Durante mucho tiempo a Los Pumas se les exigieron logros. Ganarles a las potencias y jugar un rugby de alto nivel eran las exigencias. Conocida es la historia de Los Pumas a través del tiempo, pero tomando el período desde el primer Mundial, para analizar al seleccionado argentino se pueden ir viendo cómo los sectores del rugby argentino fueron virando.
Pasaron cinco citas mundialistas para que los más acérrimos amateuristas entendieran que había que empezar a preparar a Los Pumas de diferente manera. Porque esos que exigen que Los Pumas jueguen de igual a igual con las potencias son también aquellos que condenan al exilio a los jugadores que tienen contrato con la UAR.
Además de ser aquellos que durante una buena parte de la década del 90 hicieron fuerza para que los jugadores que se iban al exterior como profesionales no jugaran en Los Pumas y además fueran mal vistos.
Después, con el paso del tiempo, la exigencia fue para la dirigencia. “Sin un torneo anual Los Pumas no van a crecer”, y la competencia anual llegó. Siendo el primer paso para poder estar en un futuro a la par de las potencias. Dentro de esa realidad de Rugby Championship, Argentina debe ir tomando decisiones; una de ellas es tratar de retener a los nuevos valores que van apareciendo, fruto del rugby de base (clubes amateurs) y que después suben escalones en los Centros de Alto Rendimientos, verdaderas fábricas de jugadores. Sí es verdad que la preparación del rugby profesional en Inglaterra o Francia o cualquier país del hemisferio sur es mejor que en la Argentina, pues es obvio que esos países al rugby argentino le llevan 20 años de profesionalismo, 20 años donde “un sector” sólo se dedicó a poner piedras en el camino y con un sólo objetivo: tener poder para poder viajar con el saco azul y el yaguareté.
Hoy existe un grupo de jugadores sin experiencia profesional pero que decidió quedarse a pelearla en Argentina junto a un staff técnico que piensa en un proyecto a futuro, dejando de lado el amiguismo y el lobby. Entonces hoy, cuando se toman decisiones para mantener un vestuario sin contaminaciones, y dando un mensaje claro para sumar, todos son bienvenidos.
El sector más prehistórico del rugby argentino, que representa a los años oscuros del mundo ovalado criollo, no ve con buenos ojos que no llamen a algunos jugadores que actúan en el exterior para darle la prioridad a aquellos que son jóvenes y que representan al futuro del seleccionado argentino.
Las críticas pueden ser constructivas y siempre son bien recibidas, después puede haber críticas destructivas que en determinado momento histórico pueden en cierta manera ayudar. Ahora buscarle la quinta pata al gato es nuevamente poner la maquinaria de la búsqueda del negativismo en funcionamiento.