De la redacción
Durante los últimos días, la ciudad de Jerusalén fue el escenario de una intensa escalada de violencia entre palestinos y fuerzas del ejército y la policía israelí que dejó cientos de heridos y una cantidad todavía no determinada de muertos –se habla de 26 pero podrían ser más a la fecha– sobre todo entre la población palestina y entre ellos nueve niños.
Este último lunes, militantes palestinos de Hamas arrojaron 300 cohetes hacia Israel en respuesta a los heridos y muertos producidos por la represión policial en un lugar sagrado para la comunidad musulmana en Jerusalén. Los cohetes provocaron la muerte de dos israelíes. La represalia, claro, fue exponencialmente más mortífera y abarcativa ya que el ejército israelí lanzó ataques aéreos sobre alrededor de 150 objetivos en la Franja de Gaza donde murieron adultos y niños.
Poco después de producido el ataque, el gobierno israelí anunció que al menos 15 miembros del grupo armado Hamas habían muerto durante la asonada. Ayer, la Media Luna Roja Palestina, un grupo humanitario, informó que más de 700 palestinos habían resultado heridos en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes en Jerusalén y en Cisjordania.
La ocupación ilegal del territorio
La creciente tensión en la zona y la inescrutable deriva que pueda tener se iniciaron el fin de semana, donde tuvo lugar uno de los peores disturbios desde 2017, cuando hubo otro ríspidos enfrentamiento con víctimas fatales y con la peor parte para la población palestina. Como aquélla vez, la clave del asunto reside en la ocupación ilegal –y de larga data– por parte de colonos judíos de casas de familia palestinas en la zona este de Jerusalén, territorio anexado por Israel.
Los enfrentamientos del lunes tuvieron lugar en las inmediaciones de la mezquita Al Aqsa, en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Todo comenzó cuando los palestinos arrojaron piedras a policías antidisturbios israelíes, que respondieron disparando balas de goma y gases lacrimógenos. En ese encontronazo resultaron heridos cerca de 300 palestinos y en un comunicado la policía israelí habló de veinte de sus agentes heridos.
La mezquita Al Aqsa está situada en una explanada conocida para los musulmanes como Haram al Sharif, o el Noble Santuario. Por su lado, los judíos lo llaman el Monte del Templo.
La zona más sagrada del mundo
En el mismo comunicado en donde detallan sus heridos, la policía israelí fundamentó su intervención señalando que miles de palestinos se habían atrincherado en los alrededores de la mezquita portando piedras y cócteles molotov anticipándose a un posible enfrentamiento durante una marcha judía que ocurriría el día siguiente para conmemorar el Día de Jerusalén.
Este evento lleva el nombre de Marcha de la Bandera y se hace para conmemorar la captura de la parte oriental de Jerusalén por parte de Israel en 1967, cuando durante la Guerra de los Seis Días tomó el control efectivo de toda la ciudad.
En Jerusalén Oriental se asienta la ciudad vieja, donde se ubican algunos de los lugares religiosos más sagrados del mundo: la Cúpula de la Roca y la propia mezquita de Al Aqsa de los musulmanes, el Monte del Templo y el Muro de las Lamentaciones de la religión judía y el Santo Sepulcro de la religión cristiana, por lo que también constituye una zona en disputa para las distintas prácticas religiosas. Jerusalén es la ciudad más sagrada para el judaísmo y el cristianismo, y el islam la ubica como su tercera ciudad más relevante en ese sentido.
La parte oriental de la ciudad es entonces el corazón del conflicto palestino-israelí puesto que ambos reclaman su derecho sobre ella. Israel considera a toda la ciudad como su capital, cuestión que no ha sido reconocida nunca por la comunidad internacional; los palestinos vienen abogando porque Jerusalén se convierta en la capital de un futuro Estado independiente.
La provocación de la Marcha de la Bandera
Desde que comenzó a ocurrir, la mencionada Marcha de la Bandera ha sido vista como una provocación pública por los palestinos ya que en ella desfilan cientos de jóvenes israelíes haciendo ondear banderas y con cánticos patrióticos y muchas veces ofensivos a la comunidad palestina. Un fuerte dispositivo de seguridad acompaña la marcha de los jóvenes por áreas musulmanas durante todo el trayecto.
Luego de la represalia de la policía a supuestos manifestantes, el premier israelí Benjamin Netanyahu defendió la actuación policial alegando que “esta es una batalla entre la tolerancia y la intolerancia, entre la violencia sin ley y el orden”, dijo. “Los elementos que quieren expropiar nuestros derechos nos obligan periódicamente a mantenernos firmes, como lo están haciendo los agentes de policía de Israel”.
Una justificación que no mide jamás la diferencia de fuerzas entre el ejército y la policía de su país y cualquier intento de respuesta por parte de los palestinos. El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, condenó de inmediato las acciones israelíes de este modo: “El brutal asalto de las fuerzas de ocupación israelíes a los fieles en la sagrada mezquita Al Aqsa y su explanada es un nuevo desafío para la comunidad internacional”.
Asimismo, las autoridades palestinas pidieron a la comunidad internacional que “condenen, denuncien y detengan los crímenes de la ocupación”.
Preparados para una “mayor ofensiva”
La manifiesta última ola de violencia en la región se debe a las maniobras de larga data por parte de grupos de colonos judíos para desalojar a varias familias palestinas de sus hogares en Jerusalén Oriental.
En un intento de legalizar tales desalojos, los colonos recurrieron a un tribunal inferior que hace un par de meses respaldó su reclamo, lo que provocó un profundo malestar en la comunidad palestina. El Tribunal Supremo de Israel debía celebrar una audiencia sobre el caso este último lunes, pero la sesión quedó suspendida por los disturbios.
Esta nueva oleada de violencia se dio en los últimos días del mes sagrado musulmán del Ramadán y las tensiones se originaron durante el comienzo de esa conmemoración, a mediados de abril, y no fueron solo en Jerusalén. En los primeros días hubo enfrentamientos nocturnos entre la policía y los palestinos que protestaban contra las barreras de seguridad fuera de la Puerta de Damasco, en la ciudad vieja de Jerusalén, que les impedía reunirse allí durante la noche.
También se sucedieron otros enfrentamientos con la policía en Haifa, en el norte de Israel, y en Ramala, en Cisjordania. Los negociadores del denominado Cuarteto para Medio Oriente, integrado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU, expresaron su preocupación por la violencia, instando a las partes a mostrar moderación.
Sin embargo, el jefe del ejército israelí indicó que todas las unidades bajo su mando deben prepararse para una “mayor ofensiva”, y que esta podría tener una duración “indefinida”, por lo que volvió a ordenar que continúen los ataques “para que los residentes de la zona sur puedan vivir con seguridad”, lo que pone de manifiesto el nivel oficial de compromiso del gobierno israelí con la ocupación.
En la misma sintonía, el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, autorizó el despliegue de cinco mil reservistas para ser movilizados apenas sea necesario.