Mientras convocaban con su amigo Vladimir Garbulsky a un evento de Contact Improvisación surgió el lema: “Escuchar, escucharse, dar espacio al silencio, todos somos músicos, todos somos bailarines”. La convocatoria, con esas palabras, ya no quedó en boca de los organizadores, sino de Vladimir Ilich Tao Tse Tung, el maestro taoísta-leninista que comenzaba un viaje junto con Damián Schwarzstein y que tomaría forma en la web de Rosario 3 hasta llegar al libro Vladimir va al Paraíso, editado por Baltasara Editora, que el martes a las 19.30 será presentado en el bar El Cairo. El escritor Pablo Makovsky y Liliana Ruiz, de la editorial, serán los encargados de presentar a Vladimir en sociedad, y estará acompañado por el grupo musical Bossa Nostra, que también integra Schwarzstein. Es que muchas de esas canciones fueron compuestas junto con los textos de Vladimir va al Paraíso.
Vladimir Ilich Tao Tse Tung está siempre en movimiento. Sus aventuras, que fueron relatadas en <Rosario 3>, es una especie de parodia sobre las andanzas de un intelectual que transcurre en la Europa previa a la Segunda Guerra Mundial. El viaje comienza cuando el filósofo taoísta leninista se ve forzado a huir de Berlín por la amenaza de los nazis. Y de allí visita distintas capitales hasta recalar en América. Vladimir conoce a las personalidades más célebres del mundo, interactúa con ellas, debate. También se enamora y reflexiona. Claro que nunca abandona la impronta rosarina y no se priva de trasladar sus mitos por las ciudades que va visitando.
“Los textos ya estaban. Los empecé a trabajar en la redacción de Rosario 3 como grupo, con algunos periodistas. El primer texto del libro habla de la reinvención, es como el texto fundacional. Estaba llegando a la redacción y les dije: «Vamos a trabajar como nos reinventamos». Y después escribí el primer texto”, contó.
Después se empezaron a plantear otros temas y siguieron otros textos. Pero cuando Vladimir entró en la historia comenzó el viaje. “Hay un viaje hacia adentro, una investigación personal y una mirada hacia afuera. Tiene que ver también con viajes de otras personas que conozco también. A veces creo que es un libro de autoayuda, pero no una autoayuda clásica”.
El libro llegó en un momento de convulsión personal del escritor que, a través del viaje de Vladimir, pudo reflexionar y reírse. “Me divertí mucho escribiendo”.
El humor se mezcla con la reflexión, como si el personaje le permitiera al autor jugar tanto con lo desopilante como con frases inolvidables: “No, no es cierto que partir sea morir un poco. No, si lo que queda atrás es justamente el horror y la muerte. Lo que no implica que no haya dolor en toda partida. Pero el dolor es parte de la vida y no de la muerte. Lo que duele está definitivamente vivo”, dice Vladimir.
En la historia, la presencia de lo rosarino es muy fuerte. Lugares y nombres que se deforman y acompañan a Vladimir. “Es también decir que viajar es viajar a ningún lugar. Uno puede estar en viaje sin salir de Rosario. Lo icónico de la ciudad es como una compañía. Marcar la rosarinidad. Y algo del humor de los textos reside de eso”, sostiene.
La rosarinidad que lo acompaña en ese viaje es esa que se vivió en la juventud del escritor, es decir a los años 80, por eso las alusiones a la Trova rosarina y a sus músicos es frecuente.
“Berlín era una ciudad donde los cantautores brotaban de abajo de las baldosas. Vladimir sabía que ir a los recitales de los integrantes de la trova berlinesa era algo que iba a extrañar. Pero, a la vez, también era cierto que el éxodo de los músicos era general y que el éxito del tema «Era en abril», la canción más alegre de Jorge Vanderbolen, les había abierto la puerta de toda Europa. Quizás muchos de ellos recalarían también en París, famosa por sus bares y galerías de arte que Tao Tse Tung siempre quiso conocer”, describe Schwarzstein en su libro.
“Yo soy fanático de la Trova, es generacional, los iconos tienen que ver con nuestra juventud, que es la de Vladimir. Pero hablar de esa Rosario, la de El Barrilito, del viejo El Cairo, es como un viaje a esa juventud de los 80”, cuenta el escritor.
La referencia histórica de Vladimir es la previa de la Segunda Guerra Mundial, pero lo acompañan los íconos rosarinos de la juventud del escrito.
Otro de los juegos que plantea la historia tiene que ver con que se habla de Vladimir como un maestro, pero nunca se lo muestra enseñando algo. “Él está todo el tiempo buscando aprender, buscando maestros y aprendiendo. La maestría de Vladimir es que no sabe nada y que está abierto a escuchar. Yo creo que ahí está lo que llamo autoayuda. Son preguntas existenciales, nunca encuentra respuestas existenciales. Y también es una forma de reírse de esta cuestión de embarullarnos en preguntas que parecen que no llevan a ningún lado. Aunque sea a viajar buscando respuestas”.