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“Creo en la justicia de Dios”

A 12 meses del brutal asesinato de Elías Bravo, un adolescente acribillado de 30 balazos en la puerta de un búnker de Empalme Graneros, la causa sigue sin detenidos. Su familia denuncia connivencia policial en la venta de drogas.

El homicidio de Elías Bravo fue uno de los más resonantes de 2011. No sólo por la brutalidad con la que fue asesinado sino porque ocurrió en la puerta de un concurrido quiosco de drogas que los vecinos de Empalme Graneros estaban cansados de denunciar. El joven tenía 17 años y recibió más de 30 tiros en una suerte de “cama” que le tendieron sus propios amigos. Pero el exceso de balas no fue solo para asegurar su muerte. Fue también un mensaje mafioso para ser leído. Se dice que Elías le robaba a los narcos y les recriminaba que vendan droga a los más chicos. También se dice que la misma Policía liberó la zona de la trampa mortal y que los autores de su feroz asesinato, tanto los que dispararon como los que emitieron la orden, quedarán impunes de por vida. Hoy se cumple un año de su muerte y la causa está “como en foja cero”. El sindicado matador nunca llegó a los tribunales, ni como imputado ni como testigo pese a que fue el último que lo vio con vida, y se pasea por el barrio a bordo de un lujoso auto. Pero Elías no murió del todo. Sigue presente en el odio de los que profanaron su tumba, en el miedo de los testigos que no se animan a declarar y en el amor de sus amigos y familiares que levantaron un santuario sobre las ruinas del búnker de droga que los mismos vecinos demolieron a mazazos la noche de su muerte.

“Hacé de cuenta que no mataron a nadie. En un año no pasó nada. La causa está como archivada”, dice Analía, mamá de Elías, mientras afirma: “Yo sé que Elías nunca va a tener justicia acá, porque hay mucha plata de por medio y la plata mueve al mundo. Entonces sé que nadie va a investigar porque saben que tienen que llegar a los grandes. A los que arreglan conla Policíay son sus socios. En la única justicia que creo es en la de Dios”.

Desde el homicidio del adolescente varios nombres vinculados con el mundillo de la venta de droga resonaron con fuerza. Primero el del muchacho que solía ser amigo de Elías y al que sus familiares apuntaron en tribunales como su matador: Darío F. apodado el Oreja. Y luego el de las personas para las que ese muchacho presuntamente trabajaba y que se los sindica como encargados de la distribución y comercialización de drogas en las zonas de Empalme Graneros y Ludueña. Al parecer, las acusaciones no alcanzaron el grado de certeza necesario para que el juez que instruye la causa, Luis María Caterina, pueda esclarecer el crimen, que amenaza con quedar impune.

“Todos saben que a mi hijo lo mató el Oreja, lo vino a buscar y le tendió una trampa. Pero los testigos del crimen tienen miedo, porque tienen familia. Dicen que hay protección para testigos, pero eso es mentira, porque la misma Justicia avisa ala Policía, yla Policíatiene arreglo con los narcos. Por eso no podés confiar ni enla Justicia, ni enla Policía. Quépodés esperar, si la plata mueve todo. ¿Por qué el juez nunca citó al Oreja?”, se preguntó Analía.

“Hace poco el Oreja me mandó a decir por un amigo de mi hijo que quería hablar conmigo para decirme que él no mató a Elías y que fueron Esteban A. y el gordo Ariel. Pero lo dijo para zafar porque sabe que ahora el Esteban está preso. Cayó conla Policía Aeronáuticapero no por drogas sino por andar robando autos de alta gama. Quiso arreglar y no pudo, porque no erala Policíade acá. Yo sé que era el dueño del búnker y que pagó para matar a mi hijo”, relató Analía y agregó: “El Oreja anda por todos lados con autos y motos caras. ¿De dónde saca la plata? Los amigos de mi hijo se lo encontraron en un boliche, estaba custodiado por dos policías, ¿Te parece que él, que mató, tenga que tener custodia? Ya que el juez no lo quiere poner como imputado que lo mande a citar igual, si fue la última persona que estuvo con mi hijo. Lo vino a buscar a casa”, dijo Analía y agregó que se cansó de ir a Tribunales en busca de respuestas pero que sólo una vez fue atendida por el juez de la causa.

Gladis, la abuela de Elías, fue más aguda: “Se están matando a los chicos. Nos estamos quedando sin juventud por asunto de esa droga. ¿Qué hacen los jueces, los diputados? ¿Qué hacen? Nada. Se llevan a esos pobres infelices que los ponen a vender por unos pesos, para drogarse. ¿Y los grandes? Tienen que llegar a los grandes para que se termine de una vez. Todos los días matan a un chico joven, de 16, de 17 años. De acá a diez años nos vamos a quedar sin juventud. Si no se mueren por la droga, se matan entre ellos por la droga”. La mujer fue interrumpida por su hija que esbozó con certeza una respuesta: “Nadie hace ni va a hacer nada, porque lo único que les importa es la plata. No les importa si se muere un chico de 10 años, de 12 de 15 o de 20. Fijate cuando hacen los allanamientos en los búnker a quiénes se llevan. A los pibitos que atienden que, pobres pibes, después los dejan re tirados, porque olvidate que le van a ofrecer ayuda a la madre que tiene un hijo adicto. Es así. Pero bueno, yo creo en la justicia de Dios. Ojalá Dios me ayude y me siga dando vida. Sé que acá sentadita voy a ver caer a todos los que le hicieron mal a mi hijo, como cayó el Esteban. A mi hijo no lo voy a recuperar nunca, pero Dios me lo va a hacer ver”.

Un santuario, una tumba profanada y pintadas

La muerte de Elías Bravo generó sentimientos disímiles. Para los vecinos de calle French entre Felipe Moré y las vías del ferrocarril fue un cambio radical de vida, ya que su brutal asesinato los animó a derribar, esa misma noche, el búnker  de venta de drogas con el que convivían las 24 horas del día desde hacía años. Para su familia fue demoledor y no dudan en decir que les sacaron lo que más querían. En el barrio, la zona más pobre de Empalme Graneros, donde los vecinos aseguran que Elías no permitía robos ni arrebatos, empezó a crecer una suerte de ángel. Comercios con la foto del adolescente, pintadas en paredones y temas musicales dedicados por radio lo nombran sin olvido, mientras los más cercanos se tatúan su nombre envuelto en alas. Y además, nunca falta un vaso de cerveza y algún cigarro en el santuario de paredes gruesas que construyeron en el lugar donde cayó tendido.

Sin embargo, su muerte no silenció a quienes lo odiaban. A pocos días de su asesinato, la tumba donde fueron sepultados sus restos fue profanada. “Arde el infierno?!! Feliz mami!!!”, fue la pintada que hicieron con fibrón indeleble sobre la placa con flores y tarjetas de amigos del cementerioLa Piedad.

La semana pasada, la mamá de Elías se topó con otra ingrata sorpresa: “Fui a verlo y me encontré con la tapa del nicho corrida, se veía el cajón. No se qué más quieren, yo ya no lo tengo más, qué pueden hacer si ya está muerto. No lo dejan descansar en paz. Quiero cremar a mi hijo”, dijo Analía entre sollozos tras enumerar los trámites que empezó a hacer para, al menos, “darle esa tranquilidad” a Elías.

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