En El virus mediático, la periodista Paula Andaló reconstruye cómo el VIH se instaló en la agenda pública y sembró un terreno para repensar la comunicación desde una perspectiva de la ética, un recorrido que refleja la narrativa de estigmas que se pusieron en juego con la irrupción de un virus desconocido a fines de los 80 y que logró desarticularse a fuerza de historias en primera persona y el desafío de un abordaje periodístico responsable.
Cuando el VIH era considerado un “virus de dudoso origen” con el que vivían personas homosexuales –de ahí el mito de “la peste rosa”– y en Argentina pasaba desapercibido como si se tratara de un asunto internacional, Andaló cubría temas de salud y la epidemia le enseñó muchas cosas: rebatir fuentes confusas, escuchar especialistas, corregir el lenguaje y aprender de los pacientes.
En tiempos de propagación de un virus como la Covid-19 que mantiene en vilo al mundo y para el que todavía no hay vacuna, la experiencia del VIH es un espejo, aún con las diferencias en las respuestas políticas y sus efectos en la salud: ambos generaron crisis sanitarias, pero “el VIH se logró controlar en gran parte y el alcance clínico de la pandemia de este coronavirus está por verse”, dice la editora de Kaiser Health News.
Narrativa estigmatizante y discriminadora
Sin la expansión de Internet, el VIH tuvo que superar la barrera informativa y la comunicación fue una aliada en el giro de su relato y en el esfuerzo por instalar la problemática en la agenda pública.
Y en ese andar que recorre Andaló en su ensayo, hubo actores claves que expulsaron al virus de la marginalidad, desde el activismo de Roberto Jáuregui en Argentina hasta el gesto de Lady Di dando la mano a un joven enfermo de sida.
El miedo a lo desconocido suele ser atacado con resistencia y la aparición del VIH estuvo teñida de discursos reaccionarios, sobre qué significó esa situación, Andaló respodió: “Fue un cóctel peligroso que al principio de la epidemia afectó a comunidades muy específicas, lo que investigadores españoles definieron como «las cuatro H»: hemofílicos, heroinómanos, haitianos y homosexuales.
En esos años se creía que el virus se había diseminado en el continente a través de un grupo de maestros haitianos que habían estado trabajando en África. Por supuesto, con el tiempo se supo que hubo muchas infecciones iniciales y que la diseminación del VIH nunca fue unidireccional.
Sin embargo, la retórica del virus marginal, con su glosario discriminador y racista, fue el lenguaje dominante durante mucho tiempo. Y perdura hasta nuestros días, incluso en Argentina, donde hay medios que todavía hablan de «sidosos».
La narrativa estigmatizante y discriminadora debe erradicarse tanto o más que el mismo virus. Un sendero que todavía está en construcción y tiene muchas altas y bajas. Ninguna condición médica debería cargarse de peso moral».
Palabras que incomodan
El ensayo muestra que los temas de salud están impregnados de construcciones sociales.
Andaló apunta: “Charles Rosenberg, un historiador de la medicina de la Universidad de Harvard, habla de la enfermedad como una «amalgama de un estado biológico y una definición social».
La primera definición, médica y social del VIH como tal fue la de una infección sexual, en un grupo de hombres que tenía sexo con hombres, es decir un terreno fértil para la condena moral, en la desafortunada mirada de muchos.
El miedo no era sólo a estar infectado, sino a que la sociedad creyera que la persona era gay por su estatus serológico. Y sí, la ciencia a veces, muchas, es conservadora.
Si no, cómo se explicaría el porqué de la resistencia que existe a prevenciones comprobadas, como por ejemplo el uso del condón para prevenir el VIH, o la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH) que protege de muchos cánceres. Sexo, sexual, sexualidad, homosexualidad, son palabras que incomodan”.
Una acción quijotesca
Acerca de cuál cree que fue el mayor aprendizaje de la cobertura del VIH, la periodista dice: “Las colegas periodistas Nora Bar y Roxana Tabakman explican que el VIH ayudó a desacralizar la figura del científico como un poseedor de la verdad.
Bar dice que antes del VIH, los periodistas íbamos al altar de la ciencia a buscar la verdad científica. El VIH abrió el juego a voces mixtas, médicos con peso social como el doctor Pedro Cahn, organizaciones civiles como la Fundación Huésped, activistas como Roberto Jáuregui y Javier Hourcade Belloq.
Los periodistas tuvimos que aprender a informar la incertidumbre porque en los primeros tiempos, como ahora con el coronavirus, se sabía poco; la apertura a un nuevo universo de fuentes, de voces tremendamente sonoras y persistentes.
La incorporación de la conciencia social en las crónicas médicas. Un proceso único en la cobertura de temas de salud, que hasta entonces rara vez habían sido tapa.
Roberto Jáuregui le puso nombre y apellido al VIH, fue uno de los primeros en hacer pública su condición, tocando la puerta de los medios de comunicación para reclamar AZT, la primera droga que se usó para tratar la afección.
Entendió la importancia de lograr un mensaje de alcance masivo; no dudó en actuar de sí mismo en un episodio de la telenovela <Celeste< para hablar del VIH/sida porque sabía el alcance que iba a tener.
Era una acción quijotesca, que implicaba una enorme valentía y una pasión por el activismo. Era exponer su carga viral en el ojo público. Roberto creía que estaba ayudando a derribar muros de estigma, y en muchos sentidos lo logró, de manera individual y con su trabajo en la Fundación Huésped.
Salvando las distancias, Rock Hudson hizo lo mismo en una etapa mucho más avanzada de su condición. Hudson era el macho galán de Hollywood en los 50 y 60. Heterosexual para la alfombra roja, gay dentro de su mansión.
Y dijo “soy gay y tengo sida”. A Roberto lo escuchó Argentina, pero a Hudson lo escuchó el mundo. Una bofetada de confesión”.
Inequidades preexistentes
Mientras que con el VIH las voces claves fueron pacientes, médicos y científicos; en el caso del coronavirus los portavoces son los Estados, sobre qué diferencia supone esta lectura, la también editora explicó: “Con el VIH, las voces del mundo civil no aparecieron de un día para el otro.
Aunque fue un proceso rápido, porque golpeó primero a una comunidad como la gay que ya estaba siendo atacada y tenía una organización de base en muchas ciudades.
El VIH o Covid-19, los virus son como misiles dirigidos a las poblaciones vulnerables porque remarcan inequidades que ya existen, la falta de acceso a la atención médica y la discriminación, entre muchas otras”