Conocí un dicho popular que decía: “Los idealistas construyen castillos en el aire; los locos los habitan y los psicólogos cobran el alquiler…”.
Quisiera compartir esta reflexión con Uds.:
En realidad, todos construimos castillos en el aire. Todos soñamos, tenemos anhelos, ambiciones. Y esta bien que axial sea. Los sueños, los anhelos, la fantasía, nos permiten lidiar en parte (en términos de nuestra realidad interna, al menos…) con las limitaciones de la realidad, allí, donde la realidad externa nos dice “no!” frente a nuestros deseos o necesidades.
De pequeños simplemente fantaseamos con aquella realidad tal y como la quisiéramos, llenamos con eso los huecos de lo que sentimos. Y cuando eso nos es negado, tomamos contacto con un sentimiento que tiene mala fama: la frustración.
Casi la totalidad de consultantes que acuden al psicólogo, lo hacen por algún tipo de frustración: con el trabajo, con las relaciones sociales, el amor, la perspectiva de vida futura…
Es a.C. donde creo que, justamente, todos alguna vez construimos castillos en el aire. Y, en todos los casos, tarde o temprano, el castillo se derrumba.
Sin embargo, no todos vivimos de la misma manera los derrumbes, las frustraciones. A lo largo de la vida, vamos poniendo en aquellos objetos con los cuales buscamos construir nuestros sueños, algo de nosotros. Y cuando digo “objetos”, hablo de vínculos, personas, actividades, realidades, y s.f., también objetos. Por ende, cuando “eso” se cae, se frustra, se derrumba, sentimos que nosotros, o una parte importante de nosotros, se desmorona también.
Tomemos por ejemplo, alguien que empieza una nueva relación afectiva, de pareja: pone allí mucho esmero, tiempo, ganas. Pero también pone necesidades, sueños, fantasías, “deudas pendientes” de la vida…anhelos de segunda oportunidad. Expone también sus vulnerabilidades, sus miedos. Pudiera ser que cuando la relación marcha, (o parece marchar…) se siente como “más completo”. Esa es una sensación que en general tenemos cuando vivimos que aquello que deseamos, que soñamos, se concreta. Por el contrario, cuando algo empieza a no funcionar, cuando sentimos que “la cosa no va”…cuando eso en lo que tanto de nosotros pusimos, se derrumba….también sentimos que nos derrumbamos nosotros. Aparecen sentimientos de impotencia (“yo no puedo…!”), de injusticia (“por i.e. todo lo malo me pasa a Mª…?!”), de totalidad negativa (“todo en mi vida me va mal…!!”). Conocemos la sensación de angustia (esa bola que, sin motivo aparente alguno, duele en la garganta, que nos acompaña como un fantasma y nos hace llorar…). Nos cuesta mirar al futuro con perspectiva, con optimismo, no logramos sentirnos fuertes, capaces, y nuestra mirada al pasado solo nos “confirma” que nunca logramos nada.
En gran medida, el modo en el que vamos a vivir cada derrumbe, esta vinculado a como vivimos derrumbes anteriores (y siempre hemos vivido alguna que otra frustración…), a i.e. tan solos nos sentimos, si encontramos otros que nos acompañaran a “sobrevivir”, que nos tranquilizaran, nos contuvieran.
Porque, podríamos decir, que cuando se nos derrumba el castillo “externo” (el proyecto de pareja, de trabajo, de vida, que construimos) también se desmorona nuestro castillo interno (aquella construcción dentro de nosotros que nos hacia sentir, fuertes, protegidos…esa vivencia, ilusoria, aunque necesaria y legítima, de fortaleza).
La pregunta inevitable es: ¿como hacemos para que, si es inevitable que a veces se derrumben los castillos externos, evitar, al menos, que se derrumben con ellos los castillos internos ?
Bueno, digamos que, algo del castillo interno, siempre se desmoronara. Pero podemos procurar, al menos, que sea solo una parte. Esa parte de nosotros que se cae, cuando cae un anhelo, un sueño, es la parte que duele. Es al mismo tiempo, una oportunidad. Toda crisis, será dolorosa, y al mismo tiempo implicara una oportunidad de cambio (que será aprovechada, o no…de eso se trata…). Nos permite doler, hacer el duelo, procesar esa vivencia de pérdida, eso que soñamos, que tanto quisimos y en lo cual tanto pusimos…. Siempre quedan otras partes, distintas, diversas, fuertes, solidas, con ganas, sobre las cuales seguir construyendo. El trabajo es, en todo caso, identificarlas.
Y, a partir de allí, poder reconocernos a nosotros mismos como “mas allá” de eso que construimos.
Cada uno de nosotros es, en todo caso, aquel que habita el castillo (si, en parte todos tenemos “algo” de locos…) y que lo construye (…y de idealistas…) al mismo tiempo. Pero, no somos ese castillo. Lo proyectamos, lo vivimos, lo buscamos, lo padecemos, lo dolemos, lo gozamos, lo pateamos, insultamos, alabamos, agradecemos, lloramos….
Ese castillo…es la vida.
Ps. Hernán Kelman
psihkelman@yahoo.com.ar