La regalería alusiva -muñecos de peluches, anillos con iniciales grabadas, etcétera- que intercambiarán muchas parejas en estos días a propósito del Día de los Enamorados, podría tener un destino «ilustre» en el caso de que el vínculo no prospere y los ex amantes quieran desprenderse de las ofrendas que dejó la pasión: el Museo de las Relaciones Rotas, un espacio que funciona desde 2010 en la ciudad croata de Zagreb y que atesora objetos donados por personas de todo el mundo como cartas, ropa interior, un hacha y hasta un gnomo de jardín.
La idea surgió por iniciativa de una ex pareja de artistas, Olinka Vistica y Drazen Grubisic, quienes, luego de separarse, pensaron qué podrían hacer con todos aquellos objetos que conservaban uno del otro, pero de la época de enamoramiento, caídos ya en el extrañamiento tras consumada la ruptura. Y lo que comentaron como una broma lo transformaron en realidad.
Primero fue un museo itinerante (desde el 2006), que conservaba sus propios objetos, y los de sus amigos y conocidos, pero en 2010 abrieron oficialmente la sede del Museum of Broken Relationships en un antiguo palacio barroco de su ciudad natal, Zagreb, con más de tres mil objetos donados por amantes despechados de todo el mundo.
Porque si hay algo que es universal es reconocerse en el desamor ajeno, en la ruptura amorosa, en la relación que no funcionó, y finalmente en la indecisión de qué hacer con aquellos elementos u objetos que nos recuerdan al otro: si tirarlos, guardarlos en una caja o llevarlos a este peculiar museo, para sobrellevar el rompimiento con desahogo y humor.
«Cada persona que visite el museo -ya sea de manera física u online- se encontrará con algo familiar, algo sorprendente, algo que le sacará una sonrisa, una lágrima o algo que le llevará a la reflexión», dijo en entrevista con Télam Charlotte Fuentes, la directora de la colección del Museo de las Relaciones Rotas de Croacia.
Este templo de romances fallidos conserva más de tres mil objetos de todo el mundo, pero, sobre todo, conserva historias, porque cada donación debe hacerse acompañada de unas líneas o descripción que explique por qué es importante el objeto en cuestión: un vestido de novia, juegos de dados, collares, un peluche y hasta la pelusa del ombligo de un «ex amante».
A poco de festejar San Valentín o el Día de los Enamorados, el museo se erige como una suerte de espacio catártico, un ingenioso lugar de duelo, un modo de cerrar una etapa o una manera de recuperarse de relaciones que no funcionaron.
«Nuestras sociedades celebran y honran ocasiones como los matrimonios, los funerales e incluso las graduaciones, pero quitan la posibilidad de reconocer formalmente la derrota de una relación», aseguran Olinka Vistica y Drazen Grubisic, creadores de este original santuario del fracaso amoroso, albergue del patrimonio material e inmaterial de las relaciones rotas.
Antes de establecer su sede física actual, el museo fue una propuesta itinerante, que recorrió -y recogió donaciones- en países como Alemania, Argentina, Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Filipinas, Serbia, Singapur, Eslovenia, Sudáfrica, Turquía, el Reino Unido y Estados Unidos, donde llegó a abrir una sede del museo, actualmente cerrada.
La siguiente es la entrevista de Télam con Charlotte Fuentes, la directora de la colección del Museo de las Relaciones Rotas de Croacia
-El museo lleva diez años funcionando. ¿Cuál es el balance que hacen?
La primera instalación, en 2006, llamó inmediatamente la atención del público internacional. En aquel momento, estábamos orgullosos de nuestro pequeño proyecto artístico y no sospechábamos lo que iba a pasar. Pronto nos inundaron las llamadas telefónicas y los correos electrónicos de personas a las que les gustaba la idea y querían acoger la exposición en su propia ciudad. Esta sencilla idea se convirtió con el paso de los años en una exposición itinerante internacional que aún continúa. Desde entonces, el museo ha realizado giras internacionales, con 57 exposiciones en 33 países, creando al mismo tiempo una colección en constante evolución, construida por la comunidad, que desafía nuestras ideas sobre el patrimonio. Nuestra colección crece diariamente, ya que todo el mundo puede hacer donaciones rellenando un formulario en nuestra página web (brokenships.com) o pueden compartir una historia sólo virtualmente. En 2010 decidimos fundar un lugar permanente: un museo de ladrillo y cemento en Zagreb que alberga nuestra colección. Nunca habríamos imaginado que 10 años después estaríamos donde estamos ahora.
–¿Cuál ha sido el objeto más extraño donado al Museo de las Relaciones Rotas?
-El atractivo de la exposición reside en el hecho de que cada visitante, en función de su propia experiencia de vida, obtiene un sentido único de las historias que cuentan los objetos expuestos. Cada persona se encontrará con algo familiar, algo sorprendente, algo que le sacará una sonrisa, una lágrima o le incitará a la contemplación. En este sentido, es difícil decir cuál es el objeto más extraño ya que depende del grado de extrañeza de cada persona. Para mí, diría que es la costra de 27 años de la herida de un primer amor, porque la donación es bastante insólita. La donante explicó: «En 1990 mi primer gran amor tuvo un accidente de moto. El accidente me conmocionó aunque no ocurrió nada grave. A partir de entonces, tuve un miedo constante a perder a mi ser más querido. Por esa razón, conservé una de sus costras después de que se cayera, con la idea (no tan seria) de clonarlo en el futuro si fuera necesario.
–Han dicho que «nuestras sociedades celebran y honran ocasiones como los matrimonios, los funerales e incluso las graduaciones, pero quitan la posibilidad de reconocer formalmente la derrota de una relación». ¿Por qué crees que no existe una ceremonia de ruptura en nuestras sociedades?
-Creo que de a poco empiezan a surgir. He leído algunos artículos sobre personas que empiezan a celebrar su divorcio, por ejemplo. En la vida cotidiana parece esencial dar un molde creativo a la emoción, ya que es una forma de expresarse y materializar algo abstracto, para poder compartirlo. El museo muestra cómo algo creativo e inspirador puede surgir de una experiencia tan dolorosa y desgarradora. Ofrece una oportunidad para liberarse de la carga emocional. No creemos que la gente quiera borrar sus recuerdos. Buenos o malos, forman parte de lo que somos. Por eso el museo honra la soledad, la tristeza, la melancolía como algo valioso que nos hace humanos, algo que nos hace crecer. Hay una dimensión catártica en ello, sin duda. En estos últimos años hemos visto cómo la sociedad ha evolucionado y cada vez hay más personas que comparten sus historias íntimas para demostrar que todos pasamos por la misma montaña rusa de emociones cuando se trata del amor y la vida, y que encontramos consuelo, solidaridad y fuerza cuando compartimos nuestras voces.
–¿Cómo describiría el espíritu de este patrimonio arbitrario e imaginativo?
-Las historias son las que hacen que los objetos cobren vida; permiten al visitante mantener una conversación íntima con un completo desconocido que ha donado un objeto al museo. La función del museo no es tratar de documentar el fin del amor de forma científica, como si fuera a formar parte de una investigación mayor. Se da libertad tanto al donante como al espectador para interpretar lo que tienen delante, ya que la vida, en general, se presta a innumerables interpretaciones. Esta difuminación de los límites entre realidad y ficción refleja la condición humana en todo su equívoco. El Museum of Broken Relationships es una invitación a un viaje empático a las profundidades del corazón humano. Es un testimonio de nuestra necesidad última de amor y conexión a pesar de las dificultades que conlleva. Es un deseo de conectar a los visitantes de manera significativa a través de las crecientes divisiones de clase, comunidad y cultura que parecen definir nuestro mundo.