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Crece tensión en el mundo islámico

Varios países sancionaron diplomáticamente a Irán, luego de los ataques de manifestantes chiítas a la embajada de Arabia Saudita. Por su parte, las principales potencias del mundo pidieron calma y diálogo para enfrentar el conflicto.

La creciente crisis diplomática entre Arabia Saudita e Irán, que amenaza con arrastrar al siempre convulso Medio Oriente, dividió ayer a la región entre expresiones de apoyo a Riad y un incómodo silencio, mientras las principales potencias mundiales se limitaron a pedir calma y diálogo.

Desde Estados Unidos, el vocero del Departamento del Estado, John Kirby, pidió a ambas potencias regionales que eviten “exacerbar las tensiones sectarias” en el mundo islámico, en referencia a la violencia que se vive en varios países de la zona entre sunnitas, la rama mayoritaria del islam, y chiítas, la rama minoritaria.

Mientras Arabia Saudita promueve, financiera y políticamente, una visión ultraconservadora del sunnismo en toda la región, Irán defiende una interpretación también radical del chiísmo y apoya grupos islamistas armados rivales de Riad, como Hamas y Hezbollah.

“Creemos que las relaciones diplomáticas y las conversaciones directas son esenciales para superar las diferencias”, agregó Kirby en una conferencia de prensa citada por la agencia de noticias EFE, haciendo una leve y velada crítica a la decisión de anteayer de Arabia Saudita, su aliado incondicional, de romper todo vínculo político con Teherán, un enemigo declarado de Washington.

Esta nueva crisis diplomática comenzó el sábado pasado, cuando en un hecho inesperado, Arabia Saudita ejecutó a 47 condenados a muerte de forma simultánea con sables y fusiles.

Las víctimas eran principalmente extremistas sunnitas, muchos de ellos miembros de Al Qaeda, pero también incluyeron a cuatro disidentes chiítas, entre ellos Nimr Baqir al Nimr.

El jeque chiíta fue una de las caras visibles de las protestas antigubernamentales de 2011 y 2012, inspiradas en los levantamientos conocidos como la Primavera Árabe, que por entonces sacudían a muchos de los países vecinos, inclusive derrocando a longevos gobernantes autoritarios. Al Nimr se había convertido en los últimos años en un símbolo de lucha para muchos chiítas en Medio Oriente.

Por eso, su muerte provocó un repudio masivo y una ola de protestas en Irán, Irak y Bahrein, los tres países de la región que tienen mayoría de población chiíta.

Las protestas más fuertes se vivieron en Irán, en donde una multitud iracunda terminó incendiando la embajada saudita en la capital, Teherán, al tiempo que otro grupo atacó el consulado de la monarquía en el norte del país.

Como represalia por estos ataques, Riad y sus aliados, Bahrein y Sudán, rompieron relaciones diplomáticas con la República Islámica, mientras otro socio de la monarquía sunnita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), retiró a su embajador de Teherán de forma permanente.

Ante tamaña escalada regional, Washington, Naciones Unidas, la Unión Europea (UE), Francia, Alemania y Rusia llamaron a Riad y Teherán al diálogo y calmar la situación.

Tanto la UE como Alemania, hicieron especial hincapié en recordar que ambas potencias de Medio Oriente comparten la mesa de negociación en el proceso de paz sirio, un diálogo que recién fue inaugurado hace unos meses y que aún es muy débil.

Rusia, por su parte, reiteró que está dispuesto a servir como mediador entre Riad y Teherán para desactivar la crisis y “dar pasos que puedan empeorar la situación y llevar a una nueva escalada de tensión, incluida la confesional”, según un comunicado oficial difundido por la Cancillería en Moscú.

En cambio, en el mundo islámico la mayoría de los países oscilaron entre un apoyo más o menos explícito a Arabia Saudita y el silencio.

Además de Bahrein, Sudán y EAU –los socios de Riad que expresaron un apoyo más explícito–, el Senado de Jordania instó ayer a Irán a “parar de interferir en los asuntos internos” de los estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) Pérsico, que incluye a Arabia Saudita, al igual que otras monarquías conservadoras sunnitas.

En tanto, el canciller de Marruecos, Salahedin Mezuar, condenó el ataque a la embajada saudita en Teherán y expresó la “solidaridad constante” de Marruecos con el reino sunnita, según un comunicado oficial.

El revés internacional se sintió fuerte en Irán, en donde una multitud de voces políticas salieron a repudiar lo que interpretaron como una ofensiva saudita contra Teherán.

El vicepresidente primero de Irán, Eshaq Jahangiri, instó a Riad a no tomar más acciones contra su país y advirtió que la ruptura de las relaciones hará más daño a Arabia Saudita que a la nación persa.

Por su parte, el fiscal general, Ebrahim Raisi, lanzó una lluvia de acusaciones contra Riad, a quien calificó como un “tumor cancerígeno” que alimenta a los grupos radicales sunnitas en Medio Oriente.

Las dos milicias extremistas de la región más conocidas en el mundo, Al Qaeda y el Estado Islámico, son sunnitas y comparten una interpretación ultraconservadora similar a Arabia Saudita.

Pero la verdadera voz de todos los países árabes se conocerá el domingo próxio, ya que la Liga Árabe convocó ayer, a pedido de Riad, una reunión extraordinaria en su sede, en El Cairo, para tratar la creciente crisis con Teherán, un país musulmán, pero no árabe.

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