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Cuando la violencia se perpetra en nombre de la fe

Apariciones marianas, ufólogos, abducciones, un grupo ultra kitsch de pop cristiano con sesgos tenebrosos y una historia familiar de violencias, abusos y desamparos componen el entorno donde se desarrolla un relato sobre un mundo extraño y brutal

Movistar Plus estrenó el 11 de octubre la serie La Mesías, de Javier Calvo y Javier Ambrossi (conocidos por allá como los Javis), responsables de otros éxitos como Veneno y Paquita Salas. El proyecto, que consta de siete capítulos de una hora cada uno, ya se había presentado completo en el Festival de San Sebastián y recibido como un gran salto creativo de la dupla.

La cadena española estrenó la semana pasado los dos primeros episodios, a los que sumará uno semanalmente.

Los primeros dos capítulos estrenados trazan las coordenadas de un mapa caótico en el que hay que, en primera instancia, perderse. Todo puede resultar algo excesivo y también algo arbitrario. La desmesura se revela sin tapujos como parte de las reglas del juego propuesto, poniendo a rodar rápidamente una serie de elementos disímiles que deberán ir encontrando su lugar paulatinamente en la intrincada trama que involucra a todos sus personajes.

Hay apariciones marianas, hay ufólogos y abducciones, hay un grupo ultra kitsch de pop cristiano con sesgos tenebrosos, y hay una historia familiar de violencias, abusos y desamparos en torno a la cual se va configurando el centro duro del aparente sinsentido generalizado. El drama familiar desaforado, la ciencia ficción y el terror cristiano apuntan rápidamente sus destellos para ir sentando la lógica de un mundo extraño y brutal en el que la fe es continua contraparte de la violencia.

El punto de partida desde el cual se despliegan excéntricamente todas las líneas es Enric (Roger Casamajor), quien casualmente se encuentra con el video viral de Stella Maris, un grupo reaparecido de pop cristiano que desata en él antiguas preguntas sobre su pasado tortuoso, y que le hace emprender la búsqueda de su hermana, con quien ha perdido contacto muchísimos años atrás. En torno a Enric y su búsqueda actual se irá deshilvanando la diabólica madeja de vidas arruinadas desde la infancia, yendo y viniendo entre distintas capas temporales, y entre las cuales, su propia infancia es la clave brutal de todo el rompecabezas que reúne vírgenes, grupos pop virales, profetas perversos y alienígenas.

Una tormenta arrasadora llamada Monserrat

La infancia de Enric y su hermana Irene (Macarena García) son el eje en torno al cual, en los dos primeros capítulos emitidos, se va articulando todo lo que parecía inconciliable. Quien cierra el desastroso círculo familiar es la madre de ambxs, Montserrat (Ana Rujas, aunque actores y actrices cambiarán en las distintas capas temporales, salvo uno), una tormenta arrasadora que se lleva puesta toda esta parte del relato provocando un extraño efecto de indignación, horror, empatía, simpatía, compasión y desprecio radical.

Todo un logro de su hipnótica personificación. Y es que Montserrat tiene la fuerza devastadora de un desastre natural. Todo lo destroza a su paso de modo caprichoso. No deja nada en pie. Ni siquiera, o principalmente, la infancia de sus hijxs, a quienes arrastra irreflexivamente en una desesperante espiral de violencia, maltrato y abandono; todo esto, quizás, como se intuye, reflejo también de su propia infancia.

En cada paso que da Montserrat produce un desastre en esas vidas, todo resulta exageradamente inadmisible, hasta la indignación, pero la aproximación de los directores a ese universo familiar cruel es certera, no exenta de cierto extraño cariño, logrando una suerte de retrato no condenatorio y por eso mucho más incómodo.

Contradictoriamente, resulta imposible no sentir desprecio y desesperación por cada acto brutal de Montserrat, pero al mismo tiempo resulta imposible no dejar asomar un dejo de simpatía por este personaje histriónico y desaforado, tan devastador como devastado.

Cuando irrumpa en esas vidas destrozadas un misterioso hombre de visible crucifijo al cuello (Albert Pla) e imponga nuevas reglas, las disímiles líneas planteadas desde el comienzo comenzarán a encontrar su sitio en el tejido general.

La brutalidad del desamparo

Ovnis o vírgenes, abducciones o apariciones marianas. En este caso da lo mismo. Todo puede ir entrando en juego. Hay que creer en algo en medio la devastación. En nombre de la fe se perpetra la violencia, pero el sinsentido parece no estar en la fe sino en la brutalidad del desamparo y la desesperada necesidad de refugios.

La Mesías asume importantes riesgos al plantear su juego desmesurado, hay que ver como avanza, pero lo ya visto impacta. Es posible, sí, que existan aquí algunos trazos gruesos, algunas arbitrariedades y algunas alegorías un tanto obvias, pero nada de eso daña al conjunto. E incluso más: caer, hoy, en esos puntos discutibles es algo estimable y saludable.

Si lo “pretencioso” se usa muchas veces livianamente como un juicio de valor negativo, no deja de ser, en realidad y cada vez más, un valor destacable. Mejores las obras que asumen el riesgo de sus pretensiones y fallan, que aquellas que no pretenden nada, y se acomodan a lo fácil y ya sabido.

Actualmente, en el universo de las series no muchos proyectos asumen riesgos como estos y los llevan hasta el final, sin temor al ridículo o al disenso. Por eso nomás La Mesías promete ser quizás la mejor serie en lo que va del año.

La Mesías / Movistar Plus / 7 episodios

Creadores: Javier Calvo y Javier Ambrossi

Intérpretes: Roger Casamajor, Macarena García, Albert Pla, Ana Rujas

 

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