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Costa: “Este es un espectáculo en el que me destruyo para construirme”

Humorista y capocómica, se presenta por este sábado primera vez en Rosario con su unipersonal “A toda Costa”. Habla de su recorrido y de su gran presente, convertida en una referente de aquellos que eligen lo que quieren ser

“Hoy me levanto todos los días a las 5 de la mañana, cuando toda mi vida me acosté a las 8”, dice Costa, actriz, capocómica y humorista que ahora refleja por fuera un rotundo cambio interior: adelgazó 75 kilos.

“La gente me quiere porque sabe que soy una laburante de toda la vida”, sostiene orgullosa mirando en perspectiva un recorrido que lleva muchos años y en el cual, independientemente de estos tiempos de diversidades visibilizadas, ella sigue eligiendo llamarse Gonzalo Daniel, el nombre que le puso su madre, más allá de que se constituyó en un género femenino casi desde siempre, siendo poco más que un niño en su Córdoba natal.

“El primer VHS que llevé a Córdoba de un espectáculo mío, mi vieja lo ve y me dice: «No saliste en todo el show». No se había dado cuenta que yo era esa gorda rubia que aparecía ahí”, recuerda Costa con humor y ternura.

La humorista llega a la ciudad con su unipersonal A toda Costa. Se trata de una propuesta teatral sin rótulos y con mucho de stand up pero, al mismo tiempo, es humor en primera persona y es, sobre todo, el relato de una historia de vida marcada por una serie de singularidades, revisada desde la evidente resiliencia de un artista al que su pasado hoy no le pesa, tanto literal como metafóricamente.

A toda Costa se presenta este sábado por primera vez en Rosario, a partir de las 21.30, en el teatro Broadway (San Lorenzo 1223), donde también se venden las entradas desde 400 pesos.

“Soy honesta, algunos dicen demasiado pasional, a mí me gustan las cosas como son; en los hombres es carácter, en las mujeres mal carácter y a las trans nos llaman locas”, dice con humor Costa, que viene de presentarse con éxito en la temporada de verano en la costa argentina con este mismo trabajo en el que reconoce que la verdad es la gran protagonista.

“Tanto en un unipersonal como éste como en una obra donde se represente un texto clásico llega un momento en el que aparece la verdad, no se la puede tapar. Particularmente en este show todo lo que cuento es verdad, me pasó, pero como lo cuento con humor es más digerible. Y hay un momento, sobre todo en la última parte, en la que ya me saqué todo, hasta la piel; más de verdad, imposible. Siempre digo que este es un espectáculo en el que me destruyo para construirme. Y esa reconstrucción la hago con la gente porque es la que me posibilitó ser quien soy ahora”, dice Costa.

Como una misa

“Lo que hago en el teatro es como una especie de «Misa Criolla» que tiene de todo. Es un espectáculo teatral porque tiene magia, tiene engaño, y es también stand up porque es como ahora le gusta decirle a la gente a los monólogos de humor. Y también tiene algo que a mí me gusta dejar que es el producto terminado que soy yo misma: plena, exitosa, feliz; creo que está bueno poder dar ese mensaje”, sostiene Costa.

Desde su Córdoba natal y con una infancia en la que el bullying fue uno de los grandes temas, pasando por su refugio en los mundos de la literatura, su llegada a Buenos Aires y el trabajo en la calle hasta poder pisar los grandes escenarios y ser un nombre importante en radio y televisión, la vida presente de Costa tiene un cambio que comenzó por dentro y que hoy se refleja por fuera con un notable cambio físico. “Los cambios en la visa son siempre de adentro para afuera; yo me operé, me hice un bypass gástrico, bajé muchísimo de peso. Fue un proceso largo de sanación para poder enfrentar la operación, que fue de perdón y de responsabilizarme. Los gordos y los adictos en general echamos las culpas para afuera: «Me bullynean, me discriminan, no me quieren, me subestiman». Siempre sentimos la mirada del otro como una condena. Y los demás nos pueden decir de todo, el tema pasa por el valor que cada uno le da a esa palabra. Todo lo que me pasó en la vida fue bravo, pero es lo que me pasó a mí, porque a todos nos pasan cosas complicadas. Yo no creo en esa frase que dice: «Si sucede, conviene», pero una vez que sucedió hay que hacer algo con eso. No me van a ver a mí llorando en los programas contando lo que me pasó porque demasiada desgracia tiene la gente con lo que le pasa todos los días. De todos modos, mi espectáculo le sirve a mucha gente que dice: «Mirá… si a esta gorda le pasó todo esto y está arriba de un escenario y se está riendo, yo también puedo”, describió con humor.

Hay un mundo del espectáculo y de la farándula criolla del que Costa es parte con su unipersonal pero también como columnista en radio junto a Santiago del Moro y en tevé con Verónica Lozano en la tardes de Telefé. Hoy sostiene: “Supe que esto era lo mío hace muchos años, fue la primera vez que hablé en un escenario, porque antes era muda, hacía playback, hasta que un día hablé y me di cuenta que no me iba a callar nunca más. Pero creo que hay algo especial en el aplauso: cuando la gente te aplaude te genera una emoción muy fuerte. El escenario es todo en mi vida porque ahí fue donde me di cuenta que era querida, aceptada; era un lugar en el que no me discriminaban y al final hasta me lo agradecían”.

Dentro de un largo anecdotario, algunas de esas historias de escenario hoy reaparecen resignificadas en A toda Costa. “Yo trabajaba con otras dos, fue hace mucho tiempo, y yo salía a hablar en un momento para que ellas dos se cambien. No era importante mi monólogo, es que las otras dos querían salir divinas en el final frente a mí que salía toda chorreada (risas). Era un rancho donde trabajábamos, con un pequeño balcón de madera. Y cuando ellas estaban listas golpeaban la madera como diciendo: «Bueno gorda, ya está lo tuyo» (risas)”.

Un recorrido por diferentes programas de tevé pero sobre todo su trabajo en radio y teatro la depositaron hace un tiempo en el programa de Mirtha Legrand, un momento que hoy también recuerda con humor. “Fue muy gracioso porque vos llegás ahí pensando que Mirtha es tu amiga y no es así. Igual me habían dicho: «No tomes vino, no comas mucho y si te dan algo verde cuidado con los dientes». Yo me senté, chupé, comí, repetí el plato…. Tenía puesta una peluca que eran Norma y Mimí Pons juntas, llamaba mucho la atención (risas). Y la segunda vez que fui se me inundó la casa, se me mojó hasta la peluca, me pasó de todo, pero todo ese recorrido me sirvió para visibilizarme y de tener diez espectadores pasé a llenar el teatro”, recordó.

De movimientos colectivos

Con relación al momento que atraviesan los distintos colectivos de mujeres donde el colectivo trans ha tenido una presencia claramente activa, Costa evaluó: “El que no fue mujer ni obrero, piensa que todo tiempo pasado fue mejor. De todos modos, las trans seguimos siendo bastante raleadas dentro de estos movimientos y yo las entiendo, porque el colectivo trans tuvo muchos más avances que el feminista. Desde el 51 que las mujeres pueden votar en adelante, no las han dejado que logren muchas más conquistas; pensemos que aún se discute si una mujer y un hombre deben ganar el mismo dinero por el mismo trabajo, o gente que pone en discusión las jubilaciones de las amas de casa, mujeres que se rompieron el alma cocinando, planchando, educando y amando toda una vida. Y ahora matan una mujer cada treinta horas. Como decía (Antonio) Quarracino cuando yo era chica que a los homosexuales había que ponerlos en una isla, a los que deberíamos dejar en una isla es a los hombres violentos que para mí no son recuperables porque ven a las mujeres como un objeto y no como un sujeto. Siempre digo que hay que entender ese enojo de las mujeres porque este es su momento: se cansaron de siglos de que le pisen la cabeza”.

Género y aceptación

En un tiempo de cambios profundos y estructurales a nivel social en relación con temáticas de género e igualdad de derechos, donde el amor es amor sin importar las elecciones sexuales, Costa se edifica como una referente de aquellos que eligen lo que quieren ser sin encasillarse. “Ahora nos falta que desaparezca el pensamiento de una generación, pero el cambio está pasando. Yo sigo teniendo el mismo documento, me sigo llamando Gonzalo Daniel que es el nombre que me puso mi madre, y mi sobrina que tiene ocho años le dice a mi hermana por mí: «Ella tiene corazón de mujer pero la vestían de varón». Esa nena entendió todo, no hay que explicarle nada. Pero a mi viejo, que no me dejaba ir al teatro porque decía que era de maricones, le llevó más tiempo. Ese mismo hombre que toda la vida me condenó, terminó abriendo su corazón y me terminó aceptando. Cuando mi papá se murió, yo llegué a Córdoba y encontré en su agenda una foto mía vestida de Madame Butterfly. Le pregunto a la chica que nos ayudaba en mi casa qué hacía esa foto ahí, que si me viejo la veía se volvía a morir, y ella me respondió: «Esa foto era de su papá, él se la mostraba a la gente contándole que usted es un gran artista»”.

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