Por Lorena Retegui (*)
La salud mental entre trabajadores y trabajadoras es materia de estudio desde hace años.
Sin embargo, recién en el 2022 el síndrome burnout fue categorizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una enfermedad del trabajo. La crisis inédita que generó el Covid-19 empujó la formalización de un fenómeno que podemos padecer todos, pero que sacude especialmente a algunas personalidades y sectores de la población.
“Estoy tan quemada, cansada, que no soy capaz de tomar decisiones saludables e inteligentes. No quiero estar en deuda con el horario de nadie más que el mío».
Con esa frase, la actriz Sandra Bullock anunció a mediados del año pasado que se retiraba del cine, al menos de forma temporal. Había llegado a una situación de hastío en su trabajo y vio la oportunidad de contarlo públicamente.
El caso de Bullock no es exclusivo ni excepcional; incluso hay un incremento de pacientes con síndrome burnout o síndrome del quemado, es decir, una patología asociada al agotamiento mental emocional y físico, causada por el trabajo. Básicamente, consiste en la evolución del estrés laboral hacia un estado de estrés crónico.
El término “burnout” fue incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades, en 2022, y eso permitirá que médicos y centros de salud, incluso aseguradoras, puedan tratar los síntomas.
Recientemente la OMS y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) llamaron en conjunto a que los gobiernos y empresas adopten medidas concretas para abordar los problemas de salud mental en el entorno laboral, y considerarlo como un problema de salud pública. Antes de la pandemia, el Foro Económico Mundial estimó que el desgaste laboral le costaba 322.000 millones de dólares a la economía global.
Causas y síntomas
Ya no hay que ser controlador aéreo, docente o terapista para formar parte de los sectores más propensos a sufrir esta patología.
Los investigadores no lo restringen a ninguna profesión en particular, porque son varios los factores que intervienen.
Según la OIT, el estrés relacionado con el trabajo está determinado por la organización, diseño del trabajo y las relaciones laborales, y tiene lugar cuando las exigencias del trabajo no se corresponden o exceden las capacidades o necesidades del trabajador.
“Aumentó el índice de diagnóstico de burnout post pandemia y eso tiene que ver con la ruptura de algunas estructuras, porque la pandemia obligó a todos a hacer un esfuerzo consciente de dividir los roles de trabajo y los distintos roles en la vida cotidiana”, dice Esteban Mongiello, licenciado en psicología por la UBA y miembro del equipo de NeuroEduca.
En ciertas personalidades se vuelve difícil disociar la esfera laboral de la esfera social y familiar “y eso les generó un nivel de estrés superior al que ya tenían y también la imposibilidad de desconectar ese nivel de estrés. Esto hace que su sistema nervioso esté siempre en alerta, porque está haciendo o está pendiente de algo que está procrastinando hacer. Estamos en rol permanente, se supone que no estoy disponible pero se supone también que puedo estarlo, y en determinadas personas esto generó un colapso”, agrega el especialista, docente en la maestría en Neuropsicología del Hospital Italiano, de Buenos Aires.
El “síndrome del quemado” se caracteriza por tres señales:
- Agotamiento emocional: cansancio y fatiga, tanto mentales como físicos. La resistencia al estrés es cada vez menor, por lo que al organismo le cuesta cada vez más trabajo hacer frente a los factores que generan ese estrés.
- Cambios en el estado de ánimo y despersonalización en el trato a los demás: aparece un conjunto de sentimientos, actitudes y respuestas negativas, que en conjunto hacen que la persona permanezca distante y fría hacia los demás, en particular hacia los receptores del propio trabajo.
- Pérdida de motivación: el trabajador pierde toda ilusión por trabajar. Las metas y objetivos dejan paso a la desilusión y al pensamiento de tener que soportar día tras día situaciones estresantes que superan sus capacidades, y cada jornada laboral se hace larga e interminable.
¿Qué factores influyen en el síndrome del quemado? Estos son los más destacables:
- Los turnos laborales y el horario de trabajo, sobre todo entre quienes tienen turnos rotativos o jornadas laborales extensas, con horas extras (muchas veces no remuneradas).
- La seguridad y estabilidad del trabajo, especialmente en época de crisis. La incertidumbre de estar bajo la presión de perder la fuente laboral.
- Falta de formación profesional para desempeñar las tareas. No estar preparado y, por lo tanto, no poder hacer correctamente el trabajo.
- La estructura y clima organizacional: un ambiente negativo de trabajo que lleva a que la situación laboral se vuelva tóxica.
“El concepto de disponibilidad alteró muchísimo las relaciones y los contratos laborales. La disposición es algo que yo limito y decido desde mi criterio y no siempre está basado en la estructura. Por eso algunas personalidades, a las que les cuesta poner límites, están teniendo muchísimas dificultades a la hora de gestionar su actividad laboral”, explica Mongiello.
Más allá de estas características, desde la OIT alertan que el síndrome, a su vez, originará otras repercusiones en la salud de las personas y en su calidad de vida en general.
Primeras señales
- No poder desconectar no es un buen síntoma. A esto le siguen los problemas del sueño (insomnio), fatiga y ansiedad y la frustración o la apatía a la hora de ir a trabajar.
- Síntomas físicos o emocionales como la falta de interés por hacer otras actividades en nuestro tiempo libre, o la pérdida de la autoestima y la sensación de no tener el control en el trabajo.
- Síntomas fisiológicos, es frecuente la aparición de dolores musculares y articulares, que se dan como resultado de la tensión generada por el estrés laboral.
Género, trabajo y salud
“Varios estudios observaron que mayores niveles de angustia psicológica, ansiedad, estrés y otros problemas de salud mental se asociaron con mayor riesgo de padecer síntomas persistentes de Covid-19.
A su vez, algunos estudios observaron que el personal de salud tiene mayor riesgo de sufrir burnout y problemas de salud mental.
Sin embargo, “es necesario profundizar las investigaciones en esta temática, y eso justifica la línea que venimos estudiando desde nuestro equipo para intentar comprender el fenómeno y ampliar la evidencia disponible”, señala Laura Antonietti, médica cardióloga y docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ).
Antonietti es quien dirige un estudio multidisciplinario, financiado por la Agencia Nacional de Promoción para la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+I), denominado “Perspectivas de género en el síndrome post Covid-19: Estudio cuali-cuantitativo en personal de salud”.
En ese equipo están trabajando diferentes investigadoras e investigadores, tanto de las ciencias sociales como de la medicina, de diversas instituciones: la Universidad de Buenos Aires, el Centro de Estudios, Estado y Sociedad (Cedes) y el Hospital El Cruce y su Centro de Medicina Traslacional (Cemet).
El estudio, que aún no finalizó, pero ya lleva más de 2.000 profesionales encuestados de hospitales de Ciudad de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires, arrojó algunos resultados preliminares y uno de ellos es que son las mujeres sanitaristas, médicas, pero sobre todo enfermeras, las que más sobrecarga de trabajo tuvieron en pandemia y quienes padecieron mayores efectos en la salud mental.
“Con algunos síntomas, como los síntomas cardiorrespiratorios, la chance fue casi el doble en mujeres respecto de varones y en los síntomas psico-anímicos fue un 60 por ciento más frecuentemente reportada por las mujeres. Del mismo modo, observamos que pertenecer a la disciplina enfermería y trabajar en más de un centro (pluriempleo) fueron otras variables que se asociaron con mayor reporte de síntomas persistentes de Covid-19”, detalla Antonietti.
Los investigadores hacen hincapié en que durante la emergencia sanitaria muchas mujeres estuvieron en la primera línea de atención, cumpliendo con jornadas laborales extenuantes.
A eso se sumó que el aislamiento intensificó las tareas domésticas y de cuidado, y el mayor peso recayó en las mujeres, sin una adaptación laboral a ese nuevo escenario.
“Estas cuestiones impactan directamente en la salud mental con diferencias según el género. La necesidad de estar permanentemente conectadas con cuestiones referentes a la vida familiar, aún en horario laboral, se expresa con más frecuencia en el sexo femenino, independientemente de la categoría laboral”, señala el estudio.
Con la base de esa primera encuesta, el equipo dirigido por Antonietti extenderá su trabajo de campo para indagar, de modo integral, la asociación entre la persistencia de síntomas y factores individuales, interpersonales, organizacionales y comunitarios.
Algunos de esos factores o condiciones a explorar son el género y la edad, la profesión, el tipo y ámbito de trabajo además de las condiciones laborales, por ejemplo, al incluir el multiempleo.
Vale señalar que históricamente el sector de salud en Argentina se ha ido feminizando de manera desigual, con una presencia muy fuerte de mujeres en la enfermería, psicología y trabajo social y que en los últimos años se extendió también a la medicina.
En Argentina hay aproximadamente 760.000 trabajadoras de salud, lo cual implica el 70 por ciento del empleo del sector.
(*) Redacción Mayo