“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. La cita es del inolvidable Martin Luther King Jr., líder de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en la década de 1960, de cuyo asesinato a balazos en Memphis, Tennessee, se cumplieron ayer 46 años.
Hijo del pastor bautista Martin Luther King Sr. y de Alberta Williams King, organista en una iglesia, vino al mundo el martes 15 de enero de 1929 en la ciudad estadounidense de Atlanta, Georgia. Su padre se llamaba originalmente Michael King, por lo que al niño se le puso en principio ese mismo nombre: Michael King Jr. Pero en un viaje a Europa que realizó la familia en 1934, el padre, durante una visita a Alemania, decidió cambiar los nombres usando desde entonces Martin Luther en honor del líder protestante Martín Lutero.
Desde pequeño, Martin vivió la experiencia de una sociedad norteamericana profundamente segregacionista: a los seis años, dos amigos blancos le anunciaron que no estaban autorizados a jugar con él.
Pero lejos de desmoralizarlo, las adversidades templaron su carácter y sus convicciones, que tal vez pueden resumirse en una frase que escribió: “Aunque supiera que el mundo se desintegrará mañana, igual hoy plantaría un árbol”.
Tras graduarse sucesivamente en sociología, teología y filosofía, se convirtió en pastor bautista como su padre y su abuelo. Y en el marco de una sociedad norteamericana marcada por la violencia ejercida contra los negros, Luther King Jr. convirtió las ideas del Mahatma Gandhi en su propia filosofía de métodos de protesta pacífica, convencido de que esa resistencia no violenta era el arma más potente en manos de los oprimidos que luchaban por su libertad.
En 1953 se casó con Coretta Scott. A partir de un incidente con una mujer negra en un ómnibus de una ciudad de Alabama, King apeló en su proclama a los principios cristianos tanto como al viejo y sacudido idealismo norteamericano, y con ese “ya basta” se erigió en líder de lo que estaba surgiendo: el gran movimiento de derechos civiles de Estados Unidos.
Un movimiento que nació desde los sectores más marginados, explotados, oprimidos desde el mismo momento en que sus antecesores llegaron a las costas norteamericanas encadenados como esclavos.
Aunque sus tácticas producían carcajadas entre los jóvenes negros del norte, que tenían al líder congoleño Patrice Lumumba en la cabeza, al Che Guevara en el corazón, y estaban a punto de tener a Malcolm X en sus consignas de combate, las tácticas de no violencia activa –sentadas, marchas de protesta– pusieron el tema en la agenda nacional de los estadounidenses.
De esa resistencia a la condición indignante de “segunda clase” de los negros nació un movimiento generoso que invitó a todo el pueblo, no sólo a éstos, a conquistar dignidad y derechos humanos fundamentales.
Todo comenzó en un ómnibus
La lucha de Martin Luther King Jr. por los derechos civiles comenzó la fría mañana del 1º de diciembre de 1955 en Montgomery, Alabama, cuando la señora Rosa Parks se sentó en un ómnibus y fue increpada por el conductor del vehículo, quien le ordenó levantarse y ceder su asiento a un blanco, como establecían las ordenanzas municipales. Parks era negra y se enardeció. De inmediato fue detenida sin contemplaciones y conducida directamente a la cárcel.
King, de 26 años y recientemente designado pastor de la iglesia bautista de la avenida Dexter de Montgomery, organizó entonces un boicot contra el servicio de colectivos de la ciudad. La protesta fue muy dura, y se prolongó durante 381 días en los que King fue encarcelado, su vivienda fue destrozada por una bomba y recibió muchas amenazas contra su vida.
Pero el boicot finalizó victorioso en 1956 con una orden del tribunal supremo federal prohibiendo la segregación en el transporte público de Montgomery.
“Yo tengo un sueño”
“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el «sueño americano». Sueño con el día en que esta nación se levante para vivir de acuerdo con su creencia en la verdad evidente de que todos los hombres son creados iguales. Sueño con el día en que mis cuatro hijos vivan en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por la integridad de su carácter”. Las palabras de Martin Luther King Jr. retumbaron en las escalinatas del monumento Lincoln Memorial, aquel 28 de agosto de 1963, cuando las más de 250 mil personas que habían marchado sobre Washington en apoyo de los derechos civiles le oyeron pronunciar su más famoso discurso: “Yo tengo un sueño” (I have a dream).
King tenía por entonces 34 años, y menos de cinco años después caería muerto en el balcón de un hotel de Memphis, Tennessee, el jueves 4 de abril de 1968, víctima del disparo de un francotirador, James Earl Ray –un blanco que había escapado de la cárcel–, cuyos cómplices jamás fueron identificados.
Al año siguiente de aquel memorable “Yo tengo un sueño”, la ley de derechos civiles prohibió en Estados Unidos la segregación racial en locales públicos y la discriminación educativa y laboral.
Y Martin Luther King ganó el premio Nobel de la Paz. Luego, tras la represión a una marcha en Selma, Alabama, el presidente norteamericano Lindon Baynes Johnson –quien había reemplazado al asesinado John Fitzgerald Kennedy– firmó la ley de derecho al voto en 1965.
Por aquellos años, Paul McCartney rindió tributo al gran líder negro escribiendo la letra de la canción “Blackbird” (Mirlo), que inmortalizaron Los Beatles. La canción se grabó el 11 de junio de 1968 en los estudios Abbey Road, y dice: “Mirlo que cantas en el silencio de la noche, despliega esas alas y aprende a volar./ Toda la vida has esperado este momento para alzar el vuelo./ Mirlo que cantas en el silencio de la noche, abre esos ojos hundidos y aprende a ver./ Toda la vida has esperado este momento para ser libre./ Vuela, mirlo, vuela, en la luz de una noche oscura y negra./ Vuela, mirlo, vuela, en la luz de una noche oscura y negra./ Mirlo que cantas en el silencio de la noche, despliega esas alas rotas y aprende a volar./ Toda la vida has esperado este momento para alzar el vuelo./ Has esperado este momento para alzar el vuelo./ Has esperado este momento para alzar el vuelo”.