¿Cómo se construye el odio social hacia les lesbianes?
El asesinato aberrante de Lucio Dupuy lo explica muy bien. Condensa en una imagen los grandes estereotipos: lxs lesbianxs marimachxs, morochxs, salvajes, lx robaesposxs, matahombres, mataniñxs.
Un meme lo resume. Y desde C5N hasta LN+ lo replican. “Qué harías si te casas con una mina, tenes un pibe, se hace lesbiana, se junta con una drogadicta, y te matan tu hijo? Eso le pasó a Christian Dupuy”.
Está implícito que le puede pasar a cualquiera, a cualquier varón de bien, a cualquier “papi Avon”. Después de todo, ¿no es eso lo que las feministas quieren, varones heterosexuales que se hagan cargo de la crianza compartida?
Les lesbianes sabemos qué significa este meme: a todes nos han dicho (la cultura, las madres, las amigas) que si te capta la torta cuarentona del barrio y te haces lesbiana, ¡te vas con ella a la calle! Y ¡ay querida! has elegido tu destino: terminar en una zanja asesinada por la lesbiana, que siempre es la otra y nunca mi hija.
O terminará tu hijo asesinado, como dirá el defensor que le pasó a la mamá de Lucio, mientras el fiscal apura que fueron las dos, cómplices, juntas, degeneradas.
Este asesinato aberrante de un niñito abre la puerta de la “violencia entre lesbianas”, ese gran tabú de nuestro colectivo lésbico, que el universo heterosexual transforma en condición, el agujero negro del espacio romántico.
Y, además, ofrece el chivo expiatorio perfecto para embarrar la discusión sobre qué es la Justicia patriarcal. “¿Vieron? La mamá no siempre es la buena”, dirán las pancartas, “la jueza de familia usó estereotipos sobre roles de género para asignar los cuidados a la madre”, agregarán comentaristas.
Y sobre esta verdad autoevidente, ineludible y aplastante como el heterocispatriarcado mismo, se montará el falso Síndrome de Alienación Parental, los fanáticos del ciberpatrullaje de redes sociales, las y los votantes de Milei, Villarruel, Hotton y Bullrich. Y muchxs compañerxs.
La hija lesbiana de Macri no será tema de conversación. Probablemente primen las diferencias de clase. Y son esas mismas diferencias, junto al terror a la criminalización, al retroceso, las que abonan el silencio lésbico frente a la estigmatización que recae sobre todes, pero hoy condena de antemano a Abigail y Magdalena.
Como si por ser negrx fueras menos lesbianx y más unx tortx laburantx camionx con olor a chivo, bien lejos de la hija de Tini de Boucurt y su exóticx novix que acapararon la Revista caras de julio 2021.
“No contrato lesbianxs porque no cargan bolsas, no quiero exponerlxs a eso”, me dijo una chica hace unos días que, juro, pensé que era lesbiana – siempre el beneficio de la duda.
Lxs lesbianxs que no amaban a los varones
La figura de Abi (como ellx se identifica) y Magdalena nos despoja de fragilidad. Contrasta con Marcela Crelz, degollada a los 50 años en su casa por su madre de 70 años y con tantas otras lesbianas asesinadas por sus familias en “crímenes de honor”. Contrasta con Alicia Caf, que murió en la calle durante la pandemia sin poder concretar el lesbiátrico para las vejeces dignas.
La figura de Abi y Magdalena permite a los medios invertir la figura del femicida. El asesino de mujeres pasa a ser “un hombre de sus circunstancias”, frente a la lesbiana asesina, este nuevo-viejo monstruo social de por lo menos dos cabezas y un solo propósito: asesinar varones. “Si tenéis pene, temed”, es el adagio arcaico que resuena y pone en el lugar de víctima no a Lucio, que lo es, no a su padre, que lo es, sino a todos los varones: todos los padres denunciados por violencia, abuso, maltrato.
La figura de Abi y Magdalena habilita justificar los crímenes atroces contra lesbianxs. Se parecen bastante a La Pepa Gaitán, fusilada de un escopetazo en el pecho que le disparó a quemarropa el padre de una de sus novias. La defensa argumentó que el asesino “le tenía miedo” a La Pepa, armada sólo con su chonguez.
Las fotos que circulan las muestran a Abi y a Magdalena en la marcha del orgullo, con el “pañuelo verde”. Besándose amorosamente.
Los tuits de Abi, calificados de aberrantes por los medios, hablan de “ir a bailar, descartar al pibe, drogarse, no traer hijos al mundo, hablar mal del padre de Lucio”.
Abortera, asesina, odiaonvres, drogadicta. Puede ser cualquiera: cualquier feminista de pañuelo verde.
La figura de Abi y Magdalena permite también justificar la separación que proponen ciertos feminismos de la discusión sobre la igualdad, por un lado, escindida de la heterosexualidad obligatoria y la cisnormatividad como violencias estructurantes. Fortalece política y socialmente un feminismo bien, de buenos modos, institucional, para todas, todos y todes por igual. Un feminismo que nada que ver con lxs quemapatrullerxs, escrachantes de Catedrales que gustan de prender fogatas y bailar alrededor en tetas, besándose y tocándose las barbas entre todes. Y que es sistemáticamente reprimido por todas las policías, como Marian y Rocío.
“Le lavaron el cerebro”, “Ya no es más mi Abi, cavó su propia tumba”, sentencia la madre de Abi en TN. La familia heterosexual se despega. No del crimen, sino del lesbianismo.
Silencio y Fuga de Hogar
¿Con qué responde el Estado? Con lo de siempre: primero abandono, luego criminalización.
Los esfuerzos políticos de las últimas décadas son valiosísimos, pero aún insuficientes. Los gobiernos municipales, provinciales y nacionales no dan respuesta a la magnitud del problema, a la escala de recursos que se necesitan.
La violencia social, que es expulsiva de lxs lesbianxs de sus lazos familiares primarios, hace crujir también los afectos comunitarios y amorosos, que son muy difíciles de sostener.
Sin políticas públicas de promoción del lesbianismo no hay lugar para las lesbianas y mucho menos oportunidades. No en un sentido identitario de fábrica de lesbianxs, sino de valoración cultural, reconocimiento histórico, visibilidad social positiva, reconocimiento e institucionalización de las prácticas (donde hay una necesidad, hay un derecho).
El único lugar socialmente aceptado, y mediáticamente promocionado, es el penal, romantizando así la violencia social, sexual y de géneros a la que son expuestas en la cárcel. El penal como lugar natural, donde se las ubica estereotipadamente en la “jerarquía” del manejo carcelario femenino y como predadoras sexuales.
La gravedad y atención social asignada a los maltratos contra les niñes y adolescentes no recibe tampoco mejor destino político y social. Sólo en la oscuridad asignada socialmente a la identidad y el estatus de las acusadas es que puede salir a la luz el maltrato crónico y brutal que sufría Lucio.
Para reconocer tempranamente este maltrato, menos tienen que ver los tuits de Abi que la fractura anterior en un brazo por la que fue atendido Lucio en el hospital, y más una intervención judicial – que no depende sólo de una jueza- que quitó importancia a las señales de violencia o vio señales de violencia en más de un vínculo del niño, algo que pasan por alto los interpretadores/as de tuits y declaraciones de la familia paterna, la actual pareja del padre, y quienes gustan aventurar el curso causal de que “si hubieran respetado al padre, la muerte se habría evitado”.
La disyuntiva entonces, que se nos propone, es la seguridad del retroceso. ¿Avanzamos en derechos y matamos a lxs niñxs, o retrocedemos hacia el patriarcado feliz donde todxs somos eternamente infantes? Una disyuntiva electoral. Retroceder en el tiempo como metáfora terraplanista.
No se puede retroceder en el tiempo. ¿Serán las únicas que sobrevivan, las feministas Sara Connor, armamentistas, racistas y madres ante todo, aunque lesbianas? ¿Una maternidad anti-Estado, antivacunas, pro familia nuclear?
Es fuerte decir que el padre habría podido evitar la muerte de su hijo. Háblame de estereotipos sobre los hombres, que los cargan con la omnipotencia y omnipresencia y potestades divinas. Todo un héroe, pero a qué costo.
Para construir alternativas eficaces y poderosas a la muerte y al maltrato de las niñeces necesitamos fortalecer las políticas estatales que se ocupan de hacer realidad los derechos de les niñes.
Niñez y Adolescencia son áreas de gobierno donde nunca sobran recursos y donde la presión sobre la baja de la edad de imputabilidad se hace sentir cotidianamente. La perspectiva de género, derechos humanos, el enfoque diferenciado, no pueden arraigar donde ganan las miradas asistencialistas, de derivación y tutela.
Si hablamos de maltratos, hablemos del perdón del Estado a Abril Rosales por los abusos sexuales de su padre hacia ella y su hermana, y la violencia contra su madre Ivana; matrimonios y uniones forzadas de niñes, en niñas madres; la falta de reconocimiento a las niñeces y adolescencias trans; el perdón del Estado por la violación racista a L.N.P. cuando era una joven; la deuda con las víctimas de abusos en su niñez que luchan por reconocimiento judicial; lo que tiene que pasar Thelma Fardín para poder llevar a juicio una violación cuando era adolescente, que le tomó once años de su vida.
Hablemos de Rocío Girat y Marian Gomez, que denunciaron a sus padres por aberrantes abusos sexuales en su niñez; de Feliciana Bilat, lesbiana visible, militante feminista, detenida por impedir el contacto de su hija con el padre denunciado por abuso, estigmatizada como mentirosa y mala madre en el voto de la sentencia firmada por quien hoy está encargada del Servicio Penitenciario federal. Hablemos de Bulacio, Bru, Bordón, Carrasco, Casco, Facundo, Nahuel, Lucas, Luciano, Facundo Ferreira, una saga de muerte por maltrato institucional.
Hablemos de los cientos de niñeces y adolescencias en los centros clandestinos de tortura, detención y exterminio durante la dictadura cívico militar, sobre las apropiaciones de hijxs de detenidxs desaparecidxs que aún hoy continúan bajo el aval de la inercia social y el verdadero tiempo que pasa, no para atrás, sino para adelante, consolidando la impunidad biológica de los crímenes atroces. Hablemos sobre la apropiación de niñes por medio de inscripciones y adopciones falsas en democracia.
No para distraernos del asesinato de Lucio Dupuy, sino para esclarecerlo realmente.
Es responsabilidad del poder judicial dilucidar el crimen de Lucio sin invocar la dinámica de la lesbiana perversa, ni diluir las responsabilidades individuales. Pero también es necesario inscribir este crimen en la trama de violencias sociales y estatales, como se hace con todas las muertes violentas, desde los accidentes de tránsito hasta los femicidios.
Hasta ahora, las declaraciones del Ministerio Fiscal de la Pampa parecen ser una forma más de culpar a las víctimas, adelantando que “no había denuncias anteriores de maltrato”. Tanto como la sobreactuación del gobernador que hizo muchas promesas y ahora quiere saldar todo en un solo caso.
Netflix y el jurado popular
Beatriz Gimeno, en su libro sobre La construcción de la lesbiana perversa[1], analiza el caso de Dolores Vazquez, condenada en España por un jurado popular por el asesinato de la hija de su ex pareja, Rocío Wanninkhof. Hay dos series de Netflix. La absolvieron porque resultó que el crimen lo había cometido otro, un señor que confesó la autoría del femicidio mientras era juzgado por el crimen de otra chica.
A otra escala, el asesinato de Lucio servirá para encubrir otros crímenes y maltratos contra les niñes. Y eso pasará si nuestra atención política y judicial se concentra en las imágenes estereotipadas que ofrecen los medios y la sociedad de Abi y Magdalena, y no entendemos el impacto del odio social hacia lxs lesbianxs en la dinámica de los hechos, estableciendo justificaciones igual de aberrantes que el crimen.
En la introducción al libro, Beatriz Gimeno reflexiona sobre su necesidad de escribir frente al silencio que hizo durante el tratamiento mediático y judicial del caso. Me hago eco personal y compañero de la obligación ética de no hacer nunca más silencio.
[1] https://beatrizgimeno.es/2021/07/09/la-construccion-de-la-lesbiana-perversa-mas-de-20-anos-despues/
Luli Sánchez es abogadx, lesbianx y feminista.
Arte Jael Díaz
Cosecha Roja