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A un año del atentado: “Cristina sigue siendo el hecho maldito de la política argentina”

El periodista Patán Ragendorfer analiza el ataque a Cristina y la nueva derecha: "Más allá del hecho en sí, lo que sucedió ese día puso al descubierto la existencia de un montón de pequeñas organizaciones de ultraderecha cuya existencia hasta entonces estaba solapada"

“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”, Ricardo Ragendorfer pronuncia estas palabras de Antonio Gramsci como cierre de una conversación con El Ciudadano. El puntapié del llamado al periodista, conocido como Patán, es el primer aniversario del intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner pero el diálogo termina siendo un diagnóstico de los grupos de ultraderecha en el país, de la subestimación que ha habido y de cómo ciertos dirigentes políticos con discursos más radicalizados logran seducir a los votantes.

Ragendorfer se ha especializado en la investigación del accionar de las fuerzas de seguridad en Argentina, en particular de la Policía Bonaerense, y como columnista del diario Tiempo Argentino desde el 1 de septiembre de 2022 siguió de cerca todo lo que precipitó el intento de magnicidio. Además, entre 2008 y 2016 trabajó en el Archivo Nacional de la Memoria, donde tuvo acceso a documentos militares que sirvieron como prueba en causas de lesa humanidad.

—A un año del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, ¿qué conclusiones tenés del caso? ¿qué evolución viste?

Si es que se puede llamar evolución, porque pienso que sufrió una involución. En primer lugar llama la atención la indiferencia que merece actualmente este hecho, independientemente de los aniversarios que lo reflotan un poco, puesto que fue uno de los episodios más dramáticos que hubo desde la finalización de la última dictadura. Desde el aspecto judicial el expediente está únicamente reducido a la hipótesis de los loquitos sueltos, cuando es evidente que tuvo terminales políticas, mandantes políticos y financiadores políticos muy concretos. La investigación judicial encabezada por la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo vendría a ser una etapa posterior a ese plan, surgida a partir de su fracaso y que apunta, desde luego, a su encubrimiento. Todo lo que no se resuelve judicialmente termina teniendo una textura histórica de la cual tanto Capuchetti como Rívolo forman parte de lo que podríamos llamar los hacedores de lo que ocurrió el 1 de septiembre de 2022.

Patán Ragendorfer siguió desde el principio el caso por el intento de asesinato de CFK así como los grupos violentos que han amedrentado a otros funcionarios.

Decís que hay una indiferencia con este tema, ¿te parece que la dirigencia política o quienes supuestamente son afines a CFK estuvieron a la altura de las circunstancias? ¿qué ves que pasó ahí?

Es difícil contestar esta pregunta porque estamos hablando de muchos actores, de muchos intereses que desde luego convergen en un mismo proyecto político. Pero sin echar sombra sobre este sector, yo en particular hubiera efectuado los reclamos de justicia correspondientes con más intensidad.

“Estamos en una especie de pesadilla orwelliana”

¿Cómo viste a CFK este año? Pensaba mucho en ese cántico “Si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar” y casi la matan

—Y no hubo qué quilombo. De algún modo, Cristina sigue siendo el hecho maldito de la política argentina. Pocos líderes mundiales llegan a tener esa impronta y menos aún en vida. Realmente los hechos malditos, en el buen sentido de la palabra, corporizados en determinadas figuras políticas que ya no viven como el Che Guevara, Trotsky, Evita, son personas que no pueden hablar. Cristina afortunadamente todavía puede hablar, en la medida en que ella lo quiera y que tenga la voluntad de hacerlo puede incidir o puede mantener en algún momento de la historia, por ejemplo en este, un prudente silencio. Pero es un hecho maldito de la política argentina, no cabe la menor duda porque como acusada de todo está lejos de tener el derecho a ser juzgada correctamente y como víctima de un atentado político, como víctima de una persecusión, es ninguneada no sólo por los poderes del Estado y el poder real sino por esa categoría sociológica imprecisa a la cual se denomina, entre comillas, la gente.

Previo al intento de asesinato, ¿cuáles fueron los puntos claves de la escalada de violencia que vos planteás en tus notas desde el principio?

Pienso que más allá del hecho en sí, lo que sucedió ese día puso al descubierto la existencia de un montón de pequeñas organizaciones de ultraderecha cuya existencia hasta entonces estaba solapada. Nadie hablaba de Revolución Federal ni de personajes como Morel ni de Francisco Sanchez que es el referente de Unión Republicana, una organización ultraderechista que funciona dentro del Pro. 

Y se tomaban como hechos aislados los actos que habían perpetrado hasta este momento esos grupos. Me refiero a escraches como el que sufrió Massa cuando asumió como ministro de Economía o la vez que arrojaron antorchas ardientes en la Casa Rosada o cuando se dejaron en Plaza de Mayo las bolsas mortuorias con nombre de referentes de los derechos humanos. 

Es decir, hasta ese momento no se tomaba debidamente en cuenta la existencia de esos grupos. Y ahora judicialmente tampoco se los toma en cuenta, fundamentalmente en el juzgado de Capuchetti porque esos grupos sí están siendo investigados en otros juzgados federales. El hecho por el cual no se unifican las dos causas es también bastante significativo.

“El mundo se ha convertido en una enorme República de Weimar”

Has hablado de un fascismo que surge del propio cuerpo social y no de los partidos

Sí, porque a diferencia de los procesos de ultraderecha que hubo por ejemplo en la Europa de la primera mitad del siglo XX, que fueron procesos impulsados tanto por un Estado fascista como por algún partido fascista, este es un tipo de fascismo que surge de las entrañas del cuerpo social. Es un fascismo sin jefes, pluralista, pero disciplinante y civilizatorio. Es el fascismo de hasta quienes ignoran lo que es el fascismo. Es una teoría que echó a circular el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos y que denomina este fenómeno como fascismo societal.

¿Qué elementos te hacen decir que esto es fascismo? Aunque venga del cuerpo social y no de una estructura más grande

Desde luego que el fascismo de Mussolini o el de Hitler tiene muchísimas diferencias con esto. Por empezar, eran nacionalistas y no neoliberales, pero el modo en que tratan de ejercer el poder es a través de métodos fascistas que tienen que ver con la supresión de las libertades, con persecuciones, y arbitrariedades que hasta por momentos son delirantes. Lo que tienen en común con esos dos periodos separados por varias décadas de distancia es su contenido distópico. Estamos en una especie de pesadilla orwelliana, en relación a Orwell, el autor de “1984”.

—¿Cómo irrumpen en la escena política figuras como las de Milei? Que ya venía tomando protagonismo pero quedó más en evidencia con los resultados electorales del 13 de agosto

La aparición de Milei en el tablero político fue fundamental para derechizar el discurso político de otros dirigentes, de otros partidos, especialmente Juntos por el Cambio y Patricia Bullrich que tienen una cosmovisión parecida pero hasta ese momento no se animaban a tanto. 

No se animaban a tanto en el aspecto discursivo de la palabra. Desde luego no es un fenómeno argentino sino que de algún modo el mundo se ha convertido en una enorme República de Weimar. En alusión al régimen que hubo en Alemania entre el final de la Primera Guerra Mundial y 1933, que es cuando Hitler gana las elecciones y se convierte en el canciller de Alemania.

“La motosierra de Milei es una versión más desembozada del proyecto de Bullrich”

¿Qué te preocupa de todo este proceso?

Que pueda suceder algo parecido. El paso a la historia de sujetos como Bolsonaro o Trump, el hecho de que Italia esté en este momento gobernada por alguien como la premier Meloni, la ascendencia que tiene dentro de la política española el partido de ultraderecha Vox, son signos inquietantes de que el mundo no está pasando por su mejor momento. 

Hablando de Vox pienso que en Argentina el fenómeno de Milei no es una cosita espontánea sino que hay suficientes elementos para conjeturar que Milei es un producto de laboratorio y amaestrado, no entrenado sino amaestrado justamente por Vox, que tiene un armado internacionalista y cuya delegada en Argentina no es otra que su candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel.

¿Qué diferencias hay entre La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio? ¿o para vos representan lo mismo?

Tienen algunas diferencias estilísticas y, de algún modo, la motosierra de Milei es una versión más desembozada del proyecto de Bullrich que vendría a ser su paralelo en el Pro. En última instancia, ambos son fruto de un mismo fenómeno que es la derechización de la política argentina.

—¿Pensás que hay algo que se pueda hacer en términos de luchar o resistir a estas radicalizaciones partidarias?

Mi especialidad, desde luego, no es buscar estrategias. Por empezar lo que habría que hacer es un análisis de por qué sucede esto y del tipo de votantes que se vuelca a este tipo de opciones. Llama la atención que, por ejemplo, Menem en 1989 en su campaña hablaba de una revolución productiva y del salariazo, después hizo exactamente lo contrario y dijo “si yo hubiese dicho lo que realmente iba a hacer no me votaba nadie”. Lo notable es que en este momento, sin ocultar sus más atávicos impulsos, este tipo de candidatos enumera públicamente las barbaridades que piensa cometer para ganarse el voto de sus futuras víctimas. Es una problemática que no solo tiene que ver con la política  sino también es un fenómeno, yo diría, psiquiátrico que tiene que ver con el Síndrome de Estocolmo.

¿Qué análisis tenés de los votantes que se vuelcan a las opciones Bullrich y Milei?

Entre los votantes de estos proyectos políticos, especialmente en los de Milei, llama la atención que lo hayan votado los sectores más desplazados de la sociedad. De algún modo cuando todos los caminos se le cierran, para ellos un camino que aparece como una solución o una posible salvación está en sujetos como Milei. 

Hace poco leía una encuesta en la cual decía que la gran mayoría de estos pibes que van en bicicleta repartiendo cosas para Rappi o para esas aplicaciones, son laburantes ultra precarizados. O sea, no tienen obra social, no tienen seguro, no tienen un carajo, y esa soledad y desamparo en vez de incidir en la búsqueda de formas de organización para palmear todas estas cosas el hecho de que dependan de ellos mismos los hace sentir empresarios. Piensan como empresarios y en consecuencia votan un candidato que en realidad está para defender a los verdaderos empresarios y a los más poderosos. Esta cosa del cuentapropismo, de los emprendedores…

¿Creés que tuvo alguna incidencia la cuarentena y el proceso de la pandemia? 

Sí, eso no pasó desapercibido en el cuerpo social y lo afectó porque vivió largos meses exiliado en sí mismo, aislado en sí mismo. Además, aparte de los estragos económicos que la pandemia le causó al mundo también causó estragos sociológicos, estragos políticos y estragos psicológicos. En ese sentido, el epílogo de una crisis sanitaria es de alguna manera la construcción o la formación de un modo de entender la política que, no sé si exagero, pero que también requiere de una especie de tratamiento sanitario. Ese mundo que por razones médicas dio un retroceso a través de una larga hibernación bastante pronunciada también tiene que recuperarse psicológicamente.

—Eso medio que se pasó por alto, seguimos adelante como si nada

—Eso por un lado y por otro, y acá ya entramos ya en un terreno sociológico bastante complicado, todo esto también tiene que ver con una constelación de factores relacionados con el hecho de que en el mundo los sectores asalariados se han reducido mucho dando pie a sectores que viven de actividades cuentapropistas y que también incluye dentro de su elenco a sectores absolutamente marginalizados. No existe más como hace un siglo, como planteaba Marx y Lenin, una clase revolucionaria. La clase obrera ya no es una clase revolucionaria. No existen clases revolucionarias por lo tanto la emancipación de la condición humana merece en este momento la aparición de una ideología, una metodología, que pueda llegar a apuntalar ese ideal.

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