En un contexto complejo para el sector automotriz, el secretario general de Smata, Marcelo Barros, aseguró que seguirán las inversiones en la planta de General Motors de Alvear y descartó despidos. Adelantó que el gremio ya comenzó con las negociaciones para el primer semestre de 2019. La propuesta es producir 27 autos por hora desde febrero con trabajo pleno para un solo turno y el agregado de medio turno más en las secciones de motores. El anuncio calmó las aguas después de los dichos de Mary Barra, CEO global de General Motors, quien había señalado que no iban a “seguir invirtiendo para perder dinero”, en relación a las plantas que la multinacional estadounidense tiene en Sudamérica.
“Queremos seguir hasta abril con el mismo sistema y que los empleados sigan adentro de la fábrica. No sabemos qué va a pasar luego. Los trabajadores están cobrando el 70 por ciento del sueldo de bolsillo”, resumió el dirigente gremial.
Incierto
El 31 de enero vence el acuerdo entre el gremio Smata y General Motors a través del cual la compañía se comprometió a no despedir a ningún empleado. A cambio, accedieron a que les paguen el 70 por ciento de los salarios y les redujeran horas. La planta de Alvear funciona con dos turnos que hacen 15 autos por hora.
Tal como publicó El Ciudadano en diciembre, la empresa anunció que en febrero iban a dejar sólo un turno con 22 autos por hora. Eso complicaría la situación de muchos trabajadores.
Sin embargo, con sus declaraciones el titular de Smata buscó llevar tranquilidad a los trabajadores y anunció un panorama un poco más alentador. La idea es hacer un turno y medio de trabajo con una producción de 27 autos por hora desde febrero. “Seguimos con las negociaciones. Desde el gremio pedimos poner así en funcionamiento los dos turnos”, señaló Barros.
Complejo
La situación de los trabajadores de General Motors no escapa a la que atraviesa el sector automotriz en todo el país, que pone en jaque el futuro laboral de cerca de 20 mil trabajadores debido a la caída de la demanda del mercado interno y la dificultad de posicionar productos en mercados externos, principalmente en Brasil.
A fin de 2018 General Motors cerró una oficina dedicada a tareas informáticas y financieras que funcionaba en el centro de Rosario y echó a 150 trabajadores y trabajadoras. El tema no tuvo tanta trascendencia debido a que los empleados estaban fuera de convenio y no tenían ningún tipo de representación gremial.
La compañía les impuso retiros voluntarios como forma de indemnización. La mayoría eran ingenieros, analistas en sistema y programadores con entre 7 y 20 años de antigüedad. Hacían el soporte del sistema informático y financiero de General Motors en todo el mundo y enviaban información a la casa central en Detroit.
Los despidos fueron informados después del anuncio de la compañía norteamericana del cierre de siete fábricas en distintos lugares del mundo y de una reducción del 15 por ciento de las fuentes laborales que implicaban un recorte de 6.000 millones de dólares. Sólo en América del Norte afectó a ocho mil ejecutivos y seis mil operarios del total de 54 mil empleados.
En diciembre la compañía comunicó que clausurará dos plantas de montaje y dos de producción de motores en Estados Unidos, una planta de montaje en Canadá y otras dos sin identificar fuera de América del Norte a fines de 2019, además de otra ya anunciada en Corea del Sur.
En paralelo, la empresa ratificó el compromiso de invertir en la región 500 millones de dólares para el desarrollo de un nuevo modelo global para producir en la planta de Alvear. También confirmó la producción del Cruze y anunció que será el primer auto con internet que llegue al mercado local.
De todas formas, eso se puso de alguna manera en duda luego de los dichos de esta semana de Mary Barra, CEO global de General Motors, quien había señalado que no iban a “seguir invirtiendo para perder dinero”, en relación a las plantas que la multinacional estadounidense tiene en Sudamérica.
Ahora habrá que ver qué sucede.