Al caer la noche del domingo 30 de octubre de 1938, en vísperas de la celebración del Halloween, se produjo en Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos un fenómeno que marcó un hito en la historia de los medios de comunicación de masas y disparó innumerables debates sobre el poder que estos ejercen sobre la gente.
Fue la antológica emisión radiofónica de La guerra de los mundos (The War of the Worlds), una adaptación de la novela de ciencia ficción del escritor inglés Herbert George Wells que fue teatralizada por el joven actor, director, productor y guionista estadounidense Orson Welles.
La emisión, realizada en el ciclo radial “El Teatro Mercury en el aire” de la cadena estadounidense CBS, provocó el pánico en varias ciudades norteamericanas, cuando muchas personas creyeron que realmente se estaba produciendo una invasión extraterrestre.
El realismo fue tal que la emisión causó auténtico terror sobre todo en Nueva Jersey, donde, según la obra, estaba teniendo lugar la invasión de los marcianos.
Este episodio le dio a Welles (1915-1985) fama mundial, lo que llevó a la RKO Pictures a contratarlo en 1939 con plena libertad para escribir, producir y dirigir dos películas memorables: El Ciudadano (Citizen Kane, en 1941) y Soberbia (The Magnificent Ambersons, en 1942).
A la inteligente adaptación realizada por el guionista Howard Koch, el genial Orson Welles, quien por entonces tenía 23 años, agregó una perfecta ambientación sonora, tan realista que literalmente enloqueció a miles de oyentes que no se percataron de que se trataba de una dramatización.
Con todo, el autor de la madre de todas las invasiones de la ciencia ficción, H. G. Wells, definió la transmisión como “un ultraje”.
El radioteatro –que hoy puede bajarse de internet– duró 57 minutos y 7 segundos. Un día después, la histeria colectiva que produjo la transmisión ocupó la portada de los principales diarios norteamericanos, entre ellos el New York Times. Y se convirtió en leyenda.
Los oyentes que sintonizaban el Teatro Mercury descubrían que el espectáculo musical era continuamente interrumpido para permitir la difusión de comunicados urgentes.
La entrada impetuosa de la “noticia de último momento” no era nueva en el mundo radiofónico estadounidense: en septiembre de 1938 –un mes antes de la emisión de Welles–, la programación había sufrido interrupciones a cada momento porque corrían fuertes rumores sobre el inicio de las hostilidades contra las potencias del Eje (la Alemania nazi, Italia y Japón).
Para enriquecer el texto y aumentar su credibilidad, el guión de Koch proponía además la salida al aire “en directo” de astrónomos pertenecientes a las principales universidades y observatorios norteamericanos.
El profesor Richard Pearson –interpretado por Orson Welles– era el personaje principal del drama.
A medida que avanzaban los marcianos, los otros personajes que ocupaban altos cargos de gobierno entraban en escena: el general Montgomery Smith, el vicepresidente de la Cruz Roja y el secretario del Interior daban precisas indicaciones para la evacuación de la población civil y la organización de la contraofensiva.
Numerosos oyentes cayeron en la trampa de Welles; otros, en cambio, intuyeron inmediatamente las características ficcionales del programa. “Era como uno de esos cuentos que leo en Amazing Stories, pero mucho más emocionante”, contó un testigo-protagonista de aquella noche inolvidable.
Los fenómenos de histeria colectiva que se dieron durante la emisión del programa ya entraron en la historia de los massmedia: “Miré desde la ventana y todo parecía normal. Se ve –pensé– que todavía no llegaron a este barrio”, explicó un oyente, pocas semanas más tarde, frente a un investigador.
“Tomamos las mantas y mi nieta quería llevarse el gato y el canario. Estábamos delante del garaje cuando vino el chico del vecino y nos dijo que era una obra de teatro”, contó una mujer, similar a las miles de personas que desde Nueva York y Nueva Jersey hasta los pequeños pueblitos del medio oeste estadounidense trataron de huir de los marcianos, que mataban a todos los seres vivientes con el gas “amarillo-verde”.
El hiperrealismo de la transmisión, los boletines de guerra perfectamente construidos y el uso de formas coloquiales hicieron posible un fenómeno que todavía hoy sigue siendo utilizado como ejemplo por los teóricos de la manipulación mediática.
Todo, pese a que al comienzo de la emisión y también en el minuto 40.30 aproximadamente se explicó que se trataba de una dramatización.
Los primeros 40 minutos del programa correspondían al falso noticiero que terminaba con el locutor en la terraza de la CBS muriendo a causa de los gases de los marcianos.
Luego, seguía la narración en tercera persona del profesor Pearson (Welles), que describía la muerte de los invasores. El pánico estalló entre los oyentes que ganaron las calles. Y casi nadie terminó de escuchar la emisión ni se enteró del final feliz de la historia.
El guión radial trazado por Koch y reescrito por el propio Welles se transformó en realidad para la imaginería popular. La anécdota recorrió el mundo y aún sigue asombrando.
En su libro La trama secreta de la radiodifusión argentina II. Los medios en la neocolonización, el escritor y periodista argentino Ricardo Horvath sostiene: “La emisión radiofónica de La guerra de los mundos se produjo en un momento especial de la humanidad: el avance del nazismo, la Guerra Civil Española, el anticipo de un holocausto que el mundo no sabía –o no quería– parar. Un año después, estallaría la Segunda Guerra Mundial que desde largo tiempo se venía incubando ante el avance de Adolf Hitler. El peculiar estilo de la radio, donde entra en juego la imaginación y el hecho probado de que generalmente se oye sin escuchar, hicieron el resto”.
En 1975, fue realizada The Night that Panicked America una estupenda reconstrucción televisiva de la radiotransmisión de Welles dirigida por Joseph Sargent y guionada, una vez más, por Howard Koch. En el elenco de este film –lamentablemente nunca distribuido en el circuito del video– figuran algunos actores reconocidos como Vic Morrow, Cliff De Young, Paul Shenar –en el papel de Welles– y Joshua Bryant como Koch.
Nacido en Nueva York en 1902, a partir de los años 40 Koch escribió algunos largometrajes que hicieron la historia de Hollywood, desde Sergeant York (1941) hasta Rhapsody in Blue (1945), pasando por Casablanca (1942). Pero en los años 50, su nombre apareció en la lista negra de “comunistas infiltrados” en los estudios cinematográficos estadounidenses, por lo que debió trasladarse con su esposa a Inglaterra, donde firmó sus trabajos con el seudónimo Peter Howard.