Hace 90 años los nazis hacían su primera aparición en escena con un intento de golpe de Estado fallido que se conoció como “Putsch de Munich” o “Putsch de la Cervecería”, acción por la cual Adolf Hitler (encarcelado por el suceso junto a Rudolf Hess y otros dirigentes) se consolidó como el líder del Partido Nacional-Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP). La fracasada movilización no fue otra cosa que la reacción de un partido de derecha, al igual que en otros lugares del mundo, frente al acontecimiento de la Revolución Rusa en 1917, y a la crisis económica y social que había dejado como herencia la Primera Guerra Mundial.
La reacción a la revolución
A pesar de que los militares germanos intentaron ocultar la derrota, el Imperio alemán fue vencido en la “Gran Guerra” (como se denominó en un primer momento a la guerra planetaria que se inició en 1914). El Reich entonces dio paso al gobierno conocido como la República de Weimar, que tuvo un difícil comienzo con una fuerte crisis económica. A nivel social y político, se produjeron movimientos revolucionarios como los de Kiel, Berlín o Baviera en los que los soldados, hartos del conflicto bélico, se unían a los obreros para formar soviets, tal cual lo habían hecho en Rusia en 1917, para sacar a ese país de la guerra. Sin embargo, los propios socialistas que predominaron en el Parlamento teutón fueron los que terminaron calmando los ánimos e impidiendo que las agitaciones desembocaran en revoluciones sociales. Ni siquiera los impulsos de políticos como Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo pudieron torcer ese destino.
En tanto, en otros países se vivieron situaciones similares. En Italia se conoció como el “bienio rosso” a las tomas de fábrica por sus trabajadores, una experiencia que fue derrotada por el accionar del fascismo. El fin de las mismas se vio con la “Marcha sobre Roma” de 1922, una manifestación liderada por Benito Mussolini (el líder del partido fascista) quien, a modo de golpe de Estado, también terminó ocupando el gobierno italiano de manera autoritaria por dos décadas. También Argentina vio escenas parecidas con una serie de sucesos de movilización social que terminaron apagados por una fuerte reacción. La Semana Trágica, de enero de 1919, los sucesos de la Patagonia trágica entre 1919 y 1921 y la masacre de La Forestal (en Santa Fe) tienen similitudes con los sucesos internacionales y dejaron conformados grupos paramilitares como la Liga Patriótica Argentina, o agrupaciones de empresarios como La Asociación del Trabajo, dedicados a romper huelgas mediante la violencia.
Nació en una cervecería
Centenares de personas acudían a una de las más grandes cervecerías de Munich, la Bürgerbräukeller, donde se reunían los primeros afiliados del naciente Partido Obrero Nacional-Socialista de Alemania (NSDAP) a principios de la década de los años 20.
Hitler había tomado desde 1921 la jefatura del NSDAP, partido político que rechazaba las condiciones del Tratado de Versalles (1919) que había dado fin a la Primera Guerra Mundial y ponía a Alemania en una posición sumamente comprometida económicamente, con fuertes sanciones territoriales y militares. Pero la NSDAP se irritaba mucho más con los intentos revolucionarios de obreros. En septiembre de 1923, Hitler anuncia la celebración de 14 reuniones con dirigentes de derecha. Las intenciones del Führer se vieron influidas por la Marcha sobre Roma. Hitler planeó utilizar Munich como base de su lucha contra el gobierno de la República de Weimar y proclamar un Estado rebelde en Baviera, iniciando una guerra contra la República para avanzar hasta Berlín.
En la tarde del 8 de noviembre de 1923, Hitler, junto con un contingente de las SA, llegó a la cervecería Bürgerbräukeller donde el gobernador de Baviera, Gustav von Kahr, pronunciaba un discurso delante de 3.000 personas. Cerca de 600 hombres de las SA bloquearon las salidas. Hitler, rodeado por sus copartidarios Hermann Göring, Alfred Rosenberg y Rudolf Hess, entró por la puerta delantera, disparó un tiro al techo y saltó sobre una silla gritando: “¡La revolución nacional ha comenzado!”. De inmediato se declaró un gobierno provisional (nazi) en la misma cervecería.
Al amanecer del 9 de noviembre, las fuerzas del comandante de las SA Ernst Röhm (entre las que se encontraba un joven Heinrich Himmler), siguiendo órdenes de Hitler, ocuparon el Ministerio de Defensa bávaro y se enfrentaron con las fuerzas gubernamentales, sufriendo dos bajas. En tanto, unos 2.500 hombres marcharon directamente hacia la Marienplatz, la plaza donde se encuentra la Municipalidad de Munich. Pero esa muchedumbre se topó con un grupo de policías que les bloqueó el paso. Ambos grupos armados quedaron frente a frente durante unos segundos, hasta que de pronto sonó un disparo y comenzó un importante tiroteo. Hitler y Göring fueron heridos, el último pudo escaparse. Nunca quedó claro quién disparó primero.
Por su parte, Hitler se refugió en casa de un amigo pensando que sería fusilado por las autoridades. A la tercera noche, la Policía llegó y lo arrestó. Fue llevado a la prisión de Landsberg, donde supo que iba a ser juzgado por alta traición.
En la cárcel, Hitler escribió su libro Mi lucha, un elemento que a la salida de su breve reclusión lo ayudó, junto con un importante aparato mediático y el apoyo de altos empresarios, a convencer a los alemanes de que el nazismo era la solución para el país. Sin embargo, la historia demostró que esa política condenó a los alemanes a la destrucción con una nueva guerra, a producir con sus manos la matanza de millones de seres humanos y a quedar frente el mundo como una nación marcada por la barbarie del siglo XX.