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Crítica situación de las organizaciones de la economía popular ante la nueva ola de Covid

El rebrote del covid-19 vuelve a enfrentar a las organizaciones de la economía popular, social, solidaria a una situación de emergencia sanitaria, económica y social. A las demandas de medidas y de políticas estructurales, vigentes desde 2020, suman el pedido por su visibilización y valorización

Observatorio de Políticas Públicas de Economía Popular, Social y Solidaria**

La pandemia del covid-19 encontró a lxs trabajadorxs asociativxs, autogestionadxs y de la economía popular en situaciones críticas: unidades productivas endeudadas, sin posibilidades de afrontar los altos costos de las tarifas, un mercado interno en retracción y políticas estatales que estaban fuertemente orientadas a la promoción del emprendedurismo y el fortalecimiento de capacidades individuales para competir en el mercado.

Con el cambio de gobierno en diciembre de 2019 se habían renovado las expectativas en torno a los nuevos lineamientos de política socioeconómica en general, y en particular para la promoción de la economía popular, social, solidaria (EPSS). Sin embargo, a partir de la declaración del ASPO el sector enfrentó, al igual que el resto de las unidades productivas de la economía, una merma generalizada de las actividades y las ventas, con algunas excepciones dentro de las consideradas esenciales.

En septiembre de 2020, desde el Observatorio de Políticas Públicas de Economía Popular, Social y Solidaria (OPPEPSS-www.oppeps.org) relevamos las principales dificultades que enfrentaron estos colectivos laborales y sus organizaciones. Entre ellas destacamos: la caída en la demanda; la interrupción de la “cadena de pagos”; la imposibilidad de afrontar los elevados costos de las tarifas; el aumento del precio de algunos insumos importados o dolarizados; las dificultades para la comercialización de los productos por el cierre de espacios públicos como ferias y mercados populares; las restricciones en la circulación que redujeron las posibilidades del trabajo en la calle; la forzosa reorganización del trabajo hacia adentro de las unidades productivas; y la necesidad de utilizar fondos propios para adecuar los locales a los protocolos de salud y los espacios domésticos para el trabajo.

Estas consecuencias generales del aislamiento y la pandemia tuvieron diferentes repercusiones según el tipo de organización y la rama de actividad de la que se tratara. Claramente, las organizaciones más afectadas fueron las que desarrollan actividades “no-esenciales”, cuyos ingresos corrientes fueron considerablemente reducidos.

Las palabras del presidente de la Federación de Cooperativas de Trabajo (Fecootra) son ilustrativas de este escenario cuando subraya que durante los primeros meses (abril-mayo) el 85 % de las cooperativas de trabajo que integran la federación estaban paradas sin ningún tipo de actividad. Asimismo, para lxs catornerxs de Rosario la situación no fue diferente, porque “los primeros meses fueron de parate total de la actividad, no hubo salidas”, asegura la referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR).

Entre las estrategias y la asistencia

En este contexto adverso, las organizaciones de la EPSS afectadas debieron buscar alternativas e implementar diversas estrategias para priorizar la protección de sus trabajadorxs y el cuidado de compañerxs y vecinxs.

El apoyo mutuo entre las organizaciones desempeñó un rol fundamental para garantizar la subsistencia. Las cooperativas de provisión de servicios y las mutuales debieron adecuarse e incorporar atención virtual y digitalización de trámites y, además, sostuvieron sus prestaciones aun ante la falta de pago de sus asociadxs.

Por su parte, las organizaciones comunitarias tuvieron un rol fundamental atendiendo la emergencia social, multiplicando las raciones alimentarias y fortalecieron su presencia en el territorio a fuerza de extensas y agotadoras jornadas de trabajo comunitario.

Por su parte, el gobierno nacional implementó distintas políticas para atenuar el impacto del cierre de muchas actividades y la caída de la demanda.

Como dijimos en una nota anterior (https://www.elciudadanoweb.com/la-economia-popular-social-y-solidaria-en-la-encrucijada-covid-19), las principales medidas para la EPSS estuvieron orientadas a: 1) la producción, principalmente con créditos a tasas subsidiadas, 2) lxs trabajadorxs, con créditos para complementar sus ingresos y subsidios para los que cobran menos del salario mínicmo; 3) la comercialización, incluyendo a las cooperativas como posibles proveedoras del Estado; 4) la protección social y los cuidados, para la población en condiciones de vulnerabilidad social, con medidas como el IFE y algunas de carácter comunitario como el Programa de Emergencia Sanitaria “El Barrio cuida al Barrio”; 5) modificaciones en la gestión de las políticas para facilitar trámites administrativos y el registro de sus destinatarixs, como el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (ReNaTEP) y el Registro Nacional de Cuidadores Domiciliarios.

En aquella nota del 17 de julio de 2020 nos hacíamos dos preguntas que entendíamos centrales para augurar el futuro de lxs trabajadorxs de la EPSS: si la experiencia del IFE daría paso a un ingreso/renta universal  y si se implementarían medidas que ayudaran a “emparejar” las protecciones y condiciones de trabajo de quienes se desempeñan sin un patrón. Transcurridos nueve meses desde entonces, no hay propuestas en ninguno de estos sentidos.

Si bien las medidas de emergencia para el sector fueron numerosas (51 relevadas hasta octubre) y estuvieron encabezadas por ocho ministerios diferentes, mostraron limitados alcances y efectividad, y no lograron equiparar las protecciones otorgadas al trabajo formal. De hecho, una de las demandas fue la implementación del programa ATP para cooperativas de trabajo. A esta disparidad en el acceso a recursos del Estado se sumó la  histórica desprotección de lxs trabajadorxs de la EPSS, que no acceden a “derechos plenos” y no cuentan con resguardo frente al desempleo, accidentes de trabajo, etc.

Reconocer, valorar y actuar es la tarea

El escenario actual vuelve a enfrentar a las organizaciones de la EPSS a la emergencia sanitaria, económica y social, sin haber logrado aún recuperarse del fuerte impacto de la primera ola. Sus demandas y necesidades manifestadas en septiembre de 2020 siguen vigentes, tanto las de medidas para afrontar la emergencia como las de políticas estructurales para el sector.

A ellas se suma el pedido –ya a gritos– por su visibilización y valorización, tal como nos explicaba el presidente de la Federación Santafesina de Cooperativas de Electricidad, Obras y Servicios Públicos Ltda (Fescoe): “Tenemos que lograr que el Estado nos vea y llegue a reconocer y valorar lo que aportamos las cooperativas. En muchos pueblos muy pequeños, las cooperativas brindan prácticamente todos los servicios públicos”.

Sin embargo, el escenario no es el mismo que en 2020, lxs trabajadores y sus unidades productivas están mucho más desgastadas pero al mismo tiempo, existe experiencia acumulada, tanto de parte de las organizaciones como del Estado.

En esta dirección, el nuevo punto de partida impone a los gobiernos nacional y subnacionales tres tareas urgentes: por un lado, conocer y re-conocer el amplio mundo asociativo, del trabajo “sin patrón” o con “patrón oculto”, como lo refiere la Utep, por el otro asumir que “no es el único que sabe” cómo manejar la situación. La tercera tarea, a partir de las dos anteriores, es poner en marcha rápidamente intervenciones que contribuyan a paliar una situación que día a día se vuelve más dramática.

Para lo primero cuenta con los registros de la enorme inscripción de los solicitantes del IFE que mostró a “trazo grueso” las dimensiones cuantitativas de un universo ampliamente subestimado, a lo que se suman otras herramientas ya puestas en marcha como el Registro de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep) y otros similares.

La segunda tarea requiere articular saberes, reconociendo que la pandemia estuvo gestionada en los barrios populares no sólo por los recursos y saberes estatales sino también por la organización de referentxs barriales, principalmente mujeres. Algo similar ocurrió en las unidades productivas en las que la experiencia se puso al servicio de conservar los puestos de trabajo o en sostener los servicios provistos por cooperativas y mutuales en miles de localidades.

Esta nueva ola demanda medidas urgentes que traspasen los inciertos contornos de la coyuntura actual, para reconocer a lxs trabajadorxs de la EPSS históricamente invisibilizados, valorar su aporte a la resolución de las necesidades comunes, y proveerlxs de medios de producción que les permitan sostener el trabajo y la vida.

** CEDET/UNR – UNGS

observatorioeps@gmail.com

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