La apertura de la Iglesia hacia los divorciados que se vuelven a casar, a la homosexualidad y a las convivencias, manifestada durante el sínodo de obispos que se celebra en el Vaticano, suscitaba este martes duras críticas de sectores conservadores de la jerarquía de la Iglesia que se oponen a tales reformas.
Dos importantes cardenales, el alemán Gerhard Mueller, prefecto para la Doctrina de la Fe, y el estadounidense Raymond Burke, de la prefectura para la Asignatura Apostólica, han manifestado a la prensa abiertamente su oposición a tales aperturas.
«No me importa si algunos no están de acuerdo con mi opinión. Yo digo lo que quiero y, sobre todo, lo que debo decir como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: la Iglesia no puede reconocer a las parejas homosexuales», advirtió el purpurado alemán.
Igualmente han criticado el método de trabajo del sínodo, que reúne a casi 300 obispos y cardenales de todo el mundo, que según ellos fue cambiado con el objetivo de «manipular la información» sobre los debates internos, ya que se divulga la intervención, pero no el nombre del autor.
Igualmente consideran que el documento que resume los debates a puerta cerrada de 265 obispos de todo el mundo – titulado «Relatio post disceptationem» y que fue divulgado el lunes -, no refleja las diferentes posiciones.
Otros dos importantes cardenales, el italiano Camillo Ruini y el sudafricano Wilfrid Napier, tildaron por su parte de «peligrosas» las aperturas a los divorciados que se vuelven a casar y a los homosexuales.
El diálogo abierto y sin tapujos que el papa Francisco abrió dentro de la Iglesia para hablar de los desafíos que representa la transformación que vive la familia moderna, resulta complejo y tortuoso.
La admisión del valor y el amor que existe entre las parejas de hecho o que optan por la convivencia antes de casarse en la Iglesia, así como la apertura a los homosexuales manifestada en el documento de trabajo del sínodo, está resultando un verdadero «terremoto» pastoral.
«La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío educativo», sostiene el texto que recuerda que para «la Iglesia las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer».
Si bien se sabía que los purpurados más conservadores no iban a quedarse callados sobre temas tan delicados, lo que resulta a través de los debates es la moderación de un buen número de obispos, que este martes elogió el documento por «captar adecuadamente» el espíritu de la reunión.
Ante las reacciones, los obispos han pedido que se resalte también el principio de que el matrimonio no sólo es indisoluble, sino que puede ser feliz y fiel y evitar centrarse principalmente en las situaciones familiares difíciles.
Los debates prosiguen por grupos esta semana tras lo cual la jerarquía de la Iglesia votará un documento final que será luego sometido para su discusión con sus «bases» en todo le mundo, antes del sínodo de octubre del 2015.