En los últimos años aumentó el número de emprendedores locales y la cantidad de personas que se anotan a los cursos de capacitación. Así lo explica una investigación del Instituto de Investigaciones y Asistencia Tecnológica en Administración de la Facultad. El fenómeno tiene su origen en diciembre de 2001 cuando la crisis política, económica y social que sufrió Argentina derivó en un fuerte aumento del desempleo. Desde ese momento los microemprendimientos sociales tomaron protagonismo y el rol del emprendedor cobró mayor importancia.
“Hace más de diez años que estamos trabajando con la cultura y gestión organizacional. Con el boom de la economía social, mutuales, asociaciones y las empresas recuperadas, empezamos a investigar distintos sectores de esta economía”, comentó María Teresa Kóbila, la directora del proyecto del que también participan Claudia Morbelli, Marisa Parolin y Natalia Chiaramoni. La iniciativa se desarrolla dentro del Instituto de Investigaciones y Asistencia Tecnológica en Administración de la Facultad.
La investigación está enfocada en los microemprendedores sociales radicados en Rosario. A partir de un convenio entre la Facultad de Ciencias Económicas y la Municipalidad, el equipo brinda cursos a microemprendedores locales.
El trabajo compara datos relevados entre 2010 y 2014. Con un enfoque cualitativo, las investigadoras analizaron diversos casos a través de la revisión documental, encuestas, entrevistas y observación participante.
Emprendedores locales
Rosario no escapó a la realidad nacional y como consecuencia de las políticas económicas, muchas personas perdieron su empleo. Así nació una corriente de capacitación para emprendedores sociales.
“Tenían ideas, ganas de progresar y hacer, pero les faltaban las herramientas para concretar los proyectos. Era necesario fomentar los emprendimientos”, dijo la investigadora.
Desde el municipio, a través de la Secretaría de Producción y luego con la creación de la Secretaría de Economía Social, se construyeron distintos programas para buscar una alternativa a esta situación de urgencia. El Promufo, un programa de créditos para financiar microemprendimientos, fue una de las alternativas de una nueva política social. Para acceder, los interesados deben hacer un curso de capacitación y es ahí donde intervienen las docentes.
“En los distintos encuentros que tenemos con los emprendedores, elaboran un proyecto de negocios que luego presentan. Lo evaluamos en un comité donde analizamos si es viable técnica y financieramente, sin descuidar el impacto social que pueda tener. Pretendemos potenciar sus proyectos para mejorar su inserción en el mercado local”, comentó Kobila.
El sector es un actor más de la economía que se integra a esa ecuación de empresas públicas y privadas, y brinda una salida laboral. No alcanza sólo con tener la idea. Los emprendimientos deben estar bien gestionados para que salgan adelante.
“En los cursos nos encontramos con muchos tipos de casos: están los que ya tienen el proyecto medio armado y vienen a buscar herramientas que lo potencien, y también hay personas que tienen una idea y no saben cómo llevarla a cabo”, profundizó la docente.
Los contenidos del curso y el tratamiento dependen de los intereses de los emprendedores. “Al variar el contexto económico y social, cambian las condiciones y proyectos de los emprendedores. Solemos redefinir la dirección de contenidos, tratando de masificar el tiempo y hacerlo provechoso”, dijo la directora del proyecto.
Las investigadoras, a través de los datos estadísticos recolectados, concluyeron que aumentó el nivel de información general de los programas de fomento emprendedor. También subió la cantidad de inscriptos en los cursos y destacaron que los asistentes se interesan en la capacitación porque aprenden herramientas de gestión que es lo que generalmente les falta. “No se quedan solamente con lo que nosotros les damos sino que asisten a otras experiencias y clases. La ciudad tiene emprendedores que están en formación constante y tienen alma de superación. No solamente aprenden de nosotros sino que aprenden entre ellos, contando experiencias y generando vínculos que quedan para el futuro. Así van abriendo distintas puertas”, resumió María Teresa Kobila.
Una respuesta a la crisis
El movimiento cooperativo nació hace dos siglos y fue el origen de la economía social. Este tipo de organizaciones muestran una forma distinta de llevar adelante una empresa, teniendo en cuenta factores como la distribución, financiación y el consumo. En el país vuelven a aparecer a finales de la década del 90, basándose en la solidaridad y como respuesta a una realidad socioeconómica que no era favorable.La economía social se constituyó como una opción viable y se la denominó economía solidaria. La economía social se relaciona directamente con el sistema de gestión cooperativista y la solidaria con el hecho de producir transformaciones en una sociedad en crisis. “La economía social surgió como una solución a las políticas del sistema capitalista que se caracterizan por no ser inclusivas ni solidarias. En la economía social se destaca la autonomía en la gestión. El término solidario va de la mano de los cambios que este tipo de economía quiere producir en un contexto de emergencia”, explicó Kóbila.