La estrategia de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, es discutida y discutible, pero tiene un lineamiento claro: primero sacar la cabeza fuera del agua de la crisis política y luego enfrentar la crisis económica.
Amenazada por un posible juicio político, la mandataria abrió su gobierno más, entregando ministerios a aliados del Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y dirigentes alineados con Lula Da Silva.
“Los gobiernos de coalición, como es el caso del mío y de todos los gobiernos después de la democratización, necesitan apoyo en el Congreso”, explicó de manera clara la jefa de Estado.
Como señaló alguna vez Juan Domingo Perón en un discurso ante empresarios, la estrategia puede ser pensada como entregar “un 30 por ciento” ante el riesgo de perderlo “todo”.
La estrategia política se apalanca también en el hecho de que el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, como publicó la revista Carta Maior, “agoniza en la plaza pública” luego de que se le descubrieran cuentas no declaradas en el exterior.
Esa es la situación política de crisis que Dilma busca superar con la amarga medicina de entregar parte del gobierno, recortar ministerios y bajar salarios de altos funcionarios.
El problema es que allá afuera la espera una economía hostil, en la que los mercados tienen un poder de fuego muy relevante, en un país que pudo sacar a grandes cantidades de personas de la pobreza, pero sin tocar los intereses del sector financiero.
En ese marco, las perspectivas de 2015 ya parecen jugadas: la economía se contraería alrededor del 2,8 por ciento, los precios al consumidor subirían poco menos del 10 por ciento en un contexto en el que el desempleo se ubica en su mayor marca en 5 años.
“Esperamos que el reequilibrio fiscal sea aprobado por el Congreso y que el control de la inflación en proceso garantice retomar el crecimiento”, tal el diagnóstico de la presidenta.
Los debates están a la orden del día y la revista Carta Maior, de orientación de izquierda, apunta todos sus cañones contra el ministro Joaquim Levy, de orientación neoliberal.
“Centrado en el recorte de gastos, el ajuste produce recesión la que, como consecuencia, derrumbó la recaudación federal, de estados y municipios. En Brasil, la mayor parte de los impuestos nace de gravar el consumo. Según un documento contra la actual política económica, el ajuste debería ser hecho con crecimiento, o sea con aumento de los ingresos resultantes de la expansión económica”, señaló la publicación.
Lo que está en duda también es cómo responderán ante la situación planteada los aliados del gobierno brasileño por “izquierda”.
No fueron pocos los que propusieron que en medio del recambio de ministros también fuera eyectado Levy de su silla.
Un dirigente aliado del oficialismo en el Senado, Acir Gurgacz, disparó: “La política económica del gobierno ya fue; es la hora de cambiar de ministro”.
La suerte que corra el gigante sudamericano tendrá impacto seguramente en toda la región y es seguida muy de cerca no sólo por los mercados internacionales sino también por los gobiernos –y las oposiciones– que comparten fronteras con el vecino país.