que tiempo atrás lo contactaron técnicos de Tlon Space para ofrecerle «poner una plataforma de lanzamiento» en la propiedad. «Acá tenemos un monte de 1.000 hectáreas contra los médanos y me pareció peligroso hacer un proyecto así, porque se podía prender fuego. Es un monte que está forestado hace 80 años. Hablé con el dueño y no nos pareció lógico”, relató el encargado.
Sin embargo, la empresa visitó a otros propietarios hasta que uno de ellos, a pocos kilómetros de La Mora, accedió a la instalación de la plataforma.
“Su idea es hacer una base de lanzamiento a gran escala, para tener cohetes de 25 metros de longitud. El que nosotros encontramos, si bien en los datos figura que tiene alrededor de diez, no tenía más de tres. Estaban probando algo ambicioso pero a menor escala”, estimó otro de los contratistas que protagonizaron el hallazgo, Matías Schmidt.
Lo que pasó fue que Tlon Space hizo en noviembre pasado un lanzamiento de prueba que falló, cumplió parte del recorrido pero se desarmó entre la estancia La Mora y el campo lindero.
Desde entonces, la empresa espacial estaba buscando el artefacto, que cuenta con registros de los parámetros de vuelo y cámaras, para analizar el error. Contrató incluso una avioneta para eso, pero desde el aire no pudieron encontrarlo por la altura de las pasturas.
Ucci añadió que Matías, su socio desde hace cuatro años que iba en una de las dos cosechadoras con las que estaban trabajando el campo, vio el extraño objeto y clavó los frenos. “Cuando nos bajamos a ver qué era, no lo podíamos creer. Un cohete en medio del campo es algo muy raro. Después nos enteramos de que la empresa dueña del aparato hacía días que lo estaba buscando”, siguió.
El cohete dejó un cráter de tres metros en el sueño. “Fue una desgracia con suerte. Cayó en un momento en el que el trigo estaba verde, de lo contrario hubiera provocado un incendio tremendo”, explicó el contratista. O peor, completó: “Si hubiera caído en un poblado, hubiera generado un desastre. Fue algo peligroso, porque el campo está a pocos kilómetros de Necochea».
Puente, el encargado de la estancia, cerró el relato de la singular experiencia: “Cuando apareció (el cohete), los llamé enseguida. Me dijeron que era fundamental para corregir errores y rescatar las pequeñas cámaras que llevan los registros. Lo que pudieron ver es que llegó más alto de lo que tenían pensado (unos 20 kilómetros). Nos dieron una recompensa que repartí entre los cosecheros”.